viernes, 27 de abril de 2018

B.A.E.


El 25 de enero de 1856 Cándido Nocedal, a la sazón miembro del Partido Moderado, presentaba en el Congreso de los Diputados una proposición: el gasto a cargo del presupuesto del Ministerio de Fomento de 400.000 reales para la compra de ejemplares de la Biblioteca de Autores Españoles (B.A.E.), que serían repartidos entre los centros de enseñanza de todo el país. Argumentaba dicha inversión el político en los siguientes términos: “mientras haya en el mundo un resto de buen gusto, mientras haya amor a las letras, mientras haya afición al estudio, no se borrarán jamás nuestros monumentos literarios. Allí donde no llega nuestra espada, allí donde no alcanza nuestra influencia política, allí llegará el nombre glorioso e inmortal de Cervantes y de Lope, de Calderón y Quevedo. En vano es que se hayan borrado nuestras conquistas; no por eso ha desaparecido nuestra nacionalidad, porque no estaba en nuestras conquistas ni en nuestras influencias: estaba en nuestros monumentos literarios”. Tenía claro Nocedal o, al menos, se puede deducir de sus últimas palabras que la cultura de un país es lo que realmente lo identifica como nación y, por ello, es responsabilidad de los políticos preservar y proteger cualquier manifestación cultural, en este caso la célebre Biblioteca de Autores Españoles, como medio de difusión de nuestros clásicos, esos escritores por los que somos conocidos en todo el mundo. Al mismo tiempo, con aquella subvención o compra de ejemplares se mejoraba la economía de la editorial de Manuel Rivadeneyra, que publicaba la colección y que no atravesaba por sus mejores  momentos. Hoy, todas las campañas de fomento o animación a la lectura, desprovistas ya de ese matiz patriótico tan del gusto decimonónico, tienen como fin la mejora de la competencia lectora especialmente de niños y jóvenes, cuyos índices de lectura por sus bajos porcentajes llegan a producir cierta alarma entre las autoridades culturales y docentes. Pero ¿hay alguna iniciativa que podamos comparar con aquella del diputado Nocedal? Es ya una resignada afirmación de que cuando faltan o escasean los dineros públicos, los grandes damnificados son los proyectos culturales, que de inmediato pasan a los cajones de los políticos sin muchos remordimientos de conciencia; y así, en los centros educativos desde hace sus buenos años no se reciben ni libros ni una dotación especial para su compra, con lo que las modestas bibliotecas escolares se nutren o con cargo al presupuesto general del centro, cada vez más menguado, o con la aportación de las sufridas Ampas. Dicho de otro modo, las campañas de animación a la lectura, presentadas a bombo y platillo, dependen de la voluntad, gratia et amore, de los que en ellas participan; y en las aulas, de los profesionales que a pesar de los escasos medios, no dejan de predicar en el desierto las bondades de la lectura a un público cada vez más desafecto a ella. Hoy, como a mediados del siglo XIX, podemos seguir pensando, al igual que Cándido Nocedal, que en la cultura residen las señas de identidad de una nación, y en los niveles de lectura un elocuente indicador de aquella. Leer el discurso de aquel político moderado en la sesión del 25 de enero de 1856, es un ejercicio muy recomendable para los políticos de hoy. José López Romero.


