viernes, 23 de octubre de 2020

APUNTES PARA UNA BIBLIOGRAFÍA JEREZANA DEL SIGLO XXI


 No era sencillo, hace poco más de un cuarto de siglo, documentarse históricamente sobre Jerez para un trabajo fin de carrera, una tesis doctoral o la preparación de oposiciones. Cierto que no eran pocos los fondos locales de la Biblioteca o del Archivo Municipal, y allí acudíamos en su busca. No teníamos teléfonos móviles para reproducir imágenes, tan solo la socorrida fotocopiadora, si bien pocos no todos los libros podían pasar por ella. Así que bolígrafo, papel y copiando que es gerundio. De este modo íbamos repasando los vetustos volúmenes de temática local que custodiaba nuestra centenaria Biblioteca: Rallón (S. XVII), Bartolomé Gutiérrez (S. XVIII), las guías de Cancela y Ruiz o de Bustamante y Pina (S. XIX), el “Discurso sobre las historias...” de Bertemati (1883), los “Materiales para la historia...” de Góngora Fernández (1901), etc. La “Historia de Jerez” de Sancho de Sopranis (1964) era muy demandada, pues aunque discutida y ya superada, era mucha la documentación acopiada por este portuense de los libros y legajos que le servía su buen amigo Manuel Esteve. En 1999, el catedrático Caro Cancela coordinó una historia integral de la ciudad en la que intervinieron historiadores locales como Aroca Vicenti, Aguilar Moya, De los Ríos Martínez o Rosalía González. Estos tres volúmenes publicados por la Diputación son, hoy por hoy, referencia bibliográfica insustituible sobre nuestra ciudad. Cuando empezaba el siglo, Clavijo Provencio y yo mismo recogimos lo más destacado de la historiografía local hasta esa fecha en el número seis de la Revista de Historia de Jerez. A partir del año 2000, los estudios y los estudiosos han eclosionado. Recién salido del horno están los “Apuntes para el urbanismo en Jerez durante el siglo XIX” (Tierra de Nadie), de Caballero Ragel, doctor en Arte, cuya tesis doctoral (2013) versó sobre este mismo tema. Ya han aparecido varias recensiones sobre esta obra, algunas de ellas en este mismo medio, por lo que no voy a describirla en detalle. Ciertamente, si los historiadores conocen el XIX por el “siglo de las revoluciones”, en Jerez debían llamarlo “el siglo de las obras”. Caballero ha peinado varios archivos históricos (Ayuntamiento, Diputación, el Histórico Provincial) y la hemeroteca municipal para hacer un concienzudo estudio sobre las nuevas infraestructuras con que se fue dotando a la ciudad y trasladarnos a una urbe en crecimiento: el empedrado y la rotulación de las calles con placas de cerámica (1852) o de hierro fundido (1857), la traída de aguas de Tempul (1869), la laboriosa construcción del mercado de abastos (1885), el antiguo teatro de la calle Mesones (1885), el alumbrado eléctrico (1893), la proliferación de las bodegas… En definitiva, todos los ingredientes para pasear en el tiempo por una ciudad que se iba transformando camino del Jerez de hoy. Eso sí, siempre subyaciendo el raquitismo endémico de las arcas municipales. Hay cosas que nunca cambian. NATALIO BENÍTEZ RAGEL.

CABEZA DE VACA


 Quizá por Cabeza de Vaca muchos de nuestros paisanos no logren identificar al personaje, y a algunos solo les traiga ecos de un ilustre apellido jerezano que se pierde en los laberintos de una historia ya casi olvidada. Pero si le anteponemos el nombre y su primer apellido: “Álvar Núñez”, ya muchos identificarán al personaje con el centro de enseñanza al que le da nombre o con el monumento sito en la calle Ancha, el mismo que ha sido mutilado en varias ocasiones, sin que en ello hubiera reivindicación racial, sino por puro vandalismo, que es otra manera (o la misma) de reivindicar la procedencia de algunos especímenes de la fauna humana. Álvar Núñez realizó dos viajes a las Indias, de cuyos trabajos y enormes vicisitudes que padeció, sobre todo en el primero, nos dejó cumplida crónica en dos relaciones, del primero en sus ‘Naufragios’ y del segundo en la titulada ‘Comentarios’. Dos magníficos ejemplos de ese género que proliferó a lo largo del siglo XVI y que se dio en llamar las “Crónicas de Indias”, y en el que se inscriben todos aquellos que tuvieron un papel importante y trascendente en el descubrimiento y posterior conquista de América, escritores como el Inca Garcilaso de la Vega, Bernal Díaz del Castillo, el mismo Hernán Cortés o el padre fray Bartolomé de las Casas, por citar algunos. La aventura de Álvar Núñez ya había sido novelada por el escritor argentino Abel Posse con el título ‘El largo atardecer del caminante’ y ahora, dentro de unos días, se va a presentar en nuestra ciudad la novela ‘Cabeza de Vaca’ del periodista Antonio Pérez Henares, quien aprovecha su narración no solo para presentarnos a Álvar Núñez desde su niñez en Jerez y su juventud en Italia y en la guerra de las Comunidades de Castilla, sino que nos ofrece un cuadro muy acabado de lo que fueron aquellas expediciones hacia las Indias, sus preparativos, su salida desde Sanlúcar de Barrameda, hasta los graves padecimientos que sufrió nuestro protagonista en su primer viaje a las órdenes de don Pánfilo de Narváez. Una novela en la que descubrimos a uno de nuestros grandes paisanos. José López Romero.