sábado, 16 de diciembre de 2023

CURAN

En un anuncio de tv. un famoso entrenador afirma convincente que “el fútbol lo cura todo”. Yo que he sido futbolero toda mi vida, dudo del poder sanador de este deporte, por mucho que nos intente convencer el mismísimo Simeone. A menos que se entienda por proceso curativo los insultos a los árbitros y a los jugadores del equipo rival, los exabruptos racistas escondidos bajo el amparo de la masa, etc., el llamado desahogo del energúmeno. Nunca he visto que un descerebrado que insulta, que agrede o que acuerda con los descerebrados del equipo contrario pegarse una paliza se curara de su mentecatez ni siquiera viendo a su equipo ganar; sino todo lo contrario, persiste terco en su imbecilidad crónica. En cambio, sí puedo afirmar categóricamente, aunque mi persona no disfrute del prestigio de Simeone, que los libros sí curan, y están especialmente indicados para  enfermedades de nuestro tiempo. Y como prueba, valga la iniciativa que podíamos leer hace unas semanas que han tenido algunas farmacias de Galapagar de recetar libros contra la soledad, campaña promovida por la ONG “Acervo Intergeneracional”. No hay mejor establecimiento -afirma el reportaje- que una farmacia, pues a ella acuden a diario las personas que más sufren esta enfermedad: los mayores. La lectura es sólo el principio de todo un proceso curativo que pasa por el intercambio de opiniones, los comentarios, el taller de lectura, hasta lograr el objetivo último: formar una familia en torno a los libros. Incluso esta ONG también ofrece “la posibilidad de convertirse en una pareja lectora. Es decir, un voluntario y un beneficiario se organizan para leer juntos y así descubrir temas de los que hablar para combatir la soledad. Todo gracias al increíble poder que tiene la lectura y a una muestra de lo que se llama “escucha activa”, nos informa el reportaje. Y hace ya un tiempo saltó a los medios de comunicación otro reportaje titulado “biblioterapia literaria”, una iniciativa que la doctora Ella Berthoud había puesto en práctica en su consulta: les hacía a sus pacientes un pequeño test de sus gustos lectores y les recetaba las novelas indicadas para sus dolencias. Una terapia que no es tan moderna ni disparatada, pues la lectura en el antiguo Egipto ya se consideraba “medicina para el alma”. No cabe ninguna duda de que leer favorece la actividad cerebral y la capacidad de imaginación y de evocación de recuerdos, como también el espíritu crítico, tan necesario en estos tiempos. Como todo deporte, para un aficionado el fútbol es fuente de alegría, de felicidad y, sobre todo, de pasiones, que deben controlarse con el sentido común y la buena educación (“Respeto”). ¿Curar? al energúmeno que vemos en los estadios ya no lo cura ni la mejor de las novelas. José López Romero.

  

JEREZ. FOTOGRAFÍA Y LIBROS

Son muchos los libros de fotografías dedicadas a Jerez de afamados fotógrafos que han ido viendo la luz a lo largo de los años. En este sentido sería imperdonable no recordar aquel ‘Fermento’ firmado por Alberto Schommer con textos de Francisco Bejarano, el ‘Jerez sueña’ de Eduardo Pereiras o ‘Acto de mirar’ de José Antonio Carmona fruto de largos años de experimentación con la cámara. Ellos son solo unos ejemplos del rico  y efervescente panorama de la fotografía que se vive en Jerez desde hace unos años –con la “Agrupación fotográfica jerezana” como gran referente-, materializado en exposiciones algunas de ellas con la fortuna de editar un catálogo en papel, que no es pequeño legado. Sin embargo, son pocos los libros editados que hayan contemplado la fotografía desde las dos perspectivas históricas posibles: bien introduciéndonos en la propia historia de la fotografía jerezana con sus principales hitos y protagonistas, o bien para contarnos la historia de nuestra ciudad a través de la fotografía. En Jerez esta visión de la fotografía desde la historia la inició el ya mencionado Eduardo Pereiras Hurtado que con aquel ‘La Historia de la fotografía en Jerez en el siglo XIX’ (2000) profundizaba en una parcela historiográfica hasta ese momento poco o nada hurgada por los investigadores. Luego llegaría otro libro también fundamental aunque este centrado en darnos una visión de la historia del Jerez contemporáneo desde las imágenes, pero especialmente desde la fotografía. Se trataba de ‘100 años de imágenes de Jerez’ (2010) firmado por Diego Caro, Ramón Clavijo y Fátima González, libro que a día de hoy sigue siendo pionero en cuanto a enfocar la historia desde esa perspectiva. Finalmente, no podemos olvidarnos de la interesante obra del malogrado Adrián Fatou que nos legara, siguiendo de alguna manera la estela de Eduardo Pereíras, dos libros de gran valor documental ‘Identidades’ (2010) y ‘Arquitectura de una mirada’ (2013), del que ahora se cumplen diez años y  que se presentó en el marco de una gran exposición inaugurada en Jerez bajo el mismo título. Ramón Clavijo Provencio.   

viernes, 1 de diciembre de 2023

EL FALANGISTA QUE ESCRIBÍA CUENTOS

El 16 de agosto de 1942 tiene lugar en el santuario de Begoña un encuentro de militares monárquicos en homenaje a los requetés caídos durante la Guerra Civil.  A los pies de la basílica numerosas personas claman contra la Falange y Franco, algo nada novedoso habida cuenta del ambiente de inestabilidad que vivía el Régimen franquista durante aquellos meses en los que militares monárquicos clamaban por la restitución de la monarquía.  A la salida del acto se produce un terrible atentado perpetrado por un falangista que no dudó en lanzar una granada a la multitud allí congregada. Aquel atentado provocaría la reacción de Franco que iniciaría una purga en la Falange y destituiría a su cuñado Serrano Suñer. Por aquellos meses a un falangista de viejo cuño, el jerezano Julián Pemartín, primo de José María Pemán y que ostentaba entre otros cargos la Dirección del Instituto Nacional del Libro, le preocupaban otros problemas como los que le estaban generando los representantes catalanes de la industria del papel, o los derivados de su empeño por volver a recuperar la Feria del Libro en Madrid. Y fue en aquellos meses confusos cuando Julián llegó a comentar que se relajaba “escribiendo cuentos infantiles”. Tras el atentado de Begoña, Julián, casualidad o no, se ilusionó con un proyecto que llevaba tiempo madurando y muy alejado de aquellos textos sobre la Falange y su fundador que hasta el momento había publicado. El cuento que ahora redactaba, ‘Garbancito de la Mancha’, bebía de tradiciones catalanas pero también del cuento clásico. En esta ocasión aquel texto no iba a ser solo un regalo a sus hijos, quería que saliera de las cuatro paredes del domicilio familiar y se introdujera en todos los hogares de aquella España en ruinas. Dos años después aquello fructificó en la bella edición de 1943 que publicó la editorial Calleja con unas bellas ilustraciones del artista Arturo Moreno. Pero lo que nunca hubiera imaginado Julián es que su  ‘Garbancito de la Mancha’ iba a tener más recorrido del inicialmente previsto. Alguien debió pensar que ¿por qué no amplificar los ideales de aquel cuento, tan acordes con el espíritu que para la infancia y juventud postulaba el primer franquismo, a través del cine?  Finalmente la idea la llevó a la práctica el director José María Blay estrenándose la película un 23 de noviembre de 1945. Lo cierto es que aquella película basada en el cuento de Julián Pemartín trascendió más allá de su mensaje adoctrinador, al convertirse en la primera historia animada en color (Dufay Chrome) rodada en estudios europeos. Tras numerosas vicisitudes en las que se le llegó a perder la pista a la película, se localizaron en un anticuario de Nueva York las cintas originales que finalmente pudieron ser adquiridas en 2019 por la Filmoteca Nacional Española. Ramón Clavijo Provencio.

 

 

LA OTRA REALIDAD

Leo ‘Algo va mal’ del reconocido historiador británico Tony Judt (1948-2010). Sus reflexiones sobre los beneficios y perjuicios de la socialdemocracia en los Estados occidentales a lo largo del siglo XX, son tan interesantes como incontestables. Defiende Judt que en países de tanta influencia en Occidente como EE.UU. e Inglaterra (con los gobiernos de Ronald Reagan y George W. Bush en el primero, y los de Margaret Thatcher y Tony Blair en el segundo) se ha impuesto un capitalismo a ultranza e inhumano (ya saben: “los ricos, cada vez más ricos, y los pobres…”). Y como ejemplo, la política de privatización de servicios que le corresponden al Estado mantener por el bien de sus ciudadanos. Lo que en teoría parece una buena idea (se vende el servicio, lo que supone ingresos para las arcas públicas y el Estado se libra de una responsabilidad), en la práctica ha sido muy diferente, porque -dice Judt- no ha “representado ninguna ventaja colectiva evidente… La privatización es ineficiente”. Y como consecuencia de ese abandono de la responsabilidad del Estado y de esa ineficiencia, la lucha por la igualdad, por la justicia social, por la movilidad social está pasando desde hace décadas por una crisis que el mundo actual aún no sabe cómo ajustar o solucionar. Pero ¿qué pasa cuando el ciudadano no quiere luchar por esa igualdad, por la justicia y la movilidad social? En ‘Algo va mal’, como sospecho que en ningún estudio sobre la situación social y económica del mundo actual, en ningún momento se trata el problema de esa masa de ciudadanos que se conforma con los subsidios (la famosa “paguita”) que el Estado les da, no porque no encuentran trabajo, sino porque no quieren trabajar. Es el mismo caso del alumno que no quiere estudiar, que se dedica a no hacer nada en clase porque sabe que el sistema lo pasará de curso, aunque tenga todas las asignaturas suspensas; y así estamos creando la sociedad de individuos del nulo esfuerzo y de analfabetos no funcionales, sino totales y absolutos, pero que son muy útiles para las elecciones. ¡Qué razón tuvo y siendo teniendo Ibsen! José López Romero.

 

viernes, 17 de noviembre de 2023

¿DEJADNOS LEER!

El título de este artículo más parece un grito desesperado en esta sociedad de la Inteligencia Artificial que, precisamente, el título con que mi amigo y compañero de esta página, Ramón Clavijo, ha sacado a la luz el libro en el que repasa la historia de nuestra Biblioteca Municipal en el marco de la lectura pública en España. En cualquier caso, ¡dejadnos leer!, me refiera al grito o al libro, no deja de ser un aviso, una voz de alarma de un sector de la sociedad, el lector, que se siente cada vez más arrinconado, arrumbado, como fuera de un tiempo en que la letra impresa ha perdido el prestigio, el poco que ya le queda, y se ha convertido en una especie de secta molesta, incómoda, a la que se la mira con tanto asombro como desprecio. La lectura en este país nunca ha sido una actividad que haya gozado de la estima y la admiración, sino más bien se ha tratado con indiferencia y desatención. Y son los estudiosos del libro y de la lectura, como Ramón Clavijo, los que con sus trabajos se empeñan en devolverles el antiguo esplendor de que gozaron en otro tiempo, ese en el que los políticos legislaban para hacer llegar la cultura a todos los rincones de nuestro país, en el que se crearon las bibliotecas municipales en pueblos y ciudades de nuestra geografía, entre las que se cuenta la jerezana, la más antigua de Andalucía, inaugurada el 23 de abril de 1873. Una rica historia de ciento cincuenta años no exenta de vicisitudes, de buenos, malos y muy malos tiempos y que pese a ello, se ha mantenido y se mantiene en pie y en plena actividad gracias a los excelentes profesionales que la han dirigido, gestionado y cuidado de sus fondos. En este sentido, una de las reivindicaciones que en muchas ocasiones le he oído a Ramón es el patrimonio bibliográfico en general y el de la Biblioteca Municipal, en particular; patrimonio al que le dedica en su libro la segunda parte. Una reivindicación muy oportuna porque los ciudadanos ajenos al libro lo suelen ver con desapego, y muchos lectores lo tratan como un simple divertimiento, y se nos olvida con frecuencia que el libro es un objeto valioso, que alcanza en los círculos bibliófilos cifras que pueden competir con las mejores obras de arte, y que esa riqueza patrimonial también forma parte de la riqueza cultural de una ciudad como una iglesia o un retablo. Un objeto valioso y también peligroso, porque la historia, la más oscura de la humanidad, cuenta también con páginas en las que se recogen la quema de bibliotecas que fueron en su tiempo los grandes templos de la cultura universal; o la no menos ominosa requisa de libros que sufrió nuestra Biblioteca Municipal durante los años más duros del franquismo, como también recoge R. Clavijo en el libro. Por eso ‘¡Dejadnos leer!’ no solo es la historia de nuestra Biblioteca, sino también un grito, un aviso de que el libro y la lectura nunca desaparecerán. José López Romero.

  

DE AQUELLOS ENCUADERNADORES

Paseando por algunas callejuelas del casco histórico de Cádiz me vino  a la memoria, ante un local cerrado en los bajos de un edificio centenario necesitado de una rehabilitación en la calle Cánovas del Castillo, el taller de encuadernación en el que tantas veces llevé colecciones de fascículos, aquella moda que se impuso a finales de los años setenta del pasado siglo y que renacía todos los años con la llegada del otoño. Por aquellos años este tipo de artesanos vinculados al universo del libro proliferaban en la ciudad y no era infrecuente verlos trabajar in situ, pues muchos de ellos tenían ubicados sus negocios en locales pequeños donde el mostrador de atención a los clientes y el taller compartían un mismo espacio. En algunos de estos talleres no solo se encuadernaban fascículos o libros desencuadernados por el uso o que requerían una intervención modesta, sino que el artesano encuadernador tenía suficientes conocimientos como para restaurar alguna que otra encuadernación decimonónica o acometer empresas mayores; incluso en los talleres más antiguos y herederos del pasado colonial de la ciudad el curioso podía identificar papeles de arroz o de seda procedentes de Japón, incluso aromáticos o de pan de oro procedentes del continente asiático. Hoy los “Galván” o los talleres gestionados por Instituciones vinculadas al Patrimonio Bibliográfico son los últimos vestigios de esta hermosa profesión en aquella ciudad. Como en Cádiz en Jerez, pese al desconocimiento mayoritario de nuestro pasado cultural en lo referente a la historia del libro, los impresores y encuadernadores ambulantes comenzaron a frecuentar  la ciudad en el siglo XVI,  ciudad que fue la quinta andaluza en establecer un taller de impresión y encuadernación permanente. Durante los primeros años del siglo XX los  impresores proliferaron al abrigo de la bonanza que trajo la industria vinícola. “Jerez Industrial” (“Gráficas del Exportador”) y más recientemente “Al Andalus” fueron referentes de la pujante industria tipográfica (25 imprentas en la primera mitad del siglo XX), y a la sombra de ella también progresará una actividad protagonizada por esos modestos artesanos encuadernadores que, con sus pequeños talleres, salpicaban las callejuelas del Jerez intramuros y sus aledaños. Ramón Clavijo Provencio.   

viernes, 3 de noviembre de 2023

LOS BRUMOSOS ORÍGENES DE LA NOVELA NEGRA EN ESPAÑA

Durante el largo periodo de la posguerra española y especialmente el que abarca el primer franquismo, la novela negra apenas sobrevive en nuestro país, ya que el evidente interés por este subgénero literario se ve coartado por la restrictiva política que en torno a determinadas publicaciones aplicaba el Régimen surgido de la Guerra Civil. Este querer y no poder por parte de los lectores de la época de acceder a estas publicaciones, llevó a situaciones curiosas y a algunas aparentes paradojas. Una de ellas era que si bien todo lo que llegaba del exterior, en este caso el género negro, era meticulosamente escudriñado por la censura y muchos de sus más relevantes representantes eran vetados o cuando no se daba a la imprenta versiones al castellano retocadas; en cambio, muchos escritores y escritoras represaliados de nuestro país  se escondían bajo seudónimo  publicando novelas policiacas -en esos formatos de bolsillo, los bolsilibros o “libros de a duro”, que tan populares se hicieron entre el público- para subsistir. ¿Pero podemos considerar a esas novelitas los antecedentes del género negro en España, novelitas publicadas principalmente por Bruguera? Evidentemente no. Si estas colecciones policiacas circulaban libremente en la España de la posguerra era por su carácter marcadamente alejado de cualquier crítica social o política, o atisbo de sexo en sus escenas, y sus protagonistas estaban muy alejados de esos detectives que llegaban de allende del Atlántico, inclinados al whisky y las mujeres, duros de pelar (“hard-boiled”) como el Mike Hammer de Spillane o el Sam Spade (en la imagen) de Hammet. Por estos lares las tramas de estas novelitas, para evitar la censura, se situaban bien en escenarios indefinidos o en otros países especialmente Norteamérica, una Norteamérica de cartón piedra. Ello independientemente de que el carácter alimentario con el que se escribían estas novelas hacía primar la cantidad sobre la calidad literaria. Si ya en España la tradicional novela policiaca tardó en aparecer a través de escritores y escritoras propios, la novela negra autóctona solo progresó en nuestro país tras la muerte de Franco, y lo hace de la mano de dos grandes: Francisco González Ledesma, que ya había hecho su travesía del desierto durante la posguerra publicando bajo seudónimo (Silver Kane), y que ahora crea al singular inspector Méndez, y Manuel Vázquez Montalbán, que hace lo propio con el ya legendario Pepe Carvalho. Luego vendrán muchos más como Juan Madrid o Alicia Jiménez Bartlett  encabezando un largo etcétera. Pero una vez dicho esto no deberíamos olvidarnos de que en los estertores del franquismo nos topamos con ‘Los atracadores’ de Tomás Salvador, novelista al que su vinculación con el Régimen condenó al ostracismo, y Francisco García Pavón, también caído en el olvido, que con ‘Las hermanas coloradas’ (1970) inicia una saga protagonizada por el policía rural Plinio. Ramón Clavijo Provencio 

¿TÚ TAMBIÉN, ROJAS?

Leo en el estudio previo a la monumental edición de ‘La Celestina’ de la editorial Crítica, a cargo de Íñigo Ruiz Arzálluz, que “Rojas fue un lector de best sellers”, entre los que se encontraban allá por finales del siglo XV la ‘Fiammetta’ de Boccaccio, la ‘Historia de duobus amantibus’ de Eneas Silvio Piccolomini, el gran poeta del siglo Juan de Mena y, por supuesto, la novela sentimental ‘Cárcel de amor’ de Diego de San Pedro. Todo un conspicuo licenciado en Leyes, un escritor ocasional pero que dio a luz una de las obras más importantes en la historia de la literatura española, un hombre que supo ahondar como pocos en los caracteres de sus personajes, convertido en lector de esa lista de “los más vendidos” con la que hoy incitan los medios de comunicación a los lectores que no distinguen entre la buena literatura y el interés de las grandes editoriales por publicitarse. De vez en cuando curioseo estas listas que van especializándose por géneros, por temas e incluso por recomendaciones de alcance universal: “las diez novelas históricas que todos deben leer”, “las veinte novelas negras que nadie debe perderse”, “los cincuenta libros que recomienda la universidad de Oxford (no podía ser otra) que todo ser humano debe leer a lo largo de su vida”… y así una larga y variada enumeración de listas de libros que tienen en común la pertenencia a grandes y potentes editoriales y, en consecuencia, la ausencia total de las pequeñas, y con ellas de autores y obras que bien merecerían ser incluidos al menos en listas alternativas, independientes, al margen de intereses comerciales. Pero, claro, estas listas alimentarían una competencia que ni las editoriales ni los propios medios de comunicación estarían dispuestos a consentir, aunque estén incitando a consumir una literatura en muchos casos de muy dudosa calidad. Fernando de Rojas no sufrió la influencia de estas listas, fueron los propios gustos de los lectores de la época los que decidieron convertir a Boccaccio, a Piccolomini o a Juan de Mena en autores de éxito. El tiempo les ha dado la razón, el mismo tiempo que se la quitará a estas listas de hoy. José López Romero.   

 

viernes, 20 de octubre de 2023

PRISIONEROS

El 7 de diciembre de 1639 el rey Felipe IV mandaba a prisión al escritor Francisco de Quevedo y Villegas. ¿El motivo? Cuenta la leyenda que el rey se había encontrado días antes debajo de su servilleta un poema o memorial que comienza: “Católica, sacra, real Majestad, / que Dios en la tierra os hizo deidad”, y que venía a criticar el gobierno de su valido don Gaspar de Guzmán, el todopoderoso conde-duque de Olivares. Quevedo, ya de sesenta y un años y con todos los achaques de una mal llevada vejez, fue recluido por cuatro años en el Convento Real de San Marcos en León, lugar del que el propio escritor llegó a confesar que había pasado más frío que en ninguna otra parte. Una leyenda la del memorial, aunque las opiniones en torno al poema están encontradas; mientras que José Manuel Blecua, uno de nuestros grandes especialistas en la poesía de Quevedo, había demostrado hace tiempo que el poema pertenecía a esa larguísima lista de apócrifos del poeta madrileño, otro investigador, Fernando Plata Parga, ha vuelto sobre la autoría de Quevedo. Sea el que fuere el motivo por el que el rey mandó encarcelar al gran don Francisco, lo cierto es que a nadie en la Corte le era ajena la inquina que este le tenía a Olivares; una inquina que don Gaspar correspondía con la misma saña. Quevedo moriría dos años más tarde de su excarcelación en Villanueva de los Infantes, “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos, / y escucho con mis ojos a los muertos”.

En mayo de 1934 fue denunciado y arrestado Ósip Mandelstam y condenado a tres años de destierro en los Urales a consecuencia de haber publicado un poema el año anterior contra el gran genocida del siglo XX Iósif Stalin. El poema, que comienza con estos versos: “Vivimos insensibles al suelo bajo nuestros pies, / nuestras voces a diez pasos no se oyen. / Pero cuando a medias a hablar nos atrevemos / al montañés del Kremlin siempre mencionamos”, sólo fue un simple motivo para la purga de intelectuales ordenado por el régimen que de forma totalitaria había impuesto “el montañés del Kremlin”. Fue la primera de una serie de detenciones sufridas por uno de los grandes poetas rusos del siglo XX, y con la prisión el largo e inhumano peregrinar por pueblos, por tribunales y por la represión de un Estado al que no le temblaba la mano para meter en la cárcel a cualquier ciudadano o el fusil ante el paredón.  De ello nos ha dejado un terrible testimonio la esposa de Mandelstam, Nadiezhda, en su libro ‘Contra toda esperanza’ (Acantilado). Un escalofriante régimen del terror que le lleva a Nadiezhda a escribir: “Escogimos todos el camino más fácil: callábamos en la confianza de que no nos matarían a nosotros sino al vecino. No sabíamos siquiera quién entre nosotros mataba y quién se salvaba, simplemente, gracias a su silencio”. Liberado, Ósip Mandelstam fue arrestado nuevamente en 1938, durante la Gran Purga. Murió en un campo de trabajo forzado cerca de Vladivostok, en el extremo oriental de la URSS, ese mismo año. José López Romero.

 

  

1933-1944: LOS ORÍGENES DE LA FERIA DEL LIBRO

Cuando lean ustedes estas líneas los claustros de Santo Domingo de nuestra ciudad estarán acogiendo un año más la Feria del Libro, y sus estancias y luminosas galerías estarán tomadas, en el buen sentido del término, por los stands de las librerías participantes y esperemos que por cientos de lectores y lectoras buscando nuevas lecturas. Son ya algo más de 90 años los que nos separan de la celebración de la primera Feria del Libro que se organizó en nuestro país, la cual se levantó en el madrileño Paseo de Recoletos, junto a la Biblioteca Nacional, un 23 de abril de 1933. Fueron entonces 20 las editoriales participantes las que ofrecieron lo más granado de sus respectivos catálogos a los visitantes a lo largo de la semana en la que esta se celebró. Aquella primera Feria del Libro y las que siguieron en tiempos republicanos fueron de iniciativa privada, pero lo cierto es que su celebración no hubiera sido posible sin una  política legislativa -en los primeros años de la II República sobre todo- que pretendía lograr una mayor accesibilidad al libro por parte de la sociedad en general. El estallido de la Guerra Civil acabó con todo aquello y habría que esperar hasta 1944, cuando nuestro país vivía los momentos más duros de la posguerra, para volver a ver levantarse los stands de las librerías en el Paseo de Recoletos (aún pasarían unos años antes de trasladarse al parque del Retiro). Pero no estuvo esta primera Feria del Libro organizada en tiempos del franquismo exenta de problemas. Recogen las crónicas periodísticas de la época cómo algunos falangistas levantaron pilas de libros en los accesos a la misma y procedieron a su quema, lo que desde luego no era la mejor manera de animar a los interesados en visitarla. Pero la dura legislación en torno al libro y su férreo control sobre la accesibilidad de la población en general según a qué tipo de publicaciones, hacía que aún a finales de los años 40, cuando el Instituto Nacional de Libro Español (INLE)  organizador de la Feria madrileña era dirigido por el jerezano Julián Pemartin, se vivieran este tipo de actos desafortunados. Ramón Clavijo Provencio   

viernes, 6 de octubre de 2023

YA ERA HORA

El otoño es una época tradicionalmente propicia para el lanzamiento de novedades literarias, y quizás influya en ello la cercanía del periodo navideño que, como sabemos, es el momento en el que las ventas –se vende de todo y por supuesto, faltaría más, también libros- alcanzan el pico anual. No es de extrañar pues, que muchas editoriales reserven pacientemente sus mejores apuestas para ese momento, y ello pese al  excesivo número de novedades que irrumpen de repente en el mercado al mismo tiempo, y que dificultaran la visibilidad de muchos libros, sobre todo de aquellos que no tienen el respaldo de un gran sello editorial. Pues bien, en estos prolegómenos otoñales, entre las muchísimas novedades hay una que sin duda está destacando sobre las demás, y que como ya muchos habrán adivinado, es la novela ‘El problema final’ de Arturo Pérez Reverte. Cuando digo destacado sobre las demás, no entiendan que con ello estoy juzgando su calidad o interés en relación a otras novedades que estos días van presentándose ante los lectores (como la última e interesante propuesta de Muñoz Molina, ‘No te veré morir’, o la de Irene Vallejo con ‘La leyenda de las mareas mansas’, entre otros muchos), simplemente doy fe de una realidad como es el protagonismo indiscutible que dicho libro está acaparando en los medios de comunicación, tanto especializados como generalistas desde su aparición,  atención que viene acompañada en este caso, no lo olvidemos, por el cómplice respaldo de los lectores. Lo cierto es que he leído ‘El problema final’ y me he divertido mucho  transitando por unas páginas llenas de guiños literarios y cinéfilos - un acierto recordar a través de Francisco Foxá, uno de sus personajes, a esos autores que sobrevivían en nuestro país durante la larga posguerra, con aquellas novelitas policiacas sin muchas pretensiones pero que hicieron furor entre el público de la época-. Es esta una novela elegante, llena de diálogos salpicados de útiles observaciones para el lector inteligente, lo que se traduce en una placentera lectura, uno de los principales objetivos de cualquier novela que se precie. Pero hay algo que creo debemos agradecer por encima de todo al autor con la publicación de este libro, y es esa reivindicación de la mejor novela policiaca, esa que pasó al olvido entre otras razones por la irrupción del subgénero negro que también hoy, como la novela clásica ayer, sufre los embates de escritores y escritoras que hacen un flaco favor sacrificando literatura por la truculencia más zafia. ‘El problema final’ (guiño a otra novela de Conan Doyle) además de hacernos partícipes como lectores de una excelente historia, es un conseguido homenaje a los clásicos policiacos muchos de los cuales hoy sólo podemos encontrarlos bien en librerías de viejo, almacenados y olvidados en depósitos de bibliotecas públicas o en reediciones de algunas valientes editoriales como Valdemar o Siruela. Ya era hora.  Ramón Clavijo Provencio.

FRUNCIR EL CEÑO

Me encuentro en Internet una página web titulada “Escuela de escritores” en la que se recomienda no usar expresiones como “piernas torneadas”, “pechos turgentes” y “fruncir el ceño”, a las que se añaden otras expresiones (“silencio sobrecogedor, espiral de violencia, las lágrimas acudiendo a los ojos, marco incomparable, mar de dudas, mirada cómplice”) que lejos de mejorar el estilo de los escritores principiantes, acaban estos por caer en clichés vacíos de contenido e intención, que sólo delatan ante los lectores el poco esfuerzo, la escasa imaginación del creador. Nadie está a salvo del uso de estas expresiones, pero una cosa es utilizarlas y otra muy distinta abusar de ellas. Acabo de leer dos novelas en las que el abuso de “fruncir el ceño” es muy llamativo. La primera tiene su justificación: su autora es una escritora muy novel que apenas ha echado el primer diente de leche en esto de la literatura y, por tanto, desconoce los registros y mecanismos para no caer en una repetición tan molesta y que afea sin duda el relato. Habrá que recomendarle la página “Escuela de escritores”. Pero la segunda pertenece a una escritora ya reconocida y avalada por numerosos premios. Hasta quince “fruncir el ceño” le he contado a su novela, como si ni su autora ¡ni su traductora! hayan sido capaces de echarle un poco de más esfuerzo o imaginación para no incurrir en tanto “ceño fruncido”. No son nuevos estos clichés que señalaba Alejandro Marcos, el autor de la página web. Las novelas por entregas decimonónicas o, en general, la literatura popular siempre ha manejado o manoseado este tipo de expresiones vacías como mecanismo repetidor que facilitaba la labor tanto del autor, exigido por las prisas de la entrega, como de un lector poco exigente. Por ello, no estaría mal decidir la calidad de una novela por las veces en que sus personajes “fruncen el ceño” o se lanzan “miradas cómplices” o se sumergen en un “mar de dudas”, así la labor del crítico también se vería facilitada ante productos de escaso interés. Por mi parte, cada vez que vea una de estas expresiones, torceré el gesto. José López Romero.

  

domingo, 6 de agosto de 2023

LECTURAS DE VERANO II

Los pioneros de Doñana (1872/1959)

Jaime Bohórquez. Guadalmazán, 2022.

Curioseando sin rumbo entre los estantes de una librería, llama mi atención la bella portada de un libro que reproduce el dibujo del excelente pintor y naturalista William H. Riddell. Luego me atrapa definitivamente su temática: Doñana en aquellos tiempos anteriores a ser un paraje natural protegido. Con una prosa fluida  en la que intercala con maestría documentación gráfica y recreaciones históricas fundamentadas en una sólida documentación, el lector va conociendo a tres personajes que tanto tienen que decir en los orígenes de ese paraje sin igual: el aventurero y cazador Abel Chapman, el bodeguero Walter J. Buck, y el ya mencionando paisajista Bill Riddell, primero afincado en Arcos de la Frontera y que luego, huyendo de los rigores climáticos, fijaría su residencia en Chiclana. Siguiendo a estos tres personajes, el autor recobra una historia que se diluía en el tiempo rescatando material gráfico y documental hasta ahora poco conocido. Un libro fascinante. R.C.P.

La segunda amante del rey

Alonso Cueto. Penguin Random House, 2017.


Prolífico escritor peruano (Lima, 1954), Alonso Cueto cuenta con una tan dilatada como exitosa y reconocida carrera literaria, en la que destaca ‘La hora azul’. Aunque el argumento de ‘La segunda amante del rey’ no puede ser más tópico: triángulo amoroso, en el que Gustavo Rey, como vértice superior, hombre ya maduro y de éxito en los negocios, casado con Lali, se enamora de una de sus empleadas, la joven Jossy. Y para impedir que lo que no debería pasar de una de sus muchas y consentidas aventurillas fuera a mayores, Lali contrata a un profesional para seducir a la amante. Pero la novela de Cueto trasciende la situación tópica no solo por el perfil de los personajes, en los que destaca la esposa, una señora de muy pocos escrúpulos cuando se trata de conseguir lo que quiere (el fin justifica los medios), sino también por el dominio en el desarrollo de los acontecimientos y el lenguaje utilizado. Excelente. J.L.R. 

sábado, 15 de julio de 2023

LECTURAS DE VERANO I

Guía de Viaje por el Imperio Romano


Marco Sidonio Falco/Jerry Toner. Crítica, 2022.

Es sin duda este un libro sorprendente, cuando tan difícil hoy día es sorprender al lector. Quizás sea uno de sus méritos, pero indudablemente no el único para el  que se aventure a seguir a través de estas páginas, el viaje del noble romano Marco Sidonio Falco por las rutas de aquel Imperio que dominó el mundo durante siglos. Se vale el autor de una singular forma de enfocar la ruta: crear un personaje ficticio que vive en el periodo de mayor esplendor del Imperio romano, para en un viaje también en el tiempo trasladar al lector a modo de crónica las experiencias de su viaje. De esta manera Jerry Torner, un continuador de la gran escuela británica de historiadores del mundo clásico, nos va recreando la tupida red viaria que recorría el imperio, la experiencia del viajero en las posadas, eso sí, atestadas de chinches, el fascinante bullicio de las ciudades mediterráneas de la época... El resultado de este singular viaje no puede ser más fascinante para el lector. R.C.P. 

Los ingenuos


Manuel Longares. Galaxia Gutenberg, 2013.

Doce años después de la primera edición de su deslumbrante ‘Romanticismo’, Manuel Longares publicó esta novela corta que recrea en tres partes la vida de una familia en tres de los periodos preferidos del escritor: los años 40, los comienzos de los 60 y la muerte de Franco. Periodos que también le sirven de marco a su obra ‘Las cuatro esquinas’. Y como ya es característico de Longares: Madrid como espacio central de sus narraciones; en este caso la Puerta del Sol y sus carteles de cine, y sus calles aledañas (modestia y prostitución). En uno de los inmuebles de la calle Infantas tiene la portería la familia formada por Gregorio, Modesta y sus dos hijos, Goyo y Modes. Una familia a la más pura vieja tradición española: las mujeres deben cuidar de los varones, mientras estos, como Gregorio, se dedican a sus fantasías y veleidades. Como toda novela de Longares, excelente literatura. J.L.R.

viernes, 30 de junio de 2023

ATRACTIVO

“Por qué los hombres que leen son más atractivos que los que no lo hacen y son mejores parejas”, leo el artículo firmado por Ana Bretón y publicado en una revista dominical. Y de inmediato se lo enseño a mi mujer, y no tiene otra cosa que hacer que mirar la ilustración que acompaña al texto (un cuerpo de casi dos metros de insultantes músculos y juventud leyendo un libro, tirado en una tumbona, y en el que apenas se adivina el bañador). Los ojos de mi mujer iban a la ilustración y volvían a mí en ese gesto tan indiscreto como molesto de la comparación. “¡Qué fácil es hoy hacer un titular de un artículo!”, le escuché. Y acto seguido llamó a cónclave a la toda la familia. ¡Y otra vez el mismo proceso! Los ojos de mis hijos iban de la ilustración a mi cuerpo (les ahorro la descripción). Y después se queja la madre de a quién han salido estos niños. “¡Hombre! ¡Pá!”, sentenció mi hijo con un condescendiente golpecito en el hombro. Mi hija, más observadora y objetiva: “En algo se parece a ti, father. En cómo sujeta el libro”. Los tres se miraron y el silencio fue realmente humillante. Pero no habéis entendido nada, les dije. No se trata de que al leer un libro me convierta en el joven de la tumbona (gesto de decepción de mi mujer), sino que a buena parte de las mujeres los hombres que leen les resultan más atractivos. Es más, añadí en un desesperado intento de convencimiento, leed el subtítulo: “Ni el timbre de voz, ni el olor corporal, ni la altura, ni tener un culete respingón o planisférico... No. Varias encuestas confirman que lo que las mujeres consideran sexy de verdad es que los hombres lean libros. Y además, las parejas de lectores duran más”. No os olvidéis de ese “además: son mejores parejas y estas duran más. Incluso las faltas de ortografía se consideran faltas de educación, como yo he defendido siempre… Me quedé solo con mis argumentos… y mis lecturas. Y esto me trajo a la memoria aquellos turbulentos años del final del Franquismo y los comienzos de la Democracia, en que muchos jóvenes acudían con sus trencas y sus pantalones de pana a tomar una cerveza en Los Caracoles con algún libro en la mano, invariablemente las ‘Poesías Completas’ de Antonio Machado publicadas en Austral, a ver si salían de aquella tan prolongada como inconfesable sequía de relaciones con el sexo femenino. Sin duda, la pose cultureta era un reclamo o, al menos, eso pensaban los tan inocentes como esperanzados que al final no se comían una rosca. Ahora parece que la cosa ha cambiado, y tanto que en tan excelente reportaje (una fotocopia ya está expuesta debajo del cristal de la mesita de noche) se afirma: “el 65% no mantendría relaciones sexuales con alguien que no fuese capaz de distinguir entre 'haber' y 'a ver', 'hecho' y 'echo', 'entorno' y 'en torno'”. Yo siempre he sabido distinguir “haber” y “a ver”, “hecho” y “echo”…, y no cometo faltas de ortografía, me insinúo a mi mujer. “¡Anda! Sujeta este libro -me dice-. Son las ‘Poesías Completas’ de Machado”. Hay días en que es mejor no leer nada, ni revistas.  José López Romero.

MIRADAS SOBRE LA HISTORIA DEL LIBRO: JEREZ

Observo con satisfacción cómo el interés general por la historia del libro va en aumento desde hace algunos años. Y no me refiero solo al éxito incontestable a nivel popular de ‘El Infinito en un junco’, esa historia del libro en la Antigüedad escrita por la filóloga Irene Vallejo, sino a otros libros que precedieron al mencionado como aquel de Luciano Canfora ‘la Biblioteca desaparecida’ (Trea), ‘La Biblioteca en llamas’ de Susan Orleam (Planeta) o ‘Ladrones de Libros’ de Anders Rydell (Desperta Ferro), entre otros. Incluso se está convirtiendo en habitual novelar pasajes de esa historia o de algunos o algunas de sus protagonistas, como es el caso de ‘La Coleccionista’ de Marie Benedith y Victoria Christhoper Murray (Planeta), que se detiene en la apasionante vida de Belle da Costa Green,  desde sus comienzos en la Biblioteca de Princeton hasta dirigir la Biblioteca Privada del magnate J. P. Morgan. Todos estos libros a los que nos referimos tienen en común el objetivo de desvelar aspectos de esa Historia General del libro poco conocidos por el gran público, pero también, y  por otro, el haber logrado ese tono ideal para hacer llegar sus respectivos contenidos a los lectores, hasta el punto que han conseguido una respuesta masiva por parte de estos. En el año 2003 coordiné un grupo de especialistas (García Romero, Vega Geán, López Romero, Vega Alonso) en un proyecto ilusionante: preparar una Historia del libro que finalmente saldría editada bajo el título ‘Historia General del Libro y la Cultura en Jerez’. Por entonces ya estaba muy lejana aquella ‘Historia de la Imprenta en Jerez de la Frontera’ de Rodríguez Moñino, y sin embargo pocos historiadores hurgaban aún en esta parcela histórica. Afortunadamente veinte años después de aquel 2003, han ido editándose trabajos muy interesantes que se han detenido en este poco estudiado aspecto de la historia local. Juan Antonio Moreno Arana, Rosa María Toribio Ruiz, Miguel Ángel Borrego Soto, Javier Jiménez López de Eguileta, o José García Cabrera, entre otros, con paciencia, meticulosidad y conocimientos, afanándose en proyectar luz sobre esta apasionante parcela histórica, van dejando huella en este aún poco transitado camino. Ramón Clavijo Provencio

viernes, 16 de junio de 2023

UNA EXPOSICIÓN BIBLIOGRÁFICA PARA DISFRUTAR: "NOVELA NEGRA Y POLICÍACA"

Hoy traemos a esta sección de libros una exposición bibliográfica -no son precisamente de las que más se ofertan en esta ciudad-, “Novela negra y Policíaca. De Edgar Allan Poe a Carmen Mola”, que puede contemplarse en la Sala de exposiciones de la Biblioteca del Campus de esta ciudad (UCA). Mi impresión tras visitarla -impresión como lector pero también como seguidor del género policiaco-, es la de haber disfrutado a la par que nos encontramos con un más que digno homenaje a este tipo de literatura que siempre gozó de gran predicamento entre los lectores, pero que desde hace unos años vive momentos de especial esplendor. En esto último sin duda ha sido decisiva la irrupción en el género, y en muy corto espacio de tiempo, de numerosos escritores y escritoras que han elevado el nivel literario de la novela policiaca y han desterrado –sobre todo en nuestro país- aquella imagen que  arrastraba injustamente desde la posguerra, de que era el refugio alimenticio de escritores censurados y perseguidos por el régimen franquista, y que solo a través de este tipo de novelas populares y de consumo rápido –recuerden las “novelas de a duro” o los “bolsilibros”- podían subsistir. Pero la novela policiaca o negra, siempre ha tenido grandes autores engrandeciendo el género con excelentes libros, pues no todo lo que se publicaba estaba destinado al consumo rápido, ni tan siquiera en sus lejanos y confusos orígenes donde encontramos nombres inmortales como los Edgar Allan Poe, Emile Gaboriau, Conan Doyle o Emilia Pardo Bazán en un largo etcétera que llega hasta el día de hoy.  Pues bien, volviendo a la exposición de la Biblioteca del Campus de la UCA en Jerez, lo primero que nos ha sorprendido gratamente es el gran trabajo de síntesis y selección realizado. Primero con unos paneles explicativos que nos van llevando por dos siglos de literatura policiaca, utilizando un lenguaje divulgativo pero que no renuncia a proporcionar datos curiosos e interesantes. Textos intercalados entre las vitrinas en sus lugares adecuados –algo que no siempre se consigue- para que los visitantes tengan a mano la información esencial al mismo tiempo que van contemplando las numerosas piezas expuestas. Se aprecia que los libros seleccionados lo han sido primando el que estos nos vayan llevando de la mano por las etapas más significativas del género, desde esos oscuros orígenes que antes mencionábamos, hasta llegar al momento actual con un guiño que es de agradecer a la novela policiaca o negra que se publica en la provincia de Cádiz. Gran trabajo el de los bibliotecarios encargados de esta selección como José Manuel Brenes Rendón y María José Adánez. También nuestra enhorabuena a Aurora Márquez, directora de la Biblioteca del Campus jerezano -en la que no olvidemos existe desde hace poco tiempo una sección especializada en Novela Policiaca- por tan atractiva Muestra. Ramón Clavijo Provencio.

ORTOGRAFÍA

“Eres bastante culta: no cometes faltas de ortografía y ni siquiera usas abreviaturas. ¿Eres más mayor?”, le comenta un personaje a una anónima chateadora en la novela ‘Nunca pasa nada’ de José Ovejero. Los dos rasgos por los que es calificada de “culta” (no cometer faltas y no utilizar abreviaturas) hace ya mucho tiempo eran requisitos indispensables para aprobar los niveles básicos del sistema educativo. Ahora, en estos procelosos tiempos de los emoticones, de las abreviaturas y de las faltas de ortografía, es decir, del desprecio total y absoluto por nuestra lengua (ya bastante vilipendiada en la misma geografía nacional), ser una persona cuidadosa y, sobre todo, respetuosa con ella es signo inequívoco de ser “mayor”. Y lo más lamentable es que es así. Si no utilizas los mecanismos comunicativos de las redes sociales, en especial las abreviaturas y los símbolos, te delatas: eres un viejo. A ningún joven, en su insano perjuicio, se le ocurriría mandar mensajes a sus amigos como las normas de la lengua establecen, y así lo que se utiliza a diario se convierte a su vez en norma y en signo de distinción por contraposición: lo joven frente a lo viejo y trasnochado. Incluso por ahí andan manuales y estudios sobre este nuevo lenguaje que algunos pretenden elevar a código. No lo verán mis ojos. Pero lo que sí ven todos los días es la perniciosa influencia de este nuevo arte de comunicarse en este tiempo sobre los escritos de nuestros jóvenes, en una despreocupación alarmante por ese arte de la buena escritura y no digamos de la correcta oralidad. Y digo “alarmante” porque no encuentro, ni entre los pliegues de la nueva Ley de Educación (la llamada LOMLOE) ni una referencia a la ortografía, ni a los criterios de evaluación de esta. Es más y como un buen indicativo del respeto que actualmente merece, en la PEvAU (Selectividad) en el examen de Lengua solo se le puede descontar un máximo de dos puntos a un alumno/a por muchas faltas de ortografía que cometa. Quizá tenga toda la razón el personaje de Ovejero: la ortografía ya es propia de la edad, como los achaques, como el dolor de corazón. José López Romero.

sábado, 3 de junio de 2023

HUYSMANS

¿Cómo conocí a Joris-Karl Huysmans? Pues por el procedimiento habitual: un libro me condujo a este escritor francés de la segunda mitad del siglo XIX. Aquel libro es la novela de Emilia Pardo Bazán ‘La madre Naturaleza’ y, en concreto, la referencia que Ignacio Javier López (su editor de Cátedra, Letras Hispánicas) hace sobre la importancia de Huysmans como uno de los escritores que inicia la literatura decadentista como superación del Naturalismo imperante. Una influencia en nuestros novelistas (Galdós o la misma Pardo Bazán), que ya intentaban nuevos caminos narrativos ante el hastío o cansancio de los principios naturalistas. Es más, doña Emilia conoció personalmente a Huysmans en uno de sus frecuentes viajes a París, a través de la tertulia literaria de los Goncourt. Y como no podía ser de otra manera, dados los méritos de tan eximio autor, no pude resistirme  a la tentación de leer alguna de sus novelas, y la que encontré en el mercado fue la titulada ‘A contrapelo’ (‘À rebours’) que, en opinión general, inicia ese decadentismo finisecular. Después de su lectura, curioseé en Internet en busca de opiniones y críticas sobre ella, y me topo con el artículo titulado “Huysmans y el fin de siglo hispánico: un apunte” (en https://books.openedition.org), en el que su autora, Julia Amezúa, repasa la influencia que ejerció este escritor francés en los autores hispano-americanos, con especial atención a sus contemporáneos, a la generación posterior y, sobre todo, al impacto que ‘À rebours’ tuvo en nuestra literatura. Y entre las opiniones, confesiones y críticas, la que más me ha sorprendido es la de Guillermo Cabrera Infante (el célebre novelista cubano), quien queda hasta tal punto fascinado con el protagonista de ‘A contrapelo’, des Esseintes, que no duda en compararlo “con el héroe Ulises, y equipara al escritor Huysmans al nivel de Flaubert ο de Chateaubriand, por encima de escritores como Balzac ο G. Sand.” (cita del artículo de Julia Amezúa). Quien se atreva a leer ‘A contrapelo’ se dará cuenta desde la primera página hasta la última que está ante una obra que apenas se ajusta a lo que entendemos por un relato y, por tanto, dista mucho su protagonista de ser un nuevo y decadente Ulises, por muy riguroso en su exageración que se ponga Cabrera Infante. Huysmans aprovecha a su personaje, prácticamente el único que aparece en la novela, para exponer toda clase de saberes y opiniones, hasta el punto de que más parece una miscelánea al más clásico estilo del siglo XVI que una novela. Desde los distintos tipos de telas, colores o piedras preciosas, hasta la crítica literaria tanto del mundo grecolatino como de los autores contemporáneos, pasando por los escritores religiosos del Medievo, ‘A contrapelo’ se convierte en una lectura ardua, por momentos muy aburrida y no apta para lectores que buscan en la literatura algo parecido a las maravillosas aventuras del héroe de Ítaca. Amezúa en su interesante artículo (mucho más interesante que la propia novela de Huysmans) también cita la opinión que Luis Antonio de Villena vertiera en el prólogo a la edición de la novela en Bruguera con el título ‘Al revés’ (1986). Delirante. José López Romero.