DETRÁS DE LA SIMPLE ANÉCDOTA

Reconocimiento a los clubes de lectura

Cuando se publiquen estas líneas estarán culminando los actos que en torno al Día Internacional del Libro se han venido celebrando en nuestra ciudad desde el pasado día 21. Actos entre los que no han faltado algunos –quizás no tan llamativos pero sin duda emocionantes- como el celebrado en la Biblioteca Municipal donde se hacía un reconocimiento a los lectores o a las personas que se han significado por su esfuerzo en pro de la lectura en nuestra ciudad. Siempre es bueno que una sociedad muestre interés y reconocimiento a temas trascendentes, y el de la lectura y con ello el homenaje al libro y escritores insignes como Cervantes o Shakespeare es uno de ellos sin duda, pese a que en nuestros días el calendario esté plagado de efemérides, la mayoría de ellas intrascendentes y poco justificadas.  Pero también este año el Día del Libro ha pivotado en torno a un acontecimiento histórico importante y para muchos desconocido como es la inauguración de la Biblioteca Municipal de la ciudad, de la que el pasado 23 de abril se cumplían 145 años. A día de hoy es la única superviviente de aquella red de bibliotecas populares que el ministerio de Fomento trató de implantar en España durante la Primera República, y de la que una tras otra en un periodo muy corto de tiempo fueron desapareciendo salvo la de nuestra ciudad, que ininterrumpidamente ha tenido sus puertas abiertas hasta el momento presente. Pero  este dato, que convierte a la biblioteca jerezana en la más antigua de las municipales españolas, va más allá de lo anecdótico o  curioso, y ese algo es que la ciudad de Jerez es punto de referencia indiscutible para los estudiosos que quieran rastrear el origen de la lectura pública en nuestro país, es decir, cuando algunos intelectuales y políticos –como el ministro Moyano, a nivel Nacional, o Ramón de Cala , Revueltas y Montel o Herrán y Lacoste en nuestra ciudad- se embarcaron en el loable propósito de acercar el libro y la lectura a las clases sociales más desfavorecidas.  Ramón Clavijo Provencio.

viernes, 20 de abril de 2018

UN PERIODISTA SEVILLANO


La tarde del lunes 11 de mayo de 1801, José Delgado Guerra, Pepe-Hillo, no estaba en su mejor forma en Madrid. Ese día toreaba sesión doble, y en la corrida matutina había sufrido un puntazo en una pierna. No sabemos si al entrar a matar tiró la muleta y echó mano al reloj de su padre (“la suerte del reloj”), pero lo cierto es que “Barbudo” lo empitonó por el estómago por más de un minuto, destrozándolo por dentro ante el horror de la reina María Luisa, presente en la plaza, y la angustia de su amigo José de la Tixera, que describió la cogida con todo detalle. Casi cien años después, un periodista sevillano le rendía honores con un “Ensayo biográfico, histórico y bibliográfico”. Era Manuel Chaves Rey, nada que ver, ni él ni su hijo, el también periodista Chaves Nogales, con el personaje que hoy calienta banquillo no precisamente en el Sánchez-Pizjuán. Redactor en “El Liberal”, fue un escritor prolífico que abordó variadas disciplinas: historia, arte, crítica literaria, costumbres, arrimándose incluso a la poesía, la comedia y la zarzuela. El mundo cofrade de la ciudad aún disfruta con “La semana santa y las cofradías de Sevilla de 1820 a 1823”. Sucedió a Guichot como cronista oficial, y fue académico tanto de la Sevillana de Buenas Letras como de la Real de la Historia. En la Biblioteca conservamos una decena de sus obras, entre ellas “Historia y biografía de la prensa sevillana” (1896), “Bocetos de una época” (1892), o “Una carta del rey Neto” (1894), pero lo más singular son tres cuadernos manuscritos y dos “Newspaper cuttings”, unos álbumes plagados de recortes de prensa y sabrosas fotografías de la época. Estas piezas, además de únicas, son un interesante testimonio de la Sevilla de finales del XIX y principios del siglo XX: reuniones o banquetes de los partidos políticos, como el del Partido Liberal en 1909 con discurso de un tal Pedro Rodríguez de la Borbolla ; biografías manuscritas sobre sevillanos ilustres, efemérides, y sobre todo críticas de sus obras en periódicos como El Baluarte, El Noticiero Sevillano, El Cronista o El Universal, entre otros muchos. Chaves era auxiliar del Archivo y Biblioteca Municipal, donde había pasado años de sesudas indagaciones. De hecho, algunos contemporáneos vieron en él a un investigador serio y concienzudo más que a un consumado escritor, un “observador perspicaz y curioso, cuya constancia y laboriosidad para rebuscar y revolver los archivos y bibliotecas le dan una supremacía sobre sus méritos como buen literato”, según narraba El Progreso a propósito de su folleto “Pro-patria: dos héroes sevillanos” (1893). Lo cierto es que había empezado a escribir a muy temprana edad, pasando a mejor vida apenas cumplidos los cuarenta, por lo que si su legado no es de una excelente calidad literaria, sí constituye una generosa aportación a la cultura de la capital de Andalucía. Por eso se exponen algunos de sus cuadernos, incluido el dibujo que le hizo Diego Ballester que ilustra este artículo, en “No solo libros”, la muestra que se exhibe en la Biblioteca de Jerez. NATALIO BENÍTEZ RAGEL.

