LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

sábado, 20 de mayo de 2023

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y EL MUNDO EDITORIAL

Hace unos días fue captando mi atención las intervenciones que en un programa de televisión, unos especialistas realizaban sobre Inteligencia Artificial (I.A.), y más concretamente en torno al controvertido robot conversacional ChapGPT. Mientras los profesores e investigadores de I.A. Javier Cantón (UNIR) y Javier Valls (UGR) disertaban sobre los ventajas, inconvenientes pero también peligros, que representa esta aplicación y sus posibles evoluciones futuras, mi interés aumentó al escuchar al profesor e investigador Álvaro Cabezas (UNIR), ponernos al día sobre la ingente cantidad de bibliografía que se está editando sobre ChapGPT en estos momentos (alrededor de medio centenar diariamente). Pero lo que realmente me sorprendió y por qué no decirlo también me inquietó, fue cuando el mencionado profesor informaba que en estos momentos existe un gran número de publicaciones saliendo al mercado, desde  trabajos divulgativos y de investigación hasta textos que recorren todos los géneros literarios, firmadas por ChapGPT como autor. Recordé entonces, era inevitable, los mundos que imaginaron Asimov (‘Yo, Robot’) o Philip K. Dick (‘Sueñan los androides con ovejas eléctricas’) que ahora sí que parecen alcanzarnos. Más arriba les confesaba mi inquietud por la irrupción tempestuosa del Chap GPT en el mundo editorial, y lo cierto es que una vez terminado el programa del que les daba cuenta más arriba, seguí dándole vueltas a todo aquello y medité sobre sus repercusiones en un mundo tan complejo y con tantos protagonistas como es el de la edición. Y es que esta irrupción de la I.A. se produce en un momento muy difícil si nos centramos en lo literario - yo diría que de desconcierto desde que las autoediciones, la poca rigurosidad en muchos de los textos con pretensiones literarias que salen al mercado, la escasa o nula regulación de lo que llega a los circuitos de distribución y que finalmente lo inunda todo (ahora también textos de ChapGPT)- y hace muy complicado para el buen lector discernir cuáles son los libros que merecen la pena leer entre tanta mediocridad. Hoy los buenos lectoras y lectoras deben  hurgar como los clásicos detectives de la literatura, entre la infinidad de críticas literarias no todas fiables, tratando de encontrar pistas sobre lo que merecería leerse, por supuesto desechar el bosque de las pocas objetivas campañas publicitarias de tal o cual editorial y finalmente guiarse también por su olfato, como el inquilino del 221 B de Baker Street. No, la irrupción de la I.A., en este caso ChapGPT, en el mercado editorial no es el inicio del problema, sino un añadido al problema que arrastramos desde hace algunos años, donde también crecen como hongos los aprendices de escritor que se saltan el imprescindible y previo “cursus honorum” de la lectura, mientras los buenos lectores (especie a extinguir) cada vez naufragamos más en nuestro objetivo de encontrar libros que nos sigan proporcionando el placer de la lectura. Ramón Clavijo Provencio

OBSESIÓN

“Yo soy muy obsesivo. Y cuando me da una obsesión, me entrego a ella sin condiciones. He sido lector toda la vida y cuando estudiaba en la Universidad me dio por leer a todos los escritores hispanoamericanos que caían en mis manos; afortunadamente, el colegio mayor donde residía tenía una magnífica biblioteca, porque de otra manera no me podría haber permitido tanta lectura”, me comentó cierto día un gran amigo, a quien lo de obsesivo (y no solo en la lectura, sino en otros ámbitos que nada tienen que ver con el sexo, no sean ustedes malpensados) no hacía falta que me lo jurase. Estudiaba en Granada Química y por aquellos años del franquismo agonizante, el ambiente universitario era un hervidero de inquietudes políticas, entre la ilusión y el temor por lo que estaba por venir, y también culturales, ninguna manifestación artística le era ajena al mundo estudiantil. Cursar Química y devorar las novelas que ya estaban consideradas unos clásicos modernos no era nada excepcional; es más, puedo decir que he tenido compañeros de vocación científica tan buenos y grandes lectores, como pésimos y negados entre los dedicados a las letras, lo que no deja de ser tan admirable como lamentable. De los primeros he aprendido mucho; de los segundos, también pero a la inversa. A riesgo de caer en la generalidad siempre injusta, muy distinto de aquel ambiente es el universitario de ahora. Poco comprometido con la política, quizá ya decepcionado por tanta ineptitud y mentira, y escasamente dado a la lectura, una actividad que pese a los esfuerzos en las aulas poco o nada puede hacerse ante la sociedad de la imagen. De un tiempo a esta parte a mi amigo le ha dado (otra de sus obsesiones) por el baloncesto y por la novela negra; el otro día, sin ir más lejos, me comentó que estaba leyendo ‘La novia gitana’ de Carmen Mola. “Un tostón -me dijo-. Excesiva. La voy a dejar sin terminar”. Bueno, tras tanto éxito incuestionable, alguien tiene que gritar que el rey va desnudo. Y sentado en el bar, mientras espera, paciente, a que la vida le ponga por delante otra obsesión, él pide “otro manchaíto”. José López Romero.

