En 1987 la ONU define el desarrollo duradero (o sostenible) como aquel “que satisface las necesidades de la presente generación sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. En 2015 aprobó la resolución “Transformar el mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible”, un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, fortaleciendo la paz a través de los diecisiete “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS). La IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas), había estado trabajando para involucrar a las bibliotecas en los ODS, destacando su papel en el “acceso a la información como un derecho humano básico y como precondición para el ejercicio de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales que pueden acabar con el ciclo de pobreza y apoyar el desarrollo sostenible”. La Fundación MUSOL (Municipalismo y Solidaridad), nos obsequió en 2018 con el documento “Modelo de transversalización de los ODS en las políticas municipales y de rendición de cuentas ante la ciudadanía y ante las autoridades designadas”. Entre las actividades que proponía para que las bibliotecas se alinearan con los Objetivos de la ONU se encontraban los “clubes de lectura sostenibles”, apostando por novelas y relatos que incitaran a la discusión sobre aquellos. Citamos algunos ejemplos. “La isla bajo el mar” (Isabel Allende, 2009) nos relata la azarosa vida de Zarité, una esclava que consigue superar las dificultades y abrirse camino para alcanzar la felicidad, argumento idóneo para la discusión sobre el Objetivo número 5 (Lograr la igualdad de géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas). “El señor presidente” (Miguel Angel Asturias, 1946), es una denuncia de la dictadura que puede provocar debates en torno al Objetivo número 16 (Paz, justicia e instituciones sólidas). “Los santos inocentes” (Miguel Delibes, 1981), donde una familia humilde de la Extremadura profunda es sometida a un régimen de explotación casi feudal, nos permite plantear los Objetivos números 1 (Fin de la pobreza) y 10 (Reducción de las desigualdades). Para los menores MUSOL nos propone cuentos como “Barnabo de las montañas” (Dino Buzzati, 1959), una fábula moral en una prosa evocadora del mundo poético fantástico que alberga el bosque (Objetivo número 13: adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos); o “Valeria” (García Hernández, 2015), un relato online sobre una niña guatemalteca que padece los efectos de la falta de acceso al agua y al saneamiento en la infancia y en la educación (Objetivos números 4, garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad ; y 6, garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos). Los “libros humanos” o los “GPS literarios sostenibles” son otras tantas maneras de concienciar sobre las encomiables metas propuestas para 2030. Conseguirlo o no entra dentro del terreno de la incertidumbre, pero al menos hablamos de ello. Que ya es algo. NATALIO BENÍTEZ RAGEL.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
sábado, 19 de junio de 2021
ALBERT PLA
“Me dio un infarto y me
llamó la muerte, pero no fui porque hablaba castellano”, es la frase que
algunos medios de comunicación han destacado de la entrevista que hace unas
semanas le hicieron al cantante catalán Albert Pla. Al margen de la figura
siempre controvertida y polémica del proyecto de cadáver, al leer la frase me
dije: “bueno, otra gracieta independentista”. Y la verdad es que molesta o, al
menos, desagrada esos insultos absurdos y gratuitos a símbolos nacionales que
al fin y al cabo son señas de identidad de un país y, si se trata de nuestra
lengua, de una cultura que traspasa los límites de lo nacional para elevarse a
lo universal. Y más lástima nos da cuando los que tienen que poner en su sitio
a personajes como estos, dan la callada por respuesta. Y es una pena que este
cambembo mental pretenda sin éxito, por supuesto, insultar al castellano porque
Cataluña en general y, particularmente Barcelona han estado muy vinculadas a la
obra por excelencia de nuestras letras, el ‘Quijote’, como así demostró y
analizó con todo detalle el gran cervantista catalán Francisco Rico en su
ensayo titulado ‘La barretina de Sancho, o Don Quijote en Barcelona’, incluido
en su libro ‘Tiempos del Quijote’ (Barcelona, Acantilado, 2012). Pero de esto
con total seguridad el tal Pla no tenga ni puñetera idea, se le ve en la cara.
Y más pena produce aún, cuando grandes catalanes tanto han dado a la literatura
española, que es lo mismo que engrandecer nuestra lengua. Pero tampoco de esto
seguramente tenga ni idea el individuo Pla. Pero de algo debe estar seguro Pla:
que la muerte se lleva por delante a todo bicho viviente, y lo mismo la próxima
vez le hable en catalán para que la entienda mejor. Porque la muerte se lleva a
los inteligentes y a los imbéciles. ¡Lástima que a estos no se los lleve antes!
José López Romero.
sábado, 5 de junio de 2021
"LAS FORMAS DEL ENIGMA" DE JOSÉ LUPIÁÑEZ
Unos versos del divino
Borges nos vienen a la cabeza después de leer el último poemario de José
Lupiáñez titulado ‘Las formas del enigma’ (ediciones Carena, 2021), que dicen
así: “Si (como el griego afirma en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la
cosa, / en las letras de rosa está la
rosa / y todo el Nilo en la palabra Nilo”
(de su poema “El Golem”). Si extrapolamos o trasladamos la cita al nuevo libro
de Lupiáñez podemos afirmar que en ‘Las formas del enigma’ se contienen, a modo
de compendio, todos los libros del poeta, como si esta última “rosa” fuera el
arquetipo de todos sus versos, como si estos poemas contuvieran todos sus
Nilos. Después de aquella ya muy lejana ‘Laurel de la costumbre’, antología que
recogía su quehacer poético desde 1975 hasta 1988 (ya ha llovido desde
entonces), Lupiáñez no ha parado de entregar a la imprenta, en dosis muy bien
escogidas, buena muestra de su evolución poética hasta llegar a este nuevo
poemario que iguala, contiene y supera a los anteriores. De ‘Número de Venus’
(Campo de Plata, 1996) vuelve el poeta a la brillantez del verso alejandrino,
metro constante en sus posteriores libros, pero que en ‘Las formas del enigma’
nos trae un recuerdo más vívido de aquel poemario de 1996. Hay mucho en su
espléndido “Soliloquio del navegante”, poema inicial de ‘Las formas…’ de aquel
también inicial ‘Pórtico’ de ‘Número…’ y no solo el alejandrino, sino
especialmente la vida como viaje a veces irreal, imaginario, y sobre todo la
conciencia del paso del tiempo. Quizá, no en vano han pasado más de veinte
años, se observa en el “Soliloquio del navegante” una conciencia mayor de la
ausencia, de lo irremediablemente perdido. Y si estos pueden considerarse temas
recurrentes en la poesía de Lupiáñez, sobre todo de sus versos más intimistas,
de los que excelentes muestras tenemos en su libro ‘La edad ligera’, no pocos
encontramos de ellos en ‘Las formas del enigma’: “Despedida” o “En penumbra”
son dos buenos ejemplos de ello. Tampoco renuncia el poeta al exotismo, a esos
ambientes orientales de los que ya habíamos gustado en ‘La luna hiena’ (1997.
Dedicado a Marisa Rodríguez, siempre en nuestro recuerdo): “Mujeres cubiertas”
de Casablanca o “Noche de Alejandría” nos traen ecos de “Favorita” o de “Samair”
del poemario de 1997. Pero si tuviéramos que destacar algo fundamental de este
nuevo poemario de José Lupiáñez, nos quedaríamos con dos elementos; uno
recurrente en toda su poesía (recordemos
la cita de Borges), y otro que ha ido incorporando en sus últimos libros y que
definen como pocos su estilo. El primero y como expresión más acabada de su
sentido y conciencia de la vida como viaje: el mar, que a veces se nos ofrece
como puerto en el que guarecernos de los avatares del destino (de ahí el título
de otro de sus libros ‘Puerto escondido’. 1999), y en otras ocasiones somos
solo náufragos de un tiempo inhóspito. Y el otro, el verso largo, en la mejor
tradición de Rosales o de Dámaso Alonso. Su último poema “El ausente” cierra un
poemario como lo inició con preguntas para las que el poeta, desde su profunda
madurez, tiene una sola respuesta: el lamento por lo perdido. José López
Romero.
EMILIA PARDO BAZÁN Y SUS LIBROS
Olvidada salvo para un círculo muy reducido de intelectuales, parece ahora ponerse de moda esta gran escritora, más que por una recuperación de su interesante obra, por otra serie de noticias que han captado la atención popular, incluso de aquellos que jamás han leído ni tienen intención de leer alguno de sus libros, ni siquiera esas cartas “picantonas” que la gallega intercambió con otro grande de la literatura, Benito Peréz Galdós y que han sido reeditadas recientemente (‘Miquiño mío. Cartas a Galdós’. Turner, 2020). Pero creo que no nos equivocamos al afirmar que ha sido el litigio de los Franco con el Estado durante los últimos años, por el Pazo de Meirás, residencia de doña Emilia en vida, la que la ha puesto como nunca desde hace décadas bajo la lupa de la atención pública a la escritora. En el Pazo se conserva aún parte de la biblioteca privada de doña Emilia, unos 3000 volúmenes, no todos en buen estado y que sobrevivieron a un incendio en el edificio en 1978, circunstancia que convenció a Carmen Polo, ya viuda de Franco, a donar parte de aquella biblioteca, unos 7000 volúmenes a una institución que garantizara mejor su conservación, la Academia gallega (RAG). Aún no sabemos el final de los miles de libros que quedan en el Pazo, ni por qué no pasaron todos a la RAG en su momento, pero qué duda cabe que la biblioteca merece unificarse, pues es de la única forma que adquiere su verdadero sentido y valor como biblioteca de autor, y por tanto sin amputaciones nos puede mostrar los gustos lectores de su propietaria, aparte de una gran cantidad de libros, primera ediciones, dedicadas y firmadas por los más importantes literatos de la época. No es tanto pues una biblioteca de bibliófilo como de lector cultivado, lo que no quita que en ella se encuentren algunas piezas antiguas de gran valor patrimonial. Qué duda cabe que Emilia Pardo Bazán ha resucitado con fuerza del olvido por circunstancias como las apuntadas, ojalá también ello sirva para el descubrimiento de su obra por muchos lectores, obra a la que por cierto la RAE hizo en vida un sonoro vacío. Ramón Clavijo Provencio
Suscribirse a:
Entradas (Atom)