viernes, 15 de marzo de 2019

LIBROS Y GUERRA


Hay un dato contrastado y que algunos de  los que lean estas líneas conocerán, a otros les sorprenderá, cual es que de la ingente producción editorial que nos inunda materialmente cada año, la temática más  repetida y sobre la que más se edita tanto en papel como en formato electrónico, es  la de la II GM seguida de los libros sobre la Guerra Civil española. Como les digo es algo que  se viene repitiendo sin altibajos desde hace años. ¿Tras el dato se esconde el síntoma de algo? Lo ignoro pero creo que es legítimo  interrogarse sobre ello pues, coincidirán conmigo, no es fácil admitir que tanto libro sobre los mencionados y trágicos acontecimientos de la primera parte del siglo pasado, se publiquen por casualidad, por moda o porque la investigación histórica sólo tenga puesto su foco de atención en dichos hechos. Tras ese dato existe sin lugar a dudas un deseo de conocer por parte de los lectores que va más allá de la simple curiosidad. Y mientras ese deseo no sea progresivamente satisfecho -aunque sospechamos que nunca se hallará una respuesta mágica que calme con rotundidad esas ansias de conocer el por qué de tanta tragedia- la obligación de los historiadores es seguir hurgando en ese pasado aún tan cercano. Es precisamente su cercanía la que en parte también explica esa  especie de atracción fatal que sentimos por los repetidamente mencionados hechos históricos, y que vienen a corroborar los datos estadísticos de la industria editorial,  pero junto a ella hay otra sensación más poderosa: un temor inconsciente a que estos fenómenos se pudieran volver a repetir,  pero no con sus mismas formas lo que resulta doblemente inquietante. Javier Cercas declaraba hace pocos días que “el 23 de febrero de 1981 terminamos con la Guerra Civil, pero aún no lo hemos digerido” (La Vanguardia). ¡A ver si va a tener razón! Un dato más:  la paulatina desclasificación de archivos oficiales, proceso más evidente y rápido en los países de nuestro entorno, está haciendo avanzar la investigación y haciendo aflorar aspectos hasta ahora desconocidos que van completando el rompecabezas de la primera mitad del pasado siglo. Muchos años han pasado y muchos datos han salido a la luz desde aquella  edición de Bruguera de comienzos de los años 70 del pasado siglo, del libro de H.G Dahns sobre la II G.M.,  hasta el relato que hoy nos deja sobre ese conflicto, pero también sobre la Guerra Civil española, el británico Anthony Beevor por poner solo un ejemplo. Tampoco podemos olvidar el papel de la buena literatura en su contribución de acercarnos de otra manera, más emocional si se quiere, a estos hechos con libros que ahora se reeditan como los de Chaves Nogales, especialmente a ‘Sangre y Fuego’ (Espuela de Plata. 2014), o la excepcional novela ‘Juventud sin Dios’ de Horváth (Nórdica, 2019), entre otros muchos. Ramón Clavijo Provencio

LA VIDA, LA OTRA


Quizá la viera anunciada en una revista, o en un escaparate o alguien, algún amigo (¿con mala intención?, ya sospechaba de todo) se la recomendara, lo cierto es que se compró aquella novela y a medida que iba leyéndola más se sorprendía del enorme parecido con su vida. La protagonista tenía un marido que se dedicaba a la misma profesión que el suyo, y dos hijos, un niño y una niña, que estaban en la misma edad escolar y practicaban los mismos deportes que los suyos; incluso estaba segura de que había escenas que ella había vivido. Su vida diaria parecía un calco de la protagonista de la ficción. Más de una vez, durante la lectura, se había asomado a la ventana para ver si alguien la espiaba desde otra ventana próxima, como aquella película de Hitchcock. Buscó en Internet a su autor y nada parecía que tuvieran en común, ni siquiera una amistad compartida que le sirviera de fuente de información; ¡imposible!, se decía, más cuando se describían escenas de una intimidad difícilmente conocida por alguien ajeno. Recordó que ya algunos escritores habían tenido problemas con amigos y familiares por basar sus relatos en ellos; sin ir más lejos James Salter perdió a unos amigos porque estos se vieron muy retratados, casi desnudos en su novela ‘Años luz’, y que el mismísimo Vargas Llosa tuvo problemas con su primera mujer, Julia Urquidi, que además era su tía, porque esta se vio demasiado reflejada en la protagonista de ‘La tía Julia y el escribidor’, por lo que incluso respondió al escritor con un libro titulado ‘Lo que Varguitas no dijo’. Un día al saber que el autor acudiría a la firma de ejemplares en una librería céntrica, se acercó hasta allí y cuando le tocó el turno, le espetó: “Te maldigo porque solo me has hecho vivir la vida real, pero no mis sueños, y esto es lo que debe hacer también la literatura, hacerle soñar al lector, hacerle vivir su vida, pero también la otra”. José López Romero.