  

sábado, 6 de mayo de 2023

EUROPA

Acabo de leer ‘Europa contra Europa. 1914-1945’ de Julián Casanova. Un ensayo de referencia, breve y muy esclarecedor sobre la historia de nuestro continente en la primera mitad del siglo XX, ese periodo en el que fue el centro de dos guerras mundiales, las más terribles y sangrientas contiendas de la historia de la humanidad. El libro, como todo excelente trabajo histórico que se precie, no es solo un profundo análisis de acontecimientos, circunstancias y protagonistas, sino también un aviso implícito de que nunca podemos y debemos creernos a salvo de peligros, de que tenemos que estar en permanente alerta ante acontecimientos que se repiten y personajes que reproducen comportamientos ya conocidos en otros líderes que llevaron a Europa a su destrucción. La debilidad de las democracias, la pujanza de las dictaduras, el apoyo del capital al poder ejercido de forma totalitaria son peligros que nos acechan y de los que nos advierte Julián Casanova en su excelente libro. Pero de entre todos los datos y conceptos que contiene y que analiza el autor, destacaría dos; el primero, la extrema violencia, la cultura de la crueldad que se manifiesta con toda su crudeza en el exterminio del enemigo. La cita de Albert Camus, en referencia a la caza desatada contra fascistas y colaboracionistas en la Francia de 1945, es en este sentido ejemplar: “Al odio de los verdugos ha respondido el odio de las víctimas. Nos ha quedado el odio… la última y más duradera victoria del hitlerismo… estas marcas vergonzosas dejadas en el corazón de aquellos mismos que lo han combatido con todas sus fuerzas”; y el segundo, el paso definitivo de trasladar la guerra de las trincheras a las ciudades, con la consecuencia de los cientos de miles de víctimas civiles; los bombardeos aliados contra las ciudades alemanas después del fin de la II GM que trató W.G. Sebald en su ‘Historia natural de la destrucción’, son los ejemplos más ilustrativos de ese odio, de la crueldad sin medida, del delirio psicópata de los que ejercen el poder. Julián Casanova aporta el siguiente dato: “Antes de 1914, los civiles muertos en las guerras eran pocos comparados con quienes las combatían. En la Primera Guerra Mundial, las víctimas civiles mortales ya representaron un tercio del total; en la Segunda, superaron los dos tercios.” Lo mismo pasó en la terrible guerra de los Balcanes sin que nadie hiciera nada por impedirla (‘La hija del este’, magnífica novela de Clara Usón). Cuando ahora vemos las imágenes de las ciudades destruidas de Ucrania, de bloques de viviendas donde hace apenas unos meses vivían felices las familias, cuando se nos dan las cifras de víctimas civiles que ya se ha cobrado una guerra que nunca debió tener lugar, no puedo por menos que pensar que estamos ante circunstancias muy parecidas, que seguimos en manos de unos psicópatas que están dispuestos a hacernos saltar por los aires, a exterminarnos con su odio y su crueldad. José López Romero.

 

A LA ESPERA DEL LIBRO OPORTUNO

Tras ‘La España vacía’ (Turner) de Sergio del Molino muchos lectores comenzaron a conocer la problemática de la despoblación -también el abandono de formas de vida ancestrales pero que garantizaban la permanencia de ciertas actividades económicas vitales- en nuestro país. Para ser rigurosos, lo cierto es que antes del mencionado libro ya otros escritores y escritoras habían señalado de una manera más o menos tibia este fenómeno, y no todos fueron tratados ensayísticos sino que también la literatura se hizo eco de ello. Muchos recordarán al hoy olvidado García Pavón pero que con aquellas novelas policiacas protagonizadas por el policía rural Plinio, vino a señalar el asunto décadas antes de la aparición del libro de Sergio del Molino. Pero  lo que sin duda nos demuestra ‘La España vacía’, es el poder de la escritura cuando confluyen ciertas circunstancias, para servir de correa trasmisora y  denuncia de problemas que por otra parte no son nuevos, dándoles así visibilidad. Me asaltan estos pensamientos cubriendo el corto trayecto entre Vejer y Tarifa, unos pocos kilómetros donde la carretera serpentea entre suaves elevaciones buscando el mar y la vegetación prospera ajena al ídolo de la  globalización y la presión turística que desde años tensionan la zona. A principios del siglo pasado escritores como el chileno Rafael Sanhueza Lizardi o los  británicos A.M. Williamson y Keith Clark entre otros muchos, comenzaron a descubrir a los foráneos estos parajes que ya a finales del mencionado siglo eran objeto de preocupación  cuando en escritos como  ‘El paraíso está en Cádiz’ de José Bejarano, se dudaba hasta del perenne viento de Levante, esa especie de “barrera” protectora que hasta el momento parecía mantener a raya a la especