viernes, 31 de mayo de 2019

VOLVER POR LAS ACERAS SIN MEMORIA


Hace unas semanas se presentó en la Fundación Caballero Bonald el último libro de poemas de Pepa Caro Gamaza. Un conjunto de doce poemas más uno a modo de final, en los que Pepa recrea la personalidad y las vivencias, algunas compartidas por la propia autora, de doce mujeres. Es indisoluble en Pepa Caro dos facetas de su vida que se reflejan en su obra o, mejor dicho, son consustanciales a ella y a sus libros: su nacimiento en Arcos de la Frontera y su vocación de historiadora (es licenciada en Historia General por la UCA). Y de esos dos componentes o herencias (como los llamaría Marina: la biológica y la cultural), se nutren sus versos y su prosa; de ahí libros como ‘El exilio de Zaynab’ (prosa poética), ‘Con todo el invierno dentro’, ‘Las calles de la lluvia’, y finalmente este último titulado ‘Volver por las aceras sin memoria’, con prólogo del gran poeta también arcense Antonio Hernández. Las doce mujeres que Pepa Caro trae a sus versos son de Arcos y pueden dividirse en dos grupos: aquellas que Pepa conoció cuando ya eran mujeres adultas (Magdalena, Carmela, Jerónima, Frasquita…); y aquellas con las que compartió su infancia, adolescencia e incluso experiencias ya adultas, como la maternidad (Margarita, Mami, Laura…). Las primeras, vestidas de negro, con sus rodetes, sus canas, sus pañolones… son mujeres antiguas como sarmientos, como troncos de olivo que nos recuerdan a nuestras abuelas; las segundas, mujeres jóvenes herederas de esa tradición que va pasando de madres a hijas, de abuelas a nietas. Mujeres todas ellas abnegadas, fuertes, luchadoras, sufridas, trabajadoras de su casa, que se agrandan en las dificultades y que saben con ánimo y nobleza esperar y aceptar a la muerte, uno de los temas fundamentales del libro y que Pepa sabe describir con toda clase de imágenes. “Para que conociéramos el dolor / la muerte, el amor, la alegría”, dice uno de sus versos, y así es. ‘Volver por las aceras sin memoria’ recoge en los doce retratos de mujeres todos esos sentimientos y experiencias. El dolor por la pérdida de seres queridos (la viudez también presente en los poemas), por la pérdida prematura de Laura; y también el amor en todas sus versiones y manifestaciones: a la familia, a los hijos, a las amigas, a Dios y el amor conyugal (“…un buen día –era azul el cielo / e insolente la primavera-, / anudó la corbata / a su gentil esposo /y le dijo por primera vez / cuanto lo estaba amando / entre espadañas de Dios y campanas”). Y la alegría de los juegos infantiles, de la llegada de la Navidad, de los veranos que se acaban para “regresar a los cuadernos / o al inconfundible olor a la escuela”. Pepa Caro en la presentación y al hilo de la emotiva lectura de algunos poemas, fue desgranando la historia que se esconde en cada una de estas mujeres, historias llenas, como su verso dice, de dolor, de muerte, de amor y de alegría. Poesía de intimidad, de búsqueda de su infancia, su adolescencia, de sus raíces en esos retratos, en esas mujeres ejemplos de vida, para que a través de los versos de Pepa las aceras recobren su memoria. José López Romero.


HISTORIOGRAFÍA DEL JEREZ


Se celebraron la pasada semana en nuestra ciudad las XXV Jornadas de Historia de Jerez, la tradicional cita anual con la historia local y que en esta ocasión se dedican a la relación de la ciudad con el vino, o lo que es lo mismo “Jerez y el jerez: huellas de una relación histórica”. Esta relación histórica sin duda ha sido total impregnando, y no solo con los olores de los famosos caldos, que también, todos los aspectos de la vida local hasta convertir el vino en el sello distintivo de  Jerez y  que la identifica universalmente. Multitud de trabajos han ido escarbando en este apasionante mundo, y a lo largo de los años han ido aportando intensas visiones desde los más variados puntos de vista sobre esa relación de la que hablábamos antes. Sería ingenuo por mi parte pretender que en estas breves líneas podamos siquiera aproximarnos a dar cuenta de cada uno de estos trabajos, aunque sí nos atreveremos a continuación a relacionar algunos de los más representativos, teniendo en cuenta también la variedad de miradas con las que la investigación se ha acercado a este tema. Entre los trabajos decimonónicos el muy alabado en su día ‘Noticias sobre la historia y el estado actual del cultivo de la vid’ de Parada y Barreto. Por supuesto el ‘Jerez, Xerez, Sherry’ de González Gordon que significó un antes y un después en la investigación sobre el mundo del jerez, gozando de varias reediciones y convirtiéndose en casi un libro de culto. Avanzando mucho en el tiempo mencionar entre los muchos trabajos de Alberto García de Luján ‘La viticultura del jerez’, pero también la rigurosa y espléndida visión que nos deja Fernando Aroca  en ‘De la ciudad de Dios a la ciudad de Baco’, aspecto temático en el que ahonda también el arquitecto José Manuel Aladro con su libro ‘La Construcción de la ciudad Bodega’. Entre los numerosos trabajo de Javier Maldonado  destacaríamos el ya clásico ‘La formación del capitalismo en el marco del Jerez’ y por mencionar algún libro de autor foráneo que haya dejado huella ‘El vino de jerez’ de Julian Jeffs. Sin duda no están todos los que son pero sí son todos los que están. Ramón Clavijo Provencio.



viernes, 10 de mayo de 2019

EN LA NOCHE DEL MUNDO


A veces con el fin de reducir la poesía a sencillas operaciones, se habla de poetas que después de sus primeros poemas o libros no deberían de haber escrito nada más, y de esos otros que van envejeciendo como los buenos vinos, y los que fueron aquellos sus versos de juventud, se van transformando con el paso del tiempo (que es sabiduría, experiencia y dominio), en poemas de solera, que llenan el paladar más exigente. Mauricio Gil Cano pertenece a este segundo grupo de poetas, como así lo atestigua su último libro titulado ‘En la noche del mundo’ (ediciones Dalya, 2019. Con prólogo de Juan Diego Fernández). Con un valor añadido en el caso que nos ocupa y que ya he señalado en otra ocasión: Mauricio es de esos poetas que viven la literatura sin añadir a lo último ninguna preposición (ni “para” ni “por” y mucho menos “de”). Vida y literatura, sin más. Y de la misma manera que ya ha entrado de lleno en su madurez, de igual forma notamos una mayor conciencia, una maduración, un dominio del arte, el tono más personal, en definitiva, con el que el poeta se va sintiendo más a gusto. Y es entonces cuando el verso sale más reposado y sentido. ‘En la noche del mundo’ se divide en tres secciones: “Entre tinieblas”, “Lira cristiana” y “Homenajes”, aunque quizá habría que hablar de dos partes, más una coda en la que el poeta rinde su verso a amigos y familiares, de lo que después nos ocuparemos. La unidad del libro se puede observar en la tensión que se establece entre las dos primeras partes, una tensión que se resuelve en la contraposición “oscuridad/luz”. Una oscuridad en la que el poeta se pregunta por la existencia de Dios, lo que le lleva a hacerse las preguntas universales: y si no existe, ¿existimos nosotros? ¿podemos existir sin Dios? Como nos plantea en poemas “Muerte de una idea” o “Sobre la vida eterna”. Así, para Mauricio el hombre vive esa gran travesía del desierto en busca de un Dios como un ángel caído, en la oscuridad de noches sin sueños (“El verso que anuncia”). Un Dios que a veces es el del Antiguo Testamento, pero sobre todo ese Cristo al que ve el poeta sufrir en la cruz y con él se duele: “Traspásame, Señor, con esa lanza / y clávame la luz de tu armamento. / Inúndame de sol, de firmamento, / incéndiame los ojos de esperanza”. Y después de la tinieblas, la luz. La luz de ese Cristo convertido en un Dios amor, en la más pura tradición cristiana y a quien se acerca el poeta para beber de él la caridad, la belleza, todos los dones de la vida: “Hay que dar cada mañana /gracias a Dios por la vida -¡recuerde el alma dormida…!- / pedir al río que mana / que riegue cada besana. /Hay que pedir al buen Dios / ventura para ir en pos / de una nueva primavera, / por florecer a su vera / en la hora de nuestro adiós” (“Maitines”). Tres sonetos a su madre bajo el título de “Dios te salve” y el poema “La paz definitiva” dedicado a su hermana Mª del Carmen son los pasajes del libro más cargados de emotividad. Como emotivos y festivos son los homenajes que cierran el libro, entre los que destacan los  dedicados a Pilar Paz Pasamar y Vicenta Guerra. El gusto por los versos y estrofas clásicas, especialmente el soneto, es una constante en el libro, en el que también Mauricio va descubriendo a sus maestros y referentes de su poesía. Un poemario de madurez. José López Romero.

LOS LIBROS QUE NO LEEREMOS


No era la primera vez que escuchaba a alguien –esta vez a un conocido filólogo- afirmar que  no leía nada que hubiera sido editado “después de Quevedo”, aunque más que la afirmación lo que me sigue sorprendiendo es la utilización de este recurso  por parte de algunos, para manifestar su desdén por el panorama editorial actual. Todo es, por supuesto,  puro teatro y una forma de defensa, y por supuesto de crítica hacia la marea de publicaciones intrascendentes que nos inunda y que nada aportan al panorama literario salvo desvalorizarlo. Mucha culpa de ello, es evidente, está en la popularización de las nuevas formas de edición y comercialización,  y, en definitiva, a la falta de controles. Pero tampoco hay que ignorar que  desde siempre, no solo hoy día, a los lectores se les trata de engañar de muy diversas maneras, como  a aquel capitán Delano, creación de Melville, que al abordar el navío Santo Domingo trataba de descubrir a los amotinados de sus prisioneros. En relación a todo esto que decimos, y como contraste, me viene a la memoria un curioso personaje que conocí muchos años atrás. Ya anciano era muy popular entre un pequeño círculo de universitarios con pretensiones literarias, que frecuentábamos el bohemio local donde paraba. Tenía facilidad y conocimientos para hablar de los más diversos asuntos o personajes de la literatura, pero se mostraba reacio, incluso hostil cuando le pedíamos nos descubriera algunos de sus escritos. Cuando alguna vez lo hizo, siempre a regañadientes, acrecentaba su halo de misterio por la calidad y belleza de aquellos fragmentos.  Nunca confesó ambiciones literarias ni supimos de alguna creación suya que fuera editada. El tiempo pasó y  los paisajes y personajes que frecuentaba, como este del que les doy cuenta, fueron difuminándose y desapareciendo. Pero desde entonces no he dejado de preguntarme sobre cuántas obras anónimas habrían podido dejar su huella en la extensa historia de la literatura, si sus anónimos creadores como el anciano de mis recuerdos, no hubieran considerado el escribir más una condena que un camino hacia la gloria. Ramón Clavijo Provencio.