Hace ahora un
mes (16 de diciembre) se celebraba el Día de la Lectura en Andalucía, una efemérides
que suele pasar desapercibida incluso entre los lectores empedernidos. Y sin
embargo, si tenemos curiosidad y echamos la vista atrás, comprobaremos con
sorpresa cómo algo que nos parece hoy básico como el acceso a la información,
formación y ocio -contenido
tradicionalmente en el libro en papel y que hoy
coexiste en difícil equilibrio con
los formatos y plataformas digitales- , no fue algo generalizado, sino
privilegio de algunos hasta hace bien poco. Realmente hasta finales del siglo
XVIII, pero sobre todo ya avanzada la centuria siguiente, no empieza a
visualizarse claramente lo que se denominó “lectura pública” y que tuvo como
principal vehículo propagador otra institución milenaria, las bibliotecas, en
este caso las llamadas “bibliotecas populares”. En estas últimas empezó a
generalizarse el acceso al libro entre aquellas clases sociales que durante la mayor parte de la historia habían
estado marginadas en el acceso a la educación y a la cultura. En este camino
que, como decimos, se inicia en nuestro país bien avanzado el siglo XIX, tendrá
un papel relevante y poco conocido la ciudad de Jerez. Un ejemplo: entre el
primer centenar de bibliotecas populares que se crean en España en el periodo
1868/1874 por el Ministerio de Fomento, bajo los ministros Ruiz Zorrilla y
Echegaray, para el fomento de la lectura y el acceso generalizado al libro por
parte de las clases populares, estaría la fundada en Jerez un 23 de abril de
1873. Esta biblioteca, denominada hoy Municipal, es la única de aquellas bibliotecas pioneras que
lograron llegar hasta nuestros días, pasando hoy día por ser la biblioteca municipal
más antigua de España. Otra iniciativa
singular, esta de principios del siglo XX, en el fomento de la lectura en
nuestro país fue la expansión de las llamadas “bibliotecas de jardines”, en realidad
kioscos con libros que se disponían en alamedas y parques para ofrecer libros a
los paseantes que así lo demandaran. En Jerez, pionera también en esta
iniciativa, se abrieron tres kioscos bibliotecas lamentablemente desaparecidas
durante la posguerra, aunque hoy se conservan sus libros en los fondos
patrimoniales de la Municipal. Ramón
Clavijo Provencio.
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