JEREZ: POLÍTICOS Y ALGUNA VEZ BIBLIOTECARIOS

Semanas atrás, en una clase que impartí en el Aula de Mayores de la UCA sobre la historia del libro en la ciudad, hice mención de algunos personajes que pese a no estar vinculados inicialmente al mundo cultural luego desempeñaron un papel muy señalado en este ámbito. De esos personajes me detuve especialmente en aquellos que durante el Sexenio Democrático, aparte de su labor política, ejercieron en algún momento como bibliotecarios, en los primeros años de la centenaria historia de la Biblioteca Municipal de Jerez. Personajes como Manuel  Bertemati, Modesto de Castro o José de la Herrán y Lacoste. El primero tuvo un significado protagonismo en la convulsa situación política de Jerez durante el Sexenio Democrático y primeros años de la Restauración monárquica, llegando a ser diputado republicano en el Congreso. Otros muchos detalles de su etapa política se pueden encontrar en el excelente libro de Diego Caro Cancela recientemente publicado ‘República y Republicanos en Jerez de la Frontera: 1789-1923’ (Ed. Tierra de Nadie).  Pero poco se conocía de su relevante papel en la gestión de ciertos asuntos culturales como fue la creación de la Biblioteca Popular en 1873, o las conversaciones que mantuvo con el Cabildo Eclesiástico de la ciudad tratando el traslado de los libros expropiados a la Colegial a dicha Biblioteca (ver: José García Cabrera, ‘La Biblioteca de la Colegial. Los fracasados proyectos para convertirla en Biblioteca Pública’. Revista de Historia de Jerez, nº 22). Finalmente, y es este otro dato poco conocido, sería nombrado Conservador de la Biblioteca jerezana en 1876.  No menos interesante es el papel cultural del que fuera Alcalde de la ciudad José de la Herrán y Lacoste, al que se debe que la Biblioteca Municipal no  desapareciera en 1873, logrando abrirla al público en 1876 tres años después de su inauguración oficial, y en la que ejercería como Conservador bibliotecario al final de su vida desarrollando una gran labor hasta su fallecimiento en 1908. De Modesto de Castro, también ex Alcalde de la ciudad durante el breve periodo del movimiento cantonalista en 1874, sabemos que una vez retirado de la vida política ejerció de bibliotecario: nombrado en 1878 por el Consistorio, ha pasado a la historia por ser el primer bibliotecario que con carácter permanente ejercería esa labor en la  biblioteca jerezana. Ramón Clavijo Provencio

sábado, 20 de mayo de 2023

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y EL MUNDO EDITORIAL

Hace unos días fue captando mi atención las intervenciones que en un programa de televisión, unos especialistas realizaban sobre Inteligencia Artificial (I.A.), y más concretamente en torno al controvertido robot conversacional ChapGPT. Mientras los profesores e investigadores de I.A. Javier Cantón (UNIR) y Javier Valls (UGR) disertaban sobre los ventajas, inconvenientes pero también peligros, que representa esta aplicación y sus posibles evoluciones futuras, mi interés aumentó al escuchar al profesor e investigador Álvaro Cabezas (UNIR), ponernos al día sobre la ingente cantidad de bibliografía que se está editando sobre ChapGPT en estos momentos (alrededor de medio centenar diariamente). Pero lo que realmente me sorprendió y por qué no decirlo también me inquietó, fue cuando el mencionado profesor informaba que en estos momentos existe un gran número de publicaciones saliendo al mercado, desde  trabajos divulgativos y de investigación hasta textos que recorren todos los géneros literarios, firmadas por ChapGPT como autor. Recordé entonces, era inevitable, los mundos que imaginaron Asimov (‘Yo, Robot’) o Philip K. Dick (‘Sueñan los androides con ovejas eléctricas’) que ahora sí que parecen alcanzarnos. Más arriba les confesaba mi inquietud por la irrupción tempestuosa del Chap GPT en el mundo editorial, y lo cierto es que una vez terminado el programa del que les daba cuenta más arriba, seguí dándole vueltas a todo aquello y medité sobre sus repercusiones en un mundo tan complejo y con tantos protagonistas como es el de la edición. Y es que esta irrupción de la I.A. se produce en un momento muy difícil si nos centramos en lo literario - yo diría que de desconcierto desde que las autoediciones, la poca rigurosidad en muchos de los textos con pretensiones literarias que salen al mercado, la escasa o nula regulación de lo que llega a los circuitos de distribución y que finalmente lo inunda todo (ahora también textos de ChapGPT)- y hace muy complicado para el buen lector discernir cuáles son los libros que merecen la pena leer entre tanta mediocridad. Hoy los buenos lectoras y lectoras deben  hurgar como los clásicos detectives de la literatura, entre la infinidad de críticas literarias no todas fiables, tratando de encontrar pistas sobre lo que merecería leerse, por supuesto desechar el bosque de las pocas objetivas campañas publicitarias de tal o cual editorial y finalmente guiarse también por su olfato, como el inquilino del 221 B de Baker Street. No, la irrupción de la I.A., en este caso ChapGPT, en el mercado editorial no es el inicio del problema, sino un añadido al problema que arrastramos desde hace algunos años, donde también crecen como hongos los aprendices de escritor que se saltan el imprescindible y previo “cursus honorum” de la lectura, mientras los buenos lectores (especie a extinguir) cada vez naufragamos más en nuestro objetivo de encontrar libros que nos sigan proporcionando el placer de la lectura. Ramón Clavijo Provencio

OBSESIÓN

“Yo soy muy obsesivo. Y cuando me da una obsesión, me entrego a ella sin condiciones. He sido lector toda la vida y cuando estudiaba en la Universidad me dio por leer a todos los escritores hispanoamericanos que caían en mis manos; afortunadamente, el colegio mayor donde residía tenía una magnífica biblioteca, porque de otra manera no me podría haber permitido tanta lectura”, me comentó cierto día un gran amigo, a quien lo de obsesivo (y no solo en la lectura, sino en otros ámbitos que nada tienen que ver con el sexo, no sean ustedes malpensados) no hacía falta que me lo jurase. Estudiaba en Granada Química y por aquellos años del franquismo agonizante, el ambiente universitario era un hervidero de inquietudes políticas, entre la ilusión y el temor por lo que estaba por venir, y también culturales, ninguna manifestación artística le era ajena al mundo estudiantil. Cursar Química y devorar las novelas que ya estaban consideradas unos clásicos modernos no era nada excepcional; es más, puedo decir que he tenido compañeros de vocación científica tan buenos y grandes lectores, como pésimos y negados entre los dedicados a las letras, lo que no deja de ser tan admirable como lamentable. De los primeros he aprendido mucho; de los segundos, también pero a la inversa. A riesgo de caer en la generalidad siempre injusta, muy distinto de aquel ambiente es el universitario de ahora. Poco comprometido con la política, quizá ya decepcionado por tanta ineptitud y mentira, y escasamente dado a la lectura, una actividad que pese a los esfuerzos en las aulas poco o nada puede hacerse ante la sociedad de la imagen. De un tiempo a esta parte a mi amigo le ha dado (otra de sus obsesiones) por el baloncesto y por la novela negra; el otro día, sin ir más lejos, me comentó que estaba leyendo ‘La novia gitana’ de Carmen Mola. “Un tostón -me dijo-. Excesiva. La voy a dejar sin terminar”. Bueno, tras tanto éxito incuestionable, alguien tiene que gritar que el rey va desnudo. Y sentado en el bar, mientras espera, paciente, a que la vida le ponga por delante otra obsesión, él pide “otro manchaíto”. José López Romero.

