Seguramente sean los libros, de entre los
bienes culturales, los grandes desconocidos a la hora de establecer su valor
material. Ese desconocimiento lleva a la mayoría a sorprenderse cuando se tasa
el valor de una pieza en miles o en centenares de miles de euros, como sucedió
hace algunas semanas con el The Bay Psalm Book subastado por 10,5
millones. Cuando algo de esto sucede y trasciende a través de los medios de
comunicación, no es de extrañar que a algunos les entre un ansia irrefrenable
por husmear en el trastero, o en esas cajas que llevan tanto tiempo en el fondo
de algún armario, con la esperanza de que allí aparezca un manuscrito medieval
o un incunable impreso en Maguncia. A lo largo de los años me he enfrentado a situaciones curiosas cuando menos, en las que
desconocidos me mostraban viejos libros, la mayoría de las veces sin valor
alguno salvo el sentimental, y sobre los que sus propietarios pensaban podían
llegarles suculentas ofertas. Pero el valor material de un libro no lo
determina exclusivamente su antigüedad. A esa antigüedad hay que sumarle otra
serie de detalles que son los que en su conjunto harán que el libro en cuestión
sea un ejemplar excepcional o no tanto. Detalles como lo limitado de la edición, la singularidad de
una encuadernación, el contenido, el que sea un ejemplar anterior o de los
primeros tiempos de la imprenta, el impresor o el autor, el propietario, las
ilustraciones y anotaciones manuscritas, su estado, incluso los propios
avatares a los que se haya visto envuelto la pieza desde su confección. Todo
ello es lo que irá sumando o restando importancia y valor material a un libro. The Bay Psalm Book reunía muchos de
esos requisitos: edición de 1640 de la que sólo se conservan muy pocos
ejemplares, anotaciones manuscritas, el ser el primer libro impreso en Estados
Unidos, etc. Sin duda es este mundo de las tasaciones de libros antiguos, algo
tan desconocido como apasionante. Ramón Clavijo Provencio
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
domingo, 22 de diciembre de 2013
DICHOSAS NAVIDADES
“La vida es un cuento que cuenta
un idiota, lleno de ruido y de furia, cuyo significado es nada”, escribió
Shakespeare en su enorme Macbeth. En busca de respuestas, de Felipe González; El compromiso del poder, de José María Aznar; Recuerdos, de Pedro Solbes, y El
dilema, de José Luis Rodríguez Zapatero. Estas son las novedades que los
editores se han empecinado en publicar, para hacernos las Navidades aún más
amargas y tristes de lo que ya son por culpa de los anteriormente nombrados. Si
leer autobiografías ya es un acto de infinita generosidad lectora para con el
protagonista, que siempre termina cayendo en la autocomplacencia, a un punto de
la hagiografía, leer a los políticos es ya masoquismo. En un ejercicio de
cinismo digno de estudio, lo que pretenden no es otra cosa que la justificación
de sus equivocaciones y, con ello, no el perdón (resabios aún de antigua
prepotencia), sino el reconocimiento y hasta el aplauso. “Me equivoqué pero que
conste que no fue mi intención”, dirán unos; y otros, más cínicos aún, como
Solbes, dirán “yo ya te avisé de que te equivocabas”. Uno, González, se creyó
más grandes que la España que gobernaba; otro, Aznar, quiso para España un
lugar en el mundo que habíamos perdido hacía siglos, una España más grande de
lo que nos correspondía; y a Zapatero le vino grande España y no digamos la
crisis a la que no supo, ni pudo, ni quiso enfrentarse, y la convirtió en ese “dilema”
que ha escogido como título para su libro. Y Solbes es el paradigma moderno de
esos ministros tenebrosos que tienen en Fouché su ejemplo más acabado. Aún
recordamos su negación pública de la crisis, su relevo en el ministerio de
economía para gozar de sus últimos años de actividad en el dorado consejo de
administración de Enel; una hoja de servicios por la que en nada podemos
certificar su dedicación a los intereses generales de los españoles, sino solo
al suyo propio, como tantos otros. El mismo cinismo, la misma cobardía que en
otro tiempo demostraron malas personas como un tal Arzalluz y un tal Joseba
Egibar, afortunadamente perdidos en el olvido (donde deben estar los recuerdos
de Solbes), cuando arreciaban los atentados de ETA contra los políticos del
País Vasco. Pero alejemos a los fantasmas de las penalidades del pasado, y
vengan a nosotros “las” fantasmas de las angustias del presente. En el mercado
persa en que los editores se han empeñado en convertir los escaparates de las
librerías, al lado de los oscuros políticos brilla con luz propia Ambiciones y reflexiones de Belén
Esteban. Lo de “reflexiones” es otro ejercicio de cinismo que ya no somos
capaces de resistir. Mientras que en este país las colas para que la Esteban
firme un ejemplar de su libro se midan por cientos de metros, y hasta le
dediquen la portada de una revista dominical, no podemos por menos que
reconocer que los políticos es una parte más de todo lo malo y cutre que nos
merecemos. ¡Habrá libros que comprar y regalar estas Navidades, antes que los
de estos abusones de nuestra generosidad lectora y hasta ciudadana! José López
Romero.
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