Así como la lectura de
unos libros te llevan a otros, hay libros y autores o autoras que te llevan a
reflexionar sobre estilos, corrientes, formas de entender la literatura, en
definitiva. La lectura de ‘La pequeña muerte de Moira Molloney’, segunda novela
que publica Mariela Arévalo Barquero, no solo te traslada a ese mundo entre
fantasía, sueños y cruda y dura realidad que ya forma parte o incluso define un
tipo de literatura especial, que no es de este tiempo, sino de mucho tiempo atrás.
Ya en la primera novela, ‘Los hombres de los ojos violetas’ nos había dado
muestras inequívocas Mariela de por dónde quería y sabía llevar su literatura:
por la senda de una sensibilidad que tiene sus referentes más insignes en esas
grandes escritoras del siglo XIX, especialmente las inglesas, nos estamos
refiriendo a las hermanas Brönté o Jane Austen. No establecemos comparaciones;
solo señalamos una corriente o una visión de la literatura en la que prevalecen
los sentimientos, las relaciones personales y, sobre todo, una enorme y sin
fisuras confianza en el ser humano por encima de las dificultades, de las
circunstancias y de la maldad. Porque esta se entiende siempre no como propia
de la naturaleza humana, sino como consecuencia de la ignorancia o del momento
que a cada uno le ha tocado vivir. Moira Molloney es un espíritu puro, que
irradia felicidad y belleza interior dentro de su mundo perfecto en un pueblo
de su Irlanda natal. Hasta que la niña se muere “un poco”. Es a partir de aquí
que comienza el largo calvario de la familia Molloney. La ausencia del padre,
Dorran, es la que marca ese largo y doloroso camino de desgracias que va
asolando a la familia. Pero Dorran no ha abandonado a su única hija, se ha ido
a luchar por unos ideales, por dejarle a ella un mundo mejor, más libre, más
igualitario y más justo. Por eso lucha en la Guerra Civil española y más tarde
se enrola en la Resistencia francesa en la II Guerra Mundial. Y mientras, los
latidos de vida de Moira se acompasan al ritmo de esa ausencia, es decir, su
corazón se ha muerto un poco. Pero dos serán las fuerzas que se conjuran para
sacar a Moira de ese estado: la medicina convencional, representada por los
médicos Ryan Byrne, amigo de la infancia de la muchacha, y el doctor MacGrath,
y sobre todo la medicina natural, esa fuerza de la naturaleza a la que invoca
la sanadora o curandera Biddy. Así contada, a grandes y gruesos trazos, y sin
desvelar los acontecimientos que desencadenan el final de la narración, podemos
confirmar la afirmación anterior: estamos ante una novela de pura sensibilidad,
de personajes generosos, que se duelen y se compadecen con el dolor de los
demás. Estamos ante un tipo de literatura que nos hace mejores cuando la
leemos, porque nos toca las fibras más sensibles de nosotros mismos, y sobre
todo le agradecemos a la autora, a Mariela Arévalo, que nos ponga por delante
esta pequeña muerte de Moira Molloney para devolvernos nuestra confianza en el
ser humano, tantas veces y por tantos motivos perdida. José López Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario