viernes, 31 de marzo de 2023

INSULTOS

Esto de los insultos me recuerda una escena de ‘El Quijote’ tan olvidada como por desgracia toda la obra de Cervantes. Me refiero al lance que tuvo Sancho con el escudero del caballero del Bosque (2ª parte, cap. XIII), en el que el quijotesco Sancho le recrimina a su interlocutor el uso de la expresión “hideputa” con la que este alude y califica a una dama. La reconvención de Sancho (el trato entre caballeros andantes le debería haber pulido la lengua), es de inmediato replicada por su colega al aclararle que en muchas ocasiones lo que parece un insulto es realmente una exclamación de admiración. Actualmente, ese doble valor mantienen también estas palabras que, usadas con la intención de ofender, tan groseras y bajunas nos parecen. Viene todo esto a colación por el “No nos duele la cabeza, es que no sabéis f.” (le ahorro al discreto lector la grosería), el cántico que algunas feministas (al menos así se proclaman) lanzan a los cuatro vientos en celebración del 8 de marzo, día, como todo el universo sabe, de la mujer. Y este insulto por el que ningún hombre se siente aludido (¡faltaría más!), podría tener un recorrido inverso y, acudiendo al sabio refranero, “no ofende quien quiere, sino quien puede”, más de un marido o pareja de las cantantes le echarán la culpa de la socorrida jaqueca a la frigidez de las dolientes. Amén de lo indecoroso e inelegante que siempre ha resultado airear asuntos de cama. A estas alturas y con todos los problemas de convivencia entre sexos que sufrimos y arrastramos, graves y terribles, que seguimos siendo incapaces de erradicar, deberíamos ser conscientes de que las palabras nunca son inocentes, más cuando conocemos su procedencia, ni nunca los insultos son gratis, porque siempre se termina pagando un precio por ellos. Y en este caso, las que cantan y se adornan, muy orgullosas ellas con sus prendas y lazos morados, ignoran sin duda, porque la ignorancia las hace atrevidas e inconscientes, cuánto daño hacen en la juventud sus eslóganes. Lo que debería ser una fiesta reivindicativa por la igualdad, por el respeto mutuo, por la erradicación de barreras y prejuicios, puede convertirse con unos cánticos groseros que destilan un desprecio que huele a rancio, en un argumento más para la indiferencia, si no para el recelo y hasta para los extremismos. “No nos duele la cabeza, es que no sabéis f.” no es precisamente un eslogan respetuoso, no es la mejor expresión para defender la igualdad, no es la frase más adecuada para enseñarle a la juventud unos valores. Porque todo sectarismo del tipo que sea en lugar de derrumbar muros, los levanta, y en lugar de transmitir valores, radicaliza comportamientos y mensajes que terminan en el peor de los casos en agresividad y violencia. Bien harían estas señoras y señoritas en leer ‘El Quijote’, en empaparse de los valores del gran caballero andante y de la sabiduría popular de su escudero. De esta manera no saldría de sus bocas el exabrupto indecoroso, ordinario y bajuno. Todos estaríamos más satisfechos, y ellas seguro que no sufrirían ese frío y punzante dolor de cabeza. José López Romero.

 

UNAS NOVELAS DE "A DURO" EN EL MERCADILLO

Días atrás, paseando por un mercadillo, reparé en un tenderete donde junto  a la consabida pila de libros descatalogados y de poco interés, había un número nada despreciable de novelitas de bolsillo publicados por las editoriales Rollán y Bruguera, en los años cuarenta del pasado siglo. Los conocidos por entonces como bolsilibros o “libros de a duro”. Entre ellos me llamó la atención aquella portada de la serie FBI de la mencionada editorial Rollán con el título de ‘Una gota de sangre’ y cuyo autor era Fell Marty. Por supuesto que no conocía ese libro ni a su autor, pero el título  captó mi interés por su parecido con aquel de Emilia Pardo Bazán titulado ‘La gota de sangre’ que pasa por ser la primera novela policiaca en castellano (aunque otros autores conceden este privilegio a Alarcón y ‘El clavo’). La novela de Fell Marty que ojeé con curiosidad, como otras de aquel tenderete, no ha pasado a la historia de la literatura como las de la genial gallega; sin embargo, ya camino de casa y con algún librito de la serie FBI bajo el brazo, no dejé de pensar en la ingrata historia que arrastran muchos de los escritores y escritoras que bajo seudónimo por motivos políticos, escribieron este tipo de literatura popular en la España de los años cuarenta. Muchos como Álvaro Cortés Roa (Alv Cortroa) o  Eduardo Guzmán (Edward Goodman)  se refugiaron en el género policiaco, otros lo hicieron en las novelas del oeste (Marcial Lafuente Estefanía). Lo triste es que a aquellos que tenían talento, y que no eran pocos, se les hurtó una carrera más gloriosa si no hubiera mediado la depuración y las sombras del seudónimo para sobrevivir. Pero en otros casos no fue el pasado político el motivo para refugiarse en la literatura de quiosco, sino el esconder un oscuro pasado como es el caso de  Víctor Debidogre que escribió bajo el nombre de Peter Debry en “Servicio secreto” y ‘Punto Rojo” de Bruguera, y nos dejó un buen puñado de bolsilibros, o el de Félix Martínez Orejón, el Fel Marty, al que me refería al principio. Sin duda toda una apasionante historia de la que queda mucho por desvelar.  Ramón Clavijo Provencio

viernes, 17 de marzo de 2023

LA CENICIENTA DEL PATRIMONIO BIBLIOGRÁFICO

En el año 1933 el Ateneo de Jerez puso en marcha una actividad novedosa por aquellas fechas que se denominó “Descubrimiento de Jerez por los jerezanos”, y que trataba de acercar a los ciudadanos su rico patrimonio histórico artístico. Aquellas visitas fueron dirigidas por el entonces joven bibliotecario municipal Manuel Esteve Guerrero. Curiosamente y al mismo tiempo, la Federación de Estudiantes Católicos encargaba al historiador Hipólito Sancho un proyecto similar que también se puso en práctica. Sobre aquellas primeras visitas guiadas a la ciudad, Manuel Esteve se lamentaba de que no hubieran tenido más proyección y eco entre la ciudadanía cuando escribía en El Guadalete de 22 de abril de 1933:   “Eran de esperar del propósito los mejores resultados. Sin embargo faltó sobre todo el elemento popular a quien este curso iba dirigido, y sobre el que había de ejercer la mejor acción; nadie dudará que quien conozca el interés artístico de un monumento, ni lo destruye ni lo quema. Pero ese elemento popular no se incorporará a la obra de la cultura más que por la escuela, y será preciso que en ella se tracen los maestros los primeros surcos sobre los que pueda arrojarse la semilla”. Pero don Manuel Esteve fue también pionero en la difusión del patrimonio bibliográfico a través de exposiciones de diversa temática y  de las cuales la que más repercusión tuvo quizás, fue aquella celebrada en mayo de 1954 con motivo de la semana del caballo y que estuvo precisamente dedicada a este tipo de bibliografía, con más de un centenar de  singulares y valiosas piezas procedente de la imprenta de los siglos XVI al XIX. El trato al Patrimonio sin embargo a lo largo de  los años en nuestra ciudad ha seguido suerte dispar, mientras la concienciación, difusión e incluso intervención  (aunque siempre sería deseable un mayor grado inversor) ha ido creciendo en torno al monumental y artístico (desde esas visitas guiadas que rememorábamos antes), otro gallo canta para el bibliográfico, cenicienta aún pese a la riqueza, singularidad e historia que este patrimonio atesora en nuestra ciudad. Por ello, cuando se ofertan muestras como la que desde hace unos días podemos contemplar en la Galería de exposiciones de la Biblioteca Municipal, nos inunda una gran satisfacción aunque también el convencimiento de que sigue siendo una rareza en el panorama cultural local. La Muestra a la que me refiero, nos descubre cerca de medio centenar de piezas procedentes de las bibliotecas  pertenecientes al Patronato de Misiones Pedagógicas del distrito de Jerez durante la Segunda República, libros incautados durante la Guerra Civil y que tras una ardua investigación del profesor y miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos José García Cabrera, fueron localizados entre los fondos de la Biblioteca Municipal. Una muestra que trasciende pues no solo divulga nuestro patrimonio, sino que nos descubre una parcela de la historia de Jerez desconocida para la mayoría de sus habitantes. Ramón Clavijo Provencio

“¡Pá! ¿o mejor debo llamarte Pó o Pé o Parroba, o Pá/ó/é?”. Mi hijo, con su retranca habitual hurgando en las fibras más sensibles de mis herramientas de trabajo: el estudio de la lengua. “¿Hay algún libro? -sigue la sorna- que se haya escrito en ese lenguaje no sexista e inclusivo que tanto te gusta?”. “No me consta, pero seguro que ya habrá por librerías algún que otro espécimen de ello”, le respondo. “¡Lástima! Ahora que se va acercando tu santo, era el regalo ideal. Lo preguntaré en tu librería y así te lo cargo en tu cuenta” -mi hijo sin tregua; está claro que no hace prisioneros. Si por aburrimiento hacemos la pertinente consulta en Google, son cientos las páginas que abordan este asunto que, pese a la norma gramatical de la RAE y al tiempo ya transcurrido, sigue estando de actualidad y, a veces, con un inquietante control que recuerda a los peores y más sanguinarios cuerpos policiales de los regímenes totalitarios. La sensación de sentirse vigilado es estremecedora y angustiosa. Pero tampoco son escasas las páginas que muestran artículos, tanto de prensa como de revistas especializadas, en que se defiende el criterio de la RAE y para ejemplo de ello, una recomendación: el artículo titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer(se encuentra en Internet fácilmente), cuyo autor es uno de los grandes lingüistas de nuestro país: Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española, Catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid y Ponente de la Nueva Gramática de la Lengua Española; no hay voz más autorizada en la actualidad en lo referente a estas materias que Ignacio Bosque. “¡Pá! ¿a que te gustaría tener una edición en lenguaje inclusivo de ‘El Quijote’, o ‘La Celestina’ en adaptación LGTBI?”, mi hijo hurgando en las fibras más sensibles de mi paternidad. “Yo siempre he defendido que los clásicos hay que leerlos en versión original, nada de sucedáneos o versiones modernas”. “¡Tú siempre tan fanático de tus cosas!”. José López Romero. 

viernes, 3 de marzo de 2023

SOBREVALORADOS

En más de una ocasión y después de cerrar un libro con el firme propósito de no abrirlo nunca más, uno se pregunta por la fama de la que algunos escritores gozan sin que sus novelas valgan ni el peso en papel en que están editadas. Y, por el contrario, muchos otros apenas logran un número de lectores suficiente para que la editorial no los incluya en esa infame lista de autores deficitarios. Una pena. Desconozco de todo punto los resortes para el éxito inmerecido. Todos suponemos que las grandes editoriales apuestan por un autor o autora porque disponen de un competente equipo de selección, aunque ya conocemos historias de los enormes errores cometidos de editoriales que dejaron pasar textos que después se han convertido en clásicos de la literatura contemporánea. De estos errores hasta libros se han escrito. Quizá, en mi modesta opinión, más fácil es que se escape una excelente novela, que se le dé no solo el visto bueno a la publicación de una mala, sino incluso que se terminen por editar todas las obras de un mal autor. Pongamos ejemplos de los que uno siempre recuerda para ocasiones como esta. Agnès Martin-Lugand escribió hace unos años ‘La gente que es feliz lee y toma café’, que se editó en España precedida de un enorme éxito en Francia. Pues bien, solo se salva del desastre literario el título. Una historia ñoña, plagada de tópicos de novelón cursi. Y ahora me entero de que hasta escribió ¡¡¡una segunda parte!!! Para masoquistas. Un desastre. Muy mala. Y de la misma forma podríamos describir ‘Un verano sin hombres’ de Siri Hustvedt. Y el último encontronazo lo he sufrido con la no menos exitosa Amélie Nothomb. Ya había leído de ella hacía un tiempo –como explico en la reseña incluida en esta página- su novelita ‘Ordeno y mando’. He vuelto a esta escritora y si ‘Golpéate el corazón’ me ha gustado, la última que acabo de leer, ‘Estupor y temblores’, es tan mala como los ejemplos anteriores. Es decir, una de cal y el doble de arena. Y sin embargo, es una escritora de fama internacional cuyas obras en nuestro país publica una de las más prestigiosas editoriales. Una novela, con perdón del género, esta ‘Estupor y temblores’ de carácter, al parecer, autobiográfico, en la que la escritora describe y analiza su experiencia como trabajadora de la empresa japonesa Yumimoto, allá por el año 1990. Lo que supuestamente es un retrato de las exigentes condiciones de trabajo de los japoneses, termina por convertirse en un relato de la “degradación” de la protagonista del departamento de contabilidad a limpiadora de los servicios del piso cuarenta y cuatro. ¿Es degradante limpiar servicios? Un trabajo tan digno y necesario como cualquiera. Una serie de situaciones absurdas y de tópicos sobre el mundo laboral japonés que hacen de esta obra una mala novela se lea por donde se lea. Una escritora, en definitiva, como tanto otros, muy sobrevalorada y que sin embargo goza de un buen número de lectores adeptos. Si quieren leer un mal libro aquí tienen ejemplos. Pero que conste que yo les he avisado. José López Romero. 

EL CASO ROALD DAHL

Durante las últimas semanas ha sido objeto de atención por los medios culturales, la decisión tomada por la editorial Puffin, de editar una versión “políticamente correcta” de los libros de Roald Dahl, entre ellos ‘Matilda’ o ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, entre otros. El asunto no es nuevo en lo que respecta a textos clásicos dirigidos al público infantil, que desde hace tiempo vienen siendo señalados por los nuevos censores de lo correcto, por no seguir los estándares actuales al incorporar frases o situaciones consideradas hoy demasiado duras para el público al que va dirigido. Desde hace unos años asistimos a un rosario de casos de  los  que no se han salvado ni las películas de Disney. A estas alturas de mi vida y pese a que mi capacidad de sorpresa ya está colmada, presiento y temo, en torno a este asunto, que bajo un aparente avance en la protección de los más jóvenes, se esté propiciando la proliferación de una nueva generación de censores que vigilarían que lo que se escribe o lo que se ha escrito se ajuste a determinadas sensibilidades. Llegados a este punto se podría pasar, ¿por qué no?, de eliminar inocentemente algunas palabras de un libro infantil a otra cosa, y más cuando las que se eliminan son, como en el caso de las mencionadas historias de Dahl, cientos de palabras. Reescribir las historias contenidas en los libros de literatura se parece y mucho a modificar los libros de historia, por la peregrina razón de que tales o cuales hechos o costumbres pudieran afectar a la epidermis, al parecer muy sensible, de las nuevas generaciones. Lo irónico es que una sólida formación cultural de esas nuevas generaciones evitaría sin duda este debate. Afortunadamente, y volviendo a Roald Dahl -que no fue un dechado de virtudes en su vida aunque ese es otro asunto- editoriales como Gallimard en Francia o Alfaguara y Santillana en España, que tienen los derechos de publicación de la obra de este escritor, han decidido mantener las versiones originales de esta, lo que parece estar haciendo reconsiderar a la británica Puffin su inicial decisión de retocarla. Ramón Clavijo Provencio