EL MÉTODO


“-Pá. Ya sé cómo nos vamos a hacer ricos”. Mi hijo siempre preocupado por los aspectos espirituales de la vida. “Ya sabes que ahora me ha dado por las novelas policiacas” (¡claro que lo sé! La madre, una blanda, no para de comprarle novelitas al niño). “Y después de unas diez que llevo, el método es el mismo, y como dice mamá: conocido el método… Pues bien, lo primero, el muerto, lo segundo el detective o policía, o mejor, una pareja de ellos, después la trama, y si esta es por intereses económicos o políticos, perfecto, y completan los personajes los típicos y siniestros asesinos a sueldo y los cabecillas cínicos y despiadados; desenlace final y a forrarnos”. Un discurso que, como puede comprobarse, desprendía literatura por todos sus poros. Y aunque parte de razón no le falta a mi hijo en lo que al método se refiere, porque buena parte del género negro está cortado por el mismo patrón, la categoría literaria de unos y otros autores marca la diferencia entre una buena novela y otras que podemos tirar a la basura sin remordimiento alguno. No es lo mismo, ni comparable, un González Ledesma que un Stieg Larsson. Y en esto de lo policiaco ha sido tanto el furor de la moda que todos (y cuando digo “todos” me refiero al género humano y no sé si incluir también al animal, porque hay novelas por ahí que no son humanas) se han lanzado a la frenética carrera de escribir un relato negro, y ¡así han salido algunos!. De tal manera que no hay país casi en el mundo que no tenga un buen elenco de escritores dedicados a la novela policiaca.  Por mi parte, también debo entonar el “mea culpa”, aunque compartido con mi amigo y compañero de página, Ramón Clavijo. “Bueno, y a todo esto, ¿a mí en qué me afecta “tu método” y tus ganas de forrarte?” “Pá, está claro. Yo pienso y tú ejecutas. Ya sabes, el principio universal de la idea y la acción.” “Entonces, si no he entendido mal, tú me cuentas la historia que te inventes y yo escribo la novela”. “Y vamos a 70-30. Ya estoy viendo la trilogía. Un pastizal, Pá.” “¿Y por dónde andas de la idea?”, “¡si empezamos con presión…!”. José López Romero.

viernes, 6 de abril de 2018

EL XEREZ DE LUIS PÉREZ SOLERO


El paso del tiempo va difuminando en muchas ocasiones iniciativas que, precisamente con el trascurrir de los años, van adquiriendo ante nuestros ojos una importancia que quizás en el momento que surgieron nunca se les reconoció. Una de estas iniciativas directamente relacionada con la difusión del vino de Jerez, y por tanto con poner en valor el que durante siglos ha sido el motor económico de la ciudad que le da nombre y su seña de identidad, nacería cuando aún no había terminado la Guerra Civil española, y fue debida al entusiasmo casi exclusivo de una persona: Luis Pérez Solero. No nos engañemos, quizás los aciagos años en los que surge el proyecto editorial “Xerez” auspiciado por la casa González Byass, explique el porqué años después conozcamos poco de aquella publicación seriada, incluso los ejemplares que se conservan sean raros y, por tanto, tentación no solo para los profesionales o amantes del vino universal que surge de la campiña jerezana, sino para bibliófilos y coleccionistas.  El proyecto que ideó Pérez Solero consistía en sacar a la luz doce cuidados álbumes, cada uno dedicado monográficamente a  un aspecto relacionado con el vino de Jerez, y que a lo largo de muy pocos años estuviera culminado. El proyecto no llegó a  realizarse según lo previsto por su creador, pero nos queda del mismo sus dos primeros números. Dos magníficas publicaciones: “Visitando la Bodega” de enero de 1938, y  “La Campiña Jerezana” de septiembre de ese mismo año. Cuando sale a la luz este segundo número ya su creador vaticinaba las dificultades que presentía para culminar el proyecto felizmente: “Por causas ajenas a mi voluntad, este número no pudo ser publicado a su debido tiempo. Espero, y Dios lo quiera, que los sucesivos aparezcan pronto….” Pérez Solero, como es sabido, era un burgalés que es contratado por los González en 1935 para impulsar la imagen de la marca, y cuya creación más conocida –y que quizás ha ensombrecido otros importantes logros conseguidos en su larga y brillante carrera profesional como publicista- fue la “humanización de la botella de “Tío Pepe”. Por tanto la revista “Xerez” es una de sus primeras y ambiciosas iniciativas, y que como decíamos al principio el paso del tiempo –y también para algunos, la nada disimulada inclinación de su fundador hacia el bando franquista- amenaza con difuminar. Los dos primeros números a los que nos referimos en este breve artículo, y salvo una pequeña colaboración del escritor Federico García Sanchíz, son en su totalidad fruto del espíritu creativo de Pérez Solero: cientos de fotografías y  dibujos junto a unos textos dignos de ser rescatados del olvido, logran mostrarnos lo que fue históricamente, pero también lo que significaba el vino de Jerez en el primer tercio del siglo pasado, y con él los personajes y paisajes vinculados a este universal mundo del “jerez” que tanto debe a un personaje singular y genial como Luis Pérez Solero. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

RAP


“Father. Acabo de leer un libro de poesía, en el que se incluyen poemas para rap. Conque ya te puedes ir olvidando de tus Garcilasos, tus Góngoras, tus San Juan de la Cruz, y hasta de tus Machados y Salinas, te pones un poquito más moderno, que falta te hace (pulla gratuita), y empiezas a explicar en tus clases y a tu alumnado las nuevas direcciones, los caminos de la actual poesía”. “Hija mía, cuando te pones a leer, parece ser que no puedes resistirte a la crítica. Seguramente el libro que has leído se titula ‘Nosotros los de entonces’ de José Manuel Benítez Ariza. Como ves, estoy al tanto de esas moderneces que dices. Te agradezco el interés, pero permíteme que te recuerde quién en este asunto es el profesional”. Mi hijo, como ausente, pero atento: “Ahí ta dao, niña”. “Bueno, si quieres seguir aburriendo a las ovejas es tu problema o, mejor dicho, problema de tus alumnos ¡pobrecillos!” (ironía gratuita). “2 a 1”, mi hijo en modo marcador simultáneo. “Pues ya que tanto te interesan mis alumnos, te voy a dar una lección. Partiendo de la base de que hasta vuestras redacciones escolares (¡¡pocas redacciones se hacen en estos tiempos!!) con motivo del Día del Padre o de la Madre me parecían verdaderas obras de arte, porque las hacíais con el corazón, para mí cualquier texto escrito con sentimiento y que despierte en el lector cierta emoción, es digno de llamarse literario, aunque la verdadera calidad debe ir acompañada de la técnica, de esos mecanismos necesarios para que todo escritor se exprese de forma adecuada. Y eso es trabajo, esfuerzo, conocimiento… lo que Lorca definía de la siguiente manera: “No sé si soy poeta por la gracia de Dios o del diablo, pero mi trabajo me cuesta todos los días”, o la famosa frase de Picasso al decir que cuando le vinieran los musas a visitar, esperaba que lo cogiesen trabajando. El rap, como cualquiera otra manifestación artística tendrá esos mecanismos técnicos y merece respeto y reconocimiento, aunque confieso que soy más de boleros”. “Antiguo no, de parque jurásico, father”. “Razón lleva la niña, Pa. 3 a 2”. “La paga peligra”. “Pues dejémoslo en empate”. José López Romero.