No era la
primera vez que escuchaba a alguien –esta vez a un conocido filólogo- afirmar
que no leía nada que hubiera sido
editado “después de Quevedo”, aunque más que la afirmación lo que me sigue
sorprendiendo es la utilización de este recurso
por parte de algunos, para manifestar su desdén por el panorama
editorial actual. Todo es, por supuesto,
puro teatro y una forma de defensa, y por supuesto de crítica hacia la
marea de publicaciones intrascendentes que nos inunda y que nada aportan al
panorama literario salvo desvalorizarlo. Mucha culpa de ello, es evidente, está
en la popularización de las nuevas formas de edición y comercialización, y, en definitiva, a la falta de controles.
Pero tampoco hay que ignorar que desde siempre,
no solo hoy día, a los lectores se les trata de engañar de muy diversas maneras,
como a aquel capitán Delano, creación de
Melville, que al abordar el navío Santo Domingo trataba de descubrir a los
amotinados de sus prisioneros. En relación a todo esto que decimos, y como
contraste, me viene a la memoria un curioso personaje que conocí muchos años
atrás. Ya anciano era muy popular entre un pequeño círculo de universitarios
con pretensiones literarias, que frecuentábamos el bohemio local donde paraba.
Tenía facilidad y conocimientos para hablar de los más diversos asuntos o
personajes de la literatura, pero se mostraba reacio, incluso hostil cuando le
pedíamos nos descubriera algunos de sus escritos. Cuando alguna vez lo hizo,
siempre a regañadientes, acrecentaba su halo de misterio por la calidad y
belleza de aquellos fragmentos. Nunca
confesó ambiciones literarias ni supimos de alguna creación suya que fuera
editada. El tiempo pasó y los paisajes y
personajes que frecuentaba, como este del que les doy cuenta, fueron
difuminándose y desapareciendo. Pero desde entonces no he dejado de preguntarme
sobre cuántas obras anónimas habrían podido dejar su huella en la extensa
historia de la literatura, si sus anónimos creadores como el anciano de mis
recuerdos, no hubieran considerado el escribir más una condena que un camino
hacia la gloria. Ramón Clavijo Provencio.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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