Paseando por algunas callejuelas del casco histórico de Cádiz me vino a la memoria, ante un local cerrado en los bajos de un edificio centenario necesitado de una rehabilitación en la calle Cánovas del Castillo, el taller de encuadernación en el que tantas veces llevé colecciones de fascículos, aquella moda que se impuso a finales de los años setenta del pasado siglo y que renacía todos los años con la llegada del otoño. Por aquellos años este tipo de artesanos vinculados al universo del libro proliferaban en la ciudad y no era infrecuente verlos trabajar in situ, pues muchos de ellos tenían ubicados sus negocios en locales pequeños donde el mostrador de atención a los clientes y el taller compartían un mismo espacio. En algunos de estos talleres no solo se encuadernaban fascículos o libros desencuadernados por el uso o que requerían una intervención modesta, sino que el artesano encuadernador tenía suficientes conocimientos como para restaurar alguna que otra encuadernación decimonónica o acometer empresas mayores; incluso en los talleres más antiguos y herederos del pasado colonial de la ciudad el curioso podía identificar papeles de arroz o de seda procedentes de Japón, incluso aromáticos o de pan de oro procedentes del continente asiático. Hoy los “Galván” o los talleres gestionados por Instituciones vinculadas al Patrimonio Bibliográfico son los últimos vestigios de esta hermosa profesión en aquella ciudad. Como en Cádiz en Jerez, pese al desconocimiento mayoritario de nuestro pasado cultural en lo referente a la historia del libro, los impresores y encuadernadores ambulantes comenzaron a frecuentar la ciudad en el siglo XVI, ciudad que fue la quinta andaluza en establecer un taller de impresión y encuadernación permanente. Durante los primeros años del siglo XX los impresores proliferaron al abrigo de la bonanza que trajo la industria vinícola. “Jerez Industrial” (“Gráficas del Exportador”) y más recientemente “Al Andalus” fueron referentes de la pujante industria tipográfica (25 imprentas en la primera mitad del siglo XX), y a la sombra de ella también progresará una actividad protagonizada por esos modestos artesanos encuadernadores que, con sus pequeños talleres, salpicaban las callejuelas del Jerez intramuros y sus aledaños. Ramón Clavijo Provencio.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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