Terminábamos el primer
artículo de esta serie dedicada a la lectura
en nuestra ciudad, preguntándonos por qué la Biblioteca Municipal de Jerez,
es hoy la única –de las cerca de un centenar inauguradas- que sobrevivió a esa
iniciativa del ministerio de Fomento dirigido por Ruiz Zorrilla durante la
primera República, con la loable intención de hacer llegar la lectura y el
libro, y en definitiva la cultura, a las clases más desfavorecidas. Apuntábamos
algunas conclusiones: muchos ayuntamientos
a los que se les dejó la gestión de dichas bibliotecas nunca estuvieron
seriamente comprometidos con la iniciativa, justificándolo por lo gravosa que
resultaba para las arcas municipales. Por tanto, las colecciones empezaron a
desactualizarse, pero es que además la mayoría
de los locales dedicados a biblioteca eran espacios cedidos dentro de una
escuela local, y que en muchos casos carecían de las mínimas condiciones para
el servicio. Una tras otra esas bibliotecas fueron cerrando. Pero el golpe
definitivo vendría tras la Restauración y la orden de restituir a la iglesia
los fondos bibliográficos incautados, muchos de ellos depositados en los recién
inaugurados centros bibliotecarios. Es cierto que estos fondos antiguos no
representaban un estimulo para los posibles lectores, pero sumado al nulo
incremento de las colecciones a lo que se
habían comprometido los ayuntamientos, el resultado era inevitable: el cierre.
En Jerez la restauración obligó igualmente al Consistorio a devolver los
importantes fondos con los que la Biblioteca Municipal se había enriquecido, y
que procedentes de la Colegial –hoy Catedral- fueron devueltos. Ello provocó un momentáneo cierra en 1875. Pero en Jerez a
diferencia de otras ciudades, la creación de la Biblioteca popular, luego
municipal, contó con un potente respaldo público al frente del cual estuvieron
personajes emblemáticos de la cultura y la política local como Ramón de Cala. Ello impidió que la
Biblioteca que se quería inaugurar fuera, como en otras localidades, instalada
en un anexo de una escuela pública, y propició que el Consistorio se implicara
con entusiasmo en la tarea, con el alcalde Revueltas y Montel al frente,
cediendo para la iniciativa un edificio emblemático el antiguo Consistorio en
la plaza de la Asunción (en la imagen). Pero como decíamos antes, todos estos
esfuerzos pudieron venirse abajo con la Restauración y la consiguiente
devolución de los ingentes fondos procedentes de la Colegial. Pero también en
ese año clave de 1876, apareció una figura que hizo cambiar el sino de la
biblioteca de Jerez, evitando que esta siguiera el mismo destino que el resto
de bibliotecas populares creadas durante
la primera república: José de la Herrán.
Este, en un bando antológico, animó a la población a donar libros para cubrir
los vacios dejados por la salida de los libros de la Colegial. La llamada tuvo
éxito al implicarse toda la sociedad jerezana, y convirtiéndola a día de hoy en
la única representante del movimiento bibliotecario surgido en 1868 (continuará).
RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
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