  

sábado, 6 de mayo de 2023

EUROPA

Acabo de leer ‘Europa contra Europa. 1914-1945’ de Julián Casanova. Un ensayo de referencia, breve y muy esclarecedor sobre la historia de nuestro continente en la primera mitad del siglo XX, ese periodo en el que fue el centro de dos guerras mundiales, las más terribles y sangrientas contiendas de la historia de la humanidad. El libro, como todo excelente trabajo histórico que se precie, no es solo un profundo análisis de acontecimientos, circunstancias y protagonistas, sino también un aviso implícito de que nunca podemos y debemos creernos a salvo de peligros, de que tenemos que estar en permanente alerta ante acontecimientos que se repiten y personajes que reproducen comportamientos ya conocidos en otros líderes que llevaron a Europa a su destrucción. La debilidad de las democracias, la pujanza de las dictaduras, el apoyo del capital al poder ejercido de forma totalitaria son peligros que nos acechan y de los que nos advierte Julián Casanova en su excelente libro. Pero de entre todos los datos y conceptos que contiene y que analiza el autor, destacaría dos; el primero, la extrema violencia, la cultura de la crueldad que se manifiesta con toda su crudeza en el exterminio del enemigo. La cita de Albert Camus, en referencia a la caza desatada contra fascistas y colaboracionistas en la Francia de 1945, es en este sentido ejemplar: “Al odio de los verdugos ha respondido el odio de las víctimas. Nos ha quedado el odio… la última y más duradera victoria del hitlerismo… estas marcas vergonzosas dejadas en el corazón de aquellos mismos que lo han combatido con todas sus fuerzas”; y el segundo, el paso definitivo de trasladar la guerra de las trincheras a las ciudades, con la consecuencia de los cientos de miles de víctimas civiles; los bombardeos aliados contra las ciudades alemanas después del fin de la II GM que trató W.G. Sebald en su ‘Historia natural de la destrucción’, son los ejemplos más ilustrativos de ese odio, de la crueldad sin medida, del delirio psicópata de los que ejercen el poder. Julián Casanova aporta el siguiente dato: “Antes de 1914, los civiles muertos en las guerras eran pocos comparados con quienes las combatían. En la Primera Guerra Mundial, las víctimas civiles mortales ya representaron un tercio del total; en la Segunda, superaron los dos tercios.” Lo mismo pasó en la terrible guerra de los Balcanes sin que nadie hiciera nada por impedirla (‘La hija del este’, magnífica novela de Clara Usón). Cuando ahora vemos las imágenes de las ciudades destruidas de Ucrania, de bloques de viviendas donde hace apenas unos meses vivían felices las familias, cuando se nos dan las cifras de víctimas civiles que ya se ha cobrado una guerra que nunca debió tener lugar, no puedo por menos que pensar que estamos ante circunstancias muy parecidas, que seguimos en manos de unos psicópatas que están dispuestos a hacernos saltar por los aires, a exterminarnos con su odio y su crueldad. José López Romero.

 

A LA ESPERA DEL LIBRO OPORTUNO

Tras ‘La España vacía’ (Turner) de Sergio del Molino muchos lectores comenzaron a conocer la problemática de la despoblación -también el abandono de formas de vida ancestrales pero que garantizaban la permanencia de ciertas actividades económicas vitales- en nuestro país. Para ser rigurosos, lo cierto es que antes del mencionado libro ya otros escritores y escritoras habían señalado de una manera más o menos tibia este fenómeno, y no todos fueron tratados ensayísticos sino que también la literatura se hizo eco de ello. Muchos recordarán al hoy olvidado García Pavón pero que con aquellas novelas policiacas protagonizadas por el policía rural Plinio, vino a señalar el asunto décadas antes de la aparición del libro de Sergio del Molino. Pero  lo que sin duda nos demuestra ‘La España vacía’, es el poder de la escritura cuando confluyen ciertas circunstancias, para servir de correa trasmisora y  denuncia de problemas que por otra parte no son nuevos, dándoles así visibilidad. Me asaltan estos pensamientos cubriendo el corto trayecto entre Vejer y Tarifa, unos pocos kilómetros donde la carretera serpentea entre suaves elevaciones buscando el mar y la vegetación prospera ajena al ídolo de la  globalización y la presión turística que desde años tensionan la zona. A principios del siglo pasado escritores como el chileno Rafael Sanhueza Lizardi o los  británicos A.M. Williamson y Keith Clark entre otros muchos, comenzaron a descubrir a los foráneos estos parajes que ya a finales del mencionado siglo eran objeto de preocupación  cuando en escritos como  ‘El paraíso está en Cádiz’ de José Bejarano, se dudaba hasta del perenne viento de Levante, esa especie de “barrera” protectora que hasta el momento parecía mantener a raya a la especulación urbanística, de ese “paraíso” como se empezó a conocer una zona costera que se podría situar entre Roche y Algeciras. Hoy me pregunto, mientras recorro estos parajes costeros, si  tendremos a ese escritor o escritora que finalmente nos regale un libro como ‘La España vacía’, un libro que dé con el tono literario y surja en el momento adecuado, para despertar conciencias sobre la silenciosa pero implacable destrucción de los últimos parajes vírgenes de la costa gaditana. Ramón Clavijo Provencio   

  

sábado, 22 de abril de 2023

HISTORIA DE UNA BIBLIOTECA, HISTORIA DE UNA CIUDAD

Cuando lean estas líneas estaremos transitando por la denominada “Semana del libro”, esa en la que queremos creer por un instante que este país ama la lectura aunque la cruda realidad nos diga lo contrario. Sin embargo, y  entre tanto acto  organizado por la geografía peninsular, este 23 de abril Jerez tiene algo que festejar y que trasciende culturalmente más allá de los límites locales, aunque pase desapercibido para la mayoría. Dicho día se conmemora la creación de su Biblioteca Municipal que este año llega, y son palabras mayores, al 150 aniversario (en la imagen, sala de la antigua sede en plaza de la Asunción. Foto Manuel Hidalgo, 1974). Esta biblioteca, y de ahí lo de trascender más allá de los limites locales, es la única biblioteca a día de hoy heredera de aquel movimiento bibliotecario surgido en nuestro país a raíz del decreto del Ministerio de Fomento en 1869, en pleno Sexenio Democrático, que regulaba la creación de bibliotecas populares. Aquel decreto conocido como  Ley Ruiz Zorrilla, al recibir el nombre del titular de dicho ministerio, trataba de poner a nuestro país al mismo nivel que los países de nuestro entorno en relación a la accesibilidad al mundo del libro, y tuvo un éxito espectacular sobre el papel: entre 1869 y 1883 se llegaron a crear más de 700 bibliotecas, aunque en la práctica fue un rotundo fracaso pues de todas ellas, por muchos y  variados motivos solo queda a día de hoy la biblioteca jerezana. Habría que esperar a la Segunda República cuando con otro Decreto, este de 1932,  se regulaba la normativa para creación de bibliotecas municipales tratando de que en la práctica, como así sucedió, estas no corrieran la misma suerte que las creadas con la Ley de Ruiz Zorrilla. Sin duda conocer la historia de la biblioteca Municipal de Jerez es conocer un trozo de la historia contemporánea de esta ciudad. Personajes relevantes  de la sociedad, la cultura y la política jerezana estuvieron vinculados a ella por uno u otro motivo: Ramón de Cala, Manuel Bertemati, José de La Herrán, Ramón León Mainez entre otros. Una biblioteca que también vivió momentos críticos que logró superar: en 1873, recién inaugurada, estuvo a punto de desaparecer como esos cientos de bibliotecas populares a las que nos referíamos antes. Durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra se vive en ella el asfixiante control que se ejerce sobre el libro, mientras en sus depósitos se custodiaban libros requisados. Y así hasta llegar a etapas que pese a su cercanía y trascendencia resultan desconocidas para la mayoría, como aquellos difíciles años de la Transición, ya finalizada la larguísima etapa en la dirección de la Biblioteca de Manuel Esteve Guerrero (1931-1974), y que culminaría con el traslado a su segunda y actual sede en la Plaza del Banco. Ramón Clavijo Provencio.