LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

viernes, 3 de octubre de 2025

DE TOMÁS SALVADOR A ALFREDO BENÍTEZ

Vuelve esta página tras el estío, al encuentro con sus lectores coincidiendo con una Feria del Libro de Jerez a la que deseamos éxito y a la que nos referiremos en otra ocasión, cuando analicemos el balance que nos deja la propuesta de este año. Siempre es bueno hablar de libros y en estos días en esta ciudad parece algo obligado. Pues bien, tengo entre mis manos ‘La Nave’ novela del hoy olvidado Tomás Salvador (en la imagen), y que reeditada este año por ‘Apache’  décadas después de su primera impresión, me retrotrae a una anécdota que viví en la playa de Palmones el lejano verano de 1974. ‘Y...’ fue el primer libro de una trilogía de ciencia ficción escrita por el mencionado y  entonces popular escritor. Había  comprado un ejemplar  de la  edición lanzada por Plaza y Janés en dicho año, pero antes de introducirme en sus páginas protagonizadas por el científico Martín Lord, el libro desapareció en aquella playa sureña a los pies del Hotel Terol. La toalla y la pequeña bolsa donde había metido mis pertenencias seguían allí cuando salí del primer chapuzón en aquellas frías aguas frente al Peñón, pero faltaba el libro. Me extrañó aquello pero una vez pasado el enfado, no podía dejar de interesarme por aquel escritor de poder de atracción tal, que sus libros desaparecían a menos que se pusieran a buen recaudo. Tomás Salvador, antes de su muerte, acaecida en el orweliano 1984, ya había caído en el olvido literario (pese a su Nacional de literatura de 1954 y el Planeta de 1960) y no sería hasta mediados de la década siguiente cuando su obra comenzó a atraer a algunos estudiosos, entre ellos el joven jerezano Alfredo Benítez Macías, que convencido de que se encontraba ante el mejor escritor español de literatura de anticipación, comenzó a reivindicar su figura a través de varios artículos publicados en Bibliopolis, editorial como Alamut del también jerezano Luis García Prado. Sin embargo, la muerte prematura de Alfredo truncó sus objetivos y proyectos literarios. Hoy la figura de Tomás Salvador sigue sumida en el olvido salvo esporádicas reediciones de sus novelas distópicas como la serie de ‘Marsuf, el viajero del espacio’ o las que mencionábamos al comienzo (aunque también hizo interesantes aportaciones a la novela policíaca, prueba de ello es la excelente ‘Los atracadores’, luego llevada al cine por Francisco Rovira Veleta), afortunadamente parte de su obra la podemos localizar en la biblioteca privada de Alfredo Benítez, especializada en ciencia ficción, donada a la Municipal de Jerez tras la muerte de este último, y donde junto a los libros de Salvador encontramos ediciones ya ilocalizables de los maestros del género como Ray Bradbury, Isaac Asimov, Aldous Huxley, Richard Matheson o Arthur C. Clarke entre otros. Ramón Clavijo Provencio. 

POLÍTICA

No busquen en Google. No pongan su nombre en algún buscador y esperen a que les aparezca alguna información, porque don Diego de Salazar y Heredia fue uno y sin duda es todo aquel que sabe aprovecharse de los tiempos azarosos, que son al fin y al cabo, los que llenan buena parte de la historia de nuestro país. Arbitrista y seductor; poeta y frecuentador de prostíbulos y tabernas, don Diego, uno de esos segundones de la rancia nobleza castellana, aunque con alguna que otra oscura e inconfesable mancha de la raza maldita en su sangre ancestral, llegó a formar parte de aquella pequeña corte de la que se rodeó don Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares, el todopoderoso valido de Felipe IV. A pesar de que pocas contemplaciones tenía Olivares con los arbitristas, se atrevió don Diego a escribir el ‘Discurso para el afianzamiento y mejora de los estados de España, así como de sus medios de transporte y vigilancia de sus fronteras’, un tratado un tanto pretencioso y bastante chocarrero, por el que pensaba sacar una buena tajada. Pero lo que le dio fama a don Diego en toda la corte no solo era la privanza del conde-duque, a cuyas fiestas, saraos y jornadas de cacería era un asiduo invitado, sino sobre todo los versos que corrían lo mismo por palacios como por bodegones y que don Diego dedicaba a la Filomena, a la Pantasilea, a la Franquilana, cortesanas que a cambio de sus servicios, se servían de él. Los libros de historia no lo consignan, pero era fama en toda la corte que la gran política y los destinos de España se decidían en las estancias privadas de don Diego al calor y sabor de unas putas, como así ha sido, es y será toda la vida de Dios. José López Romero.