Entre 1880 y 1923 se publicaba “Madrid cómico: periódico festivo ilustrado”,
que dirigió Isidro Sinesio Delgado García desde el 83 hasta el 97. Dramaturgo
poco conocido, con una buena dosis de gusto artístico y un entusiasmo poco
común al decir de sus propios enemigos, a él se debe la creación de la Sociedad
de Autores Españoles en 1895, germen de la actual SGAE. Por el periódico
referido, de marcado cariz satírico, desfilaron firmas tan significativas como
las de Clarín, Pardo Bazán o Ramón Cilla, dibujante salmantino. Pese a que el
paso del tiempo ha ido oscureciendo la figura de Sinesio, este palentino de
nacimiento y médico de formación, colaboró en numerosas publicaciones
periódicas: ABC, Blanco y Negro o El
Imparcial. Autor teatral, cuenta con más de cien obras en su haber, como “Lucifer”, o “La infanta de los bucles de oro”. Pero vamos a lo que nos interesa:
cuando a finales de siglo deja el semanario, de la mano de Cilla comienza un
recorrido de cuatro años por España con su afilada pluma y la cámara de Ramón.
En el prólogo afirma su propósito: que las generaciones venideras conozcan “la generación presente con sus tipos, sus
trajes, sus costumbres, sus viviendas, sus monumentos..., la intimidad de los
hogares, la alegría y el dolor, las virtudes y los defectos”. Sin embargo
la crónica de aquel viaje fue cayendo en el olvidó, como la de sus autores, y
pasa por ser hoy una rareza codiciada por bibliófilos y amantes de la
literatura viajera. Un botón demuestra: Bajando en la estación de El Puerto de
Santa María, toma el vaporcito a Cádiz donde de seguro debieron empinar el codo pues “nos llevaron al paseo del Parque Genovés....
y nos atiborraron de cañas de manzanilla a las puertas de una tienda de
montañés”. A los gaditanos los tilda de alegres, expansivos, galantes y
hospitalarios, “si acaso no tan sinceros
y constantes como los habitantes de las comarcas del norte”. Lo clavó. Y
por fin llega a Jerez, donde lo que más atrae su atención son las “gorilas” ( “muchachas de vida alegre que andan sueltas y no lo son oficialmente”),
los guardias, con “americana negra,
sombrero de hongo y sable de caballería”, y los serenos, con “kepis de visera recta, poncho y carabina con
bayoneta calada”. Como para olvidarse de la llave a las dos de la mañana.
Visitó los casinos y Cilla inmortalizó con su cámara la entonces Colegial, la
Biblioteca Pública o la fachada del palacio Riquelme. El mencionado libro es
pues, insistimos, un ejemplar raro, curioso y codiciado del que por suerte
existe un ejemplar en el legado Soto
Molina, que custodia la Biblioteca Municipal. NATALIO BENITEZ RAGEL
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
domingo, 22 de febrero de 2015
SILENCIO
A mi compañero de página le escuché hace ya tiempo la
anécdota de aquel lord inglés que cuando el servicio le avisaba del pavoroso
incendio que se había declarado en la casa, con la célebre flema británica le
recriminaba al mayordomo que cuántas veces le tenía que decir que no quería ser
molestado cuando leía. Una anécdota que por exagerada no deja de esconder su
buena parte de razón: la lectura es una actividad que exige concentración y
para ella, nada mejor que el silencio o la ausencia de cualquier accidente que
perturbe la estrecha relación que debe mantener el lector con su libro.
Confieso que las pocas veces que he intentado leer en otras condiciones que no
sea rodeado de ese silencio cómplice, por ejemplo, delante de la televisión, no
he llegado a enterarme ni de la primera línea, por lo que he desistido de hacer
dos cosas a la vez, quizá sea debido esto a mi condición de hombre, como
seguramente me diría mi mujer si esto estuviera leyendo, pero esta vez no se la
voy a poner como a Felipe II. Mi sillón, mi mesa, solo la luz del flexo
iluminando el tablero, la persiana echada y, ahora con el frío, sobre las
piernas la mantita de lana que me ha hecho mi cuñada Encarna, y por supuesto un
buen libro, son las condiciones perfectas para una buena y larga sesión de
lectura que puedo acompañar con una humeante taza de café o de té. Pero está
claro que no siempre disponemos de esos momentos extraordinarios, y de ahí que
tengamos que aprovechar cualquier tiempo vacío o de espera para disfrutar de la
lectura. Renuevo mi admiración por aquellos lectores que se concentran (como
los que son capaces de dormirse) en cualquier situación o circunstancia, aunque
ahora a los que veíamos en los transportes públicos lamentablemente han
cambiado el libro por el móvil. Seguro que más de uno si se le quema la casa le
hará un vídeo con el teléfono y se lo mandará por whatsapp a sus contactos.
¡Qué tiempos! José López Romero.
domingo, 8 de febrero de 2015
U.R.S.S.
Uno de los acontecimientos más importantes que trajo como
consecuencia la Revolución rusa de 1917, fue la creación años más tarde
(diciembre de 1922) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La muerte
de Lenin en 1924 sirvió en bandeja todo el poder y el dominio de aquella enorme
extensión al norte de Europa a Stalin. En 1928, cuatro años más tarde, Stefan
Zweig viajaba a Rusia invitado por el gobierno para participar en las fiestas
conmemorativas del nacimiento del gran escritor Leon Tolstoi. De este viaje
Zweig dejará una interesante crónica en el volumen “Tiempo y mundo”, que
reseñamos aquí hace varias semanas. Lo cerca y lo distante en tantas cosas que
Rusia puede parecer de Europa es uno de los rasgos que Zweig destaca a primera
vista; y una vez ya familiarizado con la idiosincrasia del alma rusa, admira en
ella su sufrimiento, su exquisita sensibilidad hacia el arte, su cortesía hacia
el extranjero; su conmovedora dignidad ante la falta de lo más esencial para la
supervivencia, ante el hambre de todo un pueblo. A pesar de que el propio Zweig
denuncia las carencias de los intelectuales, “no han mejorado ni en su forma de
vida ni en disponer de una mayor libertad, sino que más bien han retrocedido a
condiciones de vida más oscuras y opresivas y a un grado inferior de libertad
material y espiritual”, la sensación que nos deja la crónica de Zweig es la del
intelectual que confía en la Rusia nueva, y recrimina al orgullo occidental la
hostilidad contra el bolchevismo. Vasili Grossman, el escritor de la célebre
“Vida y destino”, moría en 1964 sin ver publicada su novela “Todo fluye”. En
esta descarnada y terrible narración, Grossman va desgranando todos los
crímenes, los genocidios, las masacres de campesinos que morían de hambre, las
delaciones que condenaban a los campos de concentración a científicos e
intelectuales, el estado del terror, en definitiva, que durante todo su mandato
impuso a sangre y fuego Stalin. Iván Grigórievich, protagonista del relato,
vuelve a su casa, en Moscú, después de haber pasado en un gulag treinta años, a
consecuencia de su activismo político en la universidad. La novela alcanza sus
momentos de mayor espanto cuando relata Grossman cómo mueren pueblos enteros de
campesinos por hambre hacia 1930: “Para entonces tampoco quedaban gatos ni
perros, los habían matado. Y eso que cazarlos era difícil: los animales tenían
miedo de las personas, cuyos ojos se habían vuelto salvajes”. Entre la crónica
de Zweig y el relato de Grossman muy poco tiempo ha pasado y, sin embargo, qué
distintas las dos Rusia que cada uno describe, aunque ambos coinciden en la
enorme capacidad de sufrimiento del pueblo ruso. Precisamente fue occidente, al
que recrimina Zweig su hostilidad hacia el nuevo régimen, quien miró hacia otro
lado, como tuvo ocasión de denunciar George Orwell, cuando se sabía con todo
detalle lo que hacía Iósif Vissariónovich Stalin, uno de los grandes genocidas
del siglo XX. José López Romero.
CAMINO A LA ESCUELA
Son días pródigos en noticias relevantes en relación
al libro. Unas desazonadoras, otras emocionantes, alguna inquietante. Entre las primeras el escaso eco que ha despertado entre los
medios el pavoroso incendio que asoló la biblioteca moscovita de Información científica y Ciencias Sociales.
No es una biblioteca cualquiera con sus 14 millones de piezas, algunas
irreemplazables como manuscritos medievales o impresos de los primeros tiempos
de la imprenta. Pero la noticia no fue relevante para ocupar –salvo en medios
locales- la portada de algún periódico europeo de relevancia. Aunque la
Academia de Ciencias rusas se apresuraba a declarar el suceso como
catástrofe, yo me preguntaba al leer la
noticia -perdida en la esquina de una página interior de un diario nacional-,
qué relevancia hubiera tenido si en vez de una biblioteca hubiera sido un
emblemático estadio de fútbol. Quizás en esa biblioteca –seguro- están
depositadas algunas ediciones del Yo,
robot de Asimov, pues pese a ser una obra de ficción los mensajes que este
prolífico genio de la cultura nos legó siempre han sido muy tenidos en cuenta
por científicos reputados y no digamos en USA o Rusia su patria de origen.
Cuando hace décadas se publicó aquel libro pocos se paraban a pensar que sus
vaticinios pudieran llegar a cumplirse, es decir que la Inteligencia Artificial
(IA) pudiera ser una realidad cotidiana. Hoy la misma ciencia opina otra cosa
(Stephen Hawking), o personajes tan relevantes como Bill Gates: “no entiendo a las personas que
no dan importancia a la posibilidad de que en un futuro cercano los robots (IA)
puedan competir en inteligencia con los seres humanos”. Yo, Robot, un modesto libro de ficción, hoy oráculo del futuro.
Pero ¿qué libros llevarán camino de la escuela –a cuatro kilómetros- esos dos
esforzados hermanos que empujan la silla de ruedas del tercero y más pequeño?
El documental “Camino a la escuela” de Pascal Plisson -esta es la noticia
emocionante- nos devuelve la esperanza sobre la cultura, sobre el libro. El menospreciado y vilipendiado libro.
RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
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