viernes, 10 de mayo de 2019

LOS LIBROS QUE NO LEEREMOS


No era la primera vez que escuchaba a alguien –esta vez a un conocido filólogo- afirmar que  no leía nada que hubiera sido editado “después de Quevedo”, aunque más que la afirmación lo que me sigue sorprendiendo es la utilización de este recurso  por parte de algunos, para manifestar su desdén por el panorama editorial actual. Todo es, por supuesto,  puro teatro y una forma de defensa, y por supuesto de crítica hacia la marea de publicaciones intrascendentes que nos inunda y que nada aportan al panorama literario salvo desvalorizarlo. Mucha culpa de ello, es evidente, está en la popularización de las nuevas formas de edición y comercialización,  y, en definitiva, a la falta de controles. Pero tampoco hay que ignorar que  desde siempre, no solo hoy día, a los lectores se les trata de engañar de muy diversas maneras, como  a aquel capitán Delano, creación de Melville, que al abordar el navío Santo Domingo trataba de descubrir a los amotinados de sus prisioneros. En relación a todo esto que decimos, y como contraste, me viene a la memoria un curioso personaje que conocí muchos años atrás. Ya anciano era muy popular entre un pequeño círculo de universitarios con pretensiones literarias, que frecuentábamos el bohemio local donde paraba. Tenía facilidad y conocimientos para hablar de los más diversos asuntos o personajes de la literatura, pero se mostraba reacio, incluso hostil cuando le pedíamos nos descubriera algunos de sus escritos. Cuando alguna vez lo hizo, siempre a regañadientes, acrecentaba su halo de misterio por la calidad y belleza de aquellos fragmentos.  Nunca confesó ambiciones literarias ni supimos de alguna creación suya que fuera editada. El tiempo pasó y  los paisajes y personajes que frecuentaba, como este del que les doy cuenta, fueron difuminándose y desapareciendo. Pero desde entonces no he dejado de preguntarme sobre cuántas obras anónimas habrían podido dejar su huella en la extensa historia de la literatura, si sus anónimos creadores como el anciano de mis recuerdos, no hubieran considerado el escribir más una condena que un camino hacia la gloria. Ramón Clavijo Provencio.



No hay comentarios: