viernes, 1 de diciembre de 2023

EL FALANGISTA QUE ESCRIBÍA CUENTOS

El 16 de agosto de 1942 tiene lugar en el santuario de Begoña un encuentro de militares monárquicos en homenaje a los requetés caídos durante la Guerra Civil.  A los pies de la basílica numerosas personas claman contra la Falange y Franco, algo nada novedoso habida cuenta del ambiente de inestabilidad que vivía el Régimen franquista durante aquellos meses en los que militares monárquicos clamaban por la restitución de la monarquía.  A la salida del acto se produce un terrible atentado perpetrado por un falangista que no dudó en lanzar una granada a la multitud allí congregada. Aquel atentado provocaría la reacción de Franco que iniciaría una purga en la Falange y destituiría a su cuñado Serrano Suñer. Por aquellos meses a un falangista de viejo cuño, el jerezano Julián Pemartín, primo de José María Pemán y que ostentaba entre otros cargos la Dirección del Instituto Nacional del Libro, le preocupaban otros problemas como los que le estaban generando los representantes catalanes de la industria del papel, o los derivados de su empeño por volver a recuperar la Feria del Libro en Madrid. Y fue en aquellos meses confusos cuando Julián llegó a comentar que se relajaba “escribiendo cuentos infantiles”. Tras el atentado de Begoña, Julián, casualidad o no, se ilusionó con un proyecto que llevaba tiempo madurando y muy alejado de aquellos textos sobre la Falange y su fundador que hasta el momento había publicado. El cuento que ahora redactaba, ‘Garbancito de la Mancha’, bebía de tradiciones catalanas pero también del cuento clásico. En esta ocasión aquel texto no iba a ser solo un regalo a sus hijos, quería que saliera de las cuatro paredes del domicilio familiar y se introdujera en todos los hogares de aquella España en ruinas. Dos años después aquello fructificó en la bella edición de 1943 que publicó la editorial Calleja con unas bellas ilustraciones del artista Arturo Moreno. Pero lo que nunca hubiera imaginado Julián es que su  ‘Garbancito de la Mancha’ iba a tener más recorrido del inicialmente previsto. Alguien debió pensar que ¿por qué no amplificar los ideales de aquel cuento, tan acordes con el espíritu que para la infancia y juventud postulaba el primer franquismo, a través del cine?  Finalmente la idea la llevó a la práctica el director José María Blay estrenándose la película un 23 de noviembre de 1945. Lo cierto es que aquella película basada en el cuento de Julián Pemartín trascendió más allá de su mensaje adoctrinador, al convertirse en la primera historia animada en color (Dufay Chrome) rodada en estudios europeos. Tras numerosas vicisitudes en las que se le llegó a perder la pista a la película, se localizaron en un anticuario de Nueva York las cintas originales que finalmente pudieron ser adquiridas en 2019 por la Filmoteca Nacional Española. Ramón Clavijo Provencio.

 

 

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