Leer ya no es un placer solitario. Se ha convertido en un gesto público, medible y, paradójicamente, obligado. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024, el 75,3% de los jóvenes entre 14 y 24 años lee libros en su tiempo libre. Pero detrás de estos números surge una pregunta incómoda: ¿leen por gusto, por hábito o por la necesidad u obsesión de que los demás vean que leen?
La literatura, antaño refugio de unos pocos, ha pasado a ser
un escaparate. La lectura se exhibe, se mide y se vende como una marca de
identidad: la foto en la cafetería, la novela en la portada de Instagram, el
comentario culto en un hilo de Twitter. Lo que antes era un ejercicio de pasión
silenciosa, de constancia íntima, hoy se ha transformado en un acto
performativo. La frase Todo el mundo quiere haber leído y nadie quiere leer
nunca fue tan cierta. La gente está tan preocupada porque los demás vean que
disfrutan de sus aficiones que uno se pregunta si realmente las disfrutan o si
es la validación externa lo que les hace sentirse gratificados. Para quienes
amamos los libros, esta dinámica resulta inquietante: la lectura deja de ser un
refugio para convertirse en un medidor social tan ficticio y engañoso como las
propias redes sociales.
El auge de los audiolibros y las aplicaciones de lectura
rápida refleja esta obsesión por la productividad. Todo se mide: palabras por
minuto, libros por año, “logros culturales” como si fueran pasos en un reloj de
fitness. La literatura ha entrado en la esfera del consumo instantáneo, y con
ello se ha erosionado su dimensión más profunda: la de ser un espacio de
pensamiento autónomo y de libertad.
Salir de casa con un libro, sentarse en una cafetería con un
cuaderno, leer poesía frente al mar… Estos actos, que antes eran gestos de
cuidado personal y cultivo del espíritu, ahora pueden parecer pedantes. Y sin
embargo, constituyen la forma más auténtica de resistencia contra la
banalización del tiempo y del placer. La lectura no es una mercancía, ni un
logro social, ni un post que buscará "likes". Leer es un acto de
presencia, una pausa en la exigencia constante de ser productivo.
Quizás quienes amamos las letras hemos estado demasiado
ocupados leyendo para notar cómo nuestra pasión se convertía en moda. Pero aún
podemos recuperar su sentido original: abrir un libro para nosotros mismos, sin
testigos, sin métricas, sin exhibicionismo. Leer como quien respira, como quien
se reconcilia con la vida, con la memoria y con la soledad. Leer como quien
recuerda que lo humano, en su raíz más honda, está hecho de palabras. Manuela
Almodóvar.









