LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

viernes, 26 de marzo de 2021

VISIBILIDAD

A riesgo de incurrir en el imperdonable vicio de la reiteración, vuelvo a Erasmo de Róterdam. No se cansó el insigne humanista de censurar en sus escritos la religión entendida como simples ritos y ceremonias exteriores, y de predicar una religión interior. “la vida evangélica no se desarrolla en conventos y catedrales, sino en cualquier lugar, sea cual sea la condición del fiel; por último, esta vida no se manifiesta tanto a través de ritos y ceremonias exteriores, como en el interior del ser humano”, nos aclara Francisco Castilla Urbano en su exhaustivo artículo “Propuestas utópicas e insuficiencias políticas: Erasmo y el Cuerpo Místico de Cristo”. Y viene esto a cuento porque han pasado los siglos desde que el pobre Erasmo predicaba en el desierto y seguimos dándole más importancia al exterior que al interior en muchos aspectos de la vida, incluido el religioso. Y uno de esos aspectos es el famoso y ya cansino “Día Internacional o Mundial de…”. Bajo la excusa de que hay que dar visibilidad o hacer visible un problema o un conflicto social, ya no quedan días entre los trescientos sesenta y cinco que contiene el año, y hasta en una misma jornada nos vemos celebrando dos o tres efemérides distintas: el día del gato, el de las tortas de aceite y el de los jerséis de cuello alto, por poner algunos ejemplos chuscos. Y así, todos los que pretenden reivindicar o “darle visibilidad” al asunto, se lanzan a la calle como posesos gritando sus consignas. Terminada la manifestación, recogida de pancartas y hasta el año que viene. El otro día, un querido amigo me pasó la entrevista que le hacían en una publicación a un antiguo y admirado profesor nuestro, un espejo de docente y persona en el que siempre he querido reflejarme. Hombre religioso de vocación y miembro de una orden religiosa, le confesaba al periodista: “me siento gustosamente empujado a dedicar una hora o más por la mañana a la oración… Yo mismo me admiro de esta no tan costosa inclinación. Poder decir “¡Qué bien estoy aquí ante el Señor!” o “¿Es que hay otra ocupación más gratificante?”… Ahora, en mi momento actual, lo que más valoro es el agradecimiento hacia el Señor”. Estas palabras de mi admirado profesor es un perfecto ejemplo de la religión interior que predicaba Erasmo. La conversación con Dios, su presencia gratificante, agradecida para aquel o aquella que cree en Él y en Él se reconforta. Sin golpes de pecho, sin manifestación callejera, sin pancartas ni consignas gritadas por una masa más interesada que sincera, menos espontánea que manipulada. El mejor homenaje a nuestros sanitarios (lo siguen diciendo ellos) no es el aplauso, sino que extrememos las medidas de seguridad y de higiene; el feminismo no se grita, se ejerce todos y cada uno de los día del año desde cualquier ámbito de nuestras vidas: en casa, en el trabajo, en la educación de nuestros hijos; a los animales no se les festeja se los cuida y no se les abandona… “Ningún día os borrará de la memoria del tiempo” es el verso de Virgilio grabado en el monumento en homenaje a los fallecidos en las Torres Gemelas. Por eso, todos los días debemos poner de nuestra parte, no con gritos sino con hechos, para hacer de este mundo un lugar más acogedor para todos. No un día, sino todos los días. José López Romero. 

 

MÚSICA Y LIBROS

 

“Los libros también tienen su banda sonora, su música, como las películas”. Al menos esto era lo que afirmaba hace ya años mi buen amigo Torner, gran cinéfilo y lector. Debo reconocer que  el tiempo y las muchas lecturas me han hecho confirmar aquello. Los libros, al menos aquellos que tienen la virtud de atraparnos en su mundo, también van envolviéndonos de música. Quizás esta sea imperceptible para muchos lectores, pero si somos capaces de activar todos nuestros sentidos en la lectura finalmente la iremos captando, de la misma manera que espontáneamente vemos el rostro de los personajes que habitan entre las páginas de un libro, aunque el autor no haya sido muy detallista en describir sus facciones o simplemente no lo haga a lo largo de la narración. Y sin embargo, no nos extrañamos de este poder que nos acompaña en nuestras lecturas. Sí, los libros, como decía Torner, tienen música.  Una música que puede ser desconocida y que escuchamos por vez primera, al mismo tiempo que vamos avanzando en la historia contenida entre sus páginas. Pero también no son menos numerosos los casos, en los que los acordes que nos acompañan durante la lectura son perfectamente reconocibles. A todos se nos vienen a la memoria muchos libros cuyas historias han sido trasladadas al cine y, por tanto, a las que ya identificaremos con una música concreta. Es el caso de “Los restos del día” de Kazio Ishiguro, llevada a la gran pantalla por James Ivory y para la que Richard Robbins compuso una inolvidable melodía. Otras veces son los propios escritores los que nos lo tratan de poner fácil como Murakami en “Tokio Blues” o “Sauce ciego, mujer dormida” (Tusquets), donde encontramos esa maravillosa historia titulada “Viajero por azar”  que gira en torno al jazz. Más recientemente Juan José Millás  en su “Que nadie duerma” (Alfaguara), hace girar la narración en torno al Turandot de Puccini, y mientras avanzamos en ella es difícil sustraerse de las notas del Nessum Dorma. Sí, los libros tienen música, aunque la mayoría de las veces seamos nosotros los únicos autores de la banda sonora de cada historia atrapada entre sus páginas. Ramón Clavijo Provencio 

sábado, 13 de marzo de 2021

GEOGRAFÍA DE LA NOVELA NEGRA EN LA PROVINCIA DE CÁDIZ

El año 2015 la Feria del libro de la capital gaditana se dedicaba a la novela negra, publicitándose con un estupendo cartel realizado para la ocasión por Víctor Santos. Ese gesto era no solo un justificado guiño al auge de un género, sino a la vez una llamada de atención sobre autores, mayoritariamente locales, e historias que empezaban a situar sus tramas policiacas en esta zona geográfica del sur peninsular. Unos años después de aquello parece que los vientos siguen siendo favorables, y lo decimos tanto por el número de libros publicados como por la calidad de estos. Todo lo comentado ha sido propiciado sin duda por el interés de editoriales, tanto nacionales como locales, empujadas por los lectores, que incluso ha hecho que algunas de estas historias traspasaran con éxito las fronteras locales. Es el caso de Benito Olmo (‘La maniobra de la tortuga’, ‘La tragedia del girasol’, ed. Suma de letras) que con solo dos novelas protagonizadas por el inspector Bianquetti ha situado a su protagonista entre los personajes inolvidables del género. Cádiz es sin duda la ciudad mayoritariamente elegida como escenario para estos relatos y así lo vuelve a ser en los de José Rasero Balón, cuyo singular protagonista Benito Bran resuelve intrincados casos en una ciudad de Cádiz que lo impregna todo (‘Áticos y viento’ y ‘La novela de flor Parodi’, ediciones Mayi), o en la trilogía de David Monthiel protagonizada por el detective Rafael Bechiarelli (‘Las niñas de Cádiz’, ‘Carne de carnaval’, Ediciones el Paseo, y ‘Nuestra Señora de la Esperanza’, Roca editorial). Y en esa interminable lista de novelas con escenario gaditano, habría que incluir por su calidad al muy interesante Daniel Fopiani con ‘La melodía de la oscuridad’, ed. Espasa), que nos presenta a un protagonista ciego, Adriano, todo un hallazgo. Pero también hay otros parajes de la provincia donde trascurre la trama de interesante libros del género, escritos por creadores vinculados a la provincia. Es el caso de ‘Los crímenes del parque’ de Hugo Andrés Castro (Cazador), que sumerge al lector en el exuberante paisaje de Los Toruños, o ‘A la velocidad de la noche’ (Apache) del isleño Enrique Montiel de Arnaiz que ubica su magnética y trepidante historia en Baraka, lugar imaginario pero situado entre las provincias de Cádiz y Málaga. Entre lo policiaco y lo histórico fluctúa la trilogía protagonizada por el oscuro inspector Castilla que nos lleva al Jerez de la posguerra (‘La ciudad que no sueña’, ‘Operación estraperlo’ y ‘Asta Regia’, editorial Canto y Cuento). Para finalizar ‘Moroloco’  de Luis Esteban (Suma) y ‘El vientre de la Roca’ de Jerónimo Andreu (Salamandra),  sitúan sus interesantes y adictivas historias en el Campo de Gibraltar. Decía Juan Madrid que “una buena novela negra debe molestar”. Pues bien, aquí creo que hemos dejado un buen ramillete de ellas. Ramón Clavijo Provencio 

PLATÓNICO

En su dedicatoria a “Felipe, ilustrísimo señor obispo de Utrecht”, que el inconmensurable Erasmo de Róterdam antepone a su opúsculo ‘Lamento de la paz’ (magnífica edición de la editorial Acantilado, 2020, traducción de Eduardo Gil Bera), citaba unas palabras de Platón en estos términos: “pues Platón, varón de juicio sobremanera exquisito y enteramente divino, consideraba que los más idóneos para el gobierno eran aquellos que lo asumen contra su voluntad” (‘República’, 1, 347c.). No me extraña ahora que se acuñase la expresión “amor platónico” para aquel sentimiento que se define por lo inalcanzable. ¿El gobierno para los que lo asumen contra su voluntad? Pura utopía. Así como Erasmo se lamentaba de las grandes dificultades, de la imposibilidad por alcanzar la paz entre las naciones en los comienzos del siglo XVI (el opúsculo lo escribe en Lovaina en 1516), sobre todo por los intereses particulares de los grandes poderosos, reyes y príncipes, de su época, de igual manera, el mismo lamento podemos entonar hoy los sufridos ciudadanos por no encontrar un político que haya tomado el ejercicio del gobierno contra su voluntad que, al decir del sabio Platón, sería el idóneo para tales menesteres. Hoy se ejerce el poder de acuerdo con los mismos intereses bastardos que denunciaba Erasmo en su obra. Las mismas guerras, las mismas confrontaciones, idénticas ambición, rivalidades y soberbia. No aman, no persiguen el bien de las ciudades y las naciones, sino el suyo propio, todo lo que les puede hacer permanecer en el poder. ¡Y se quejan del desprestigio de la clase (casta) política! Parafraseando a Mateo (19, 23-30), es “más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un político entre en el reino de los honestos”, y si entra, seguro que será contra su voluntad. José López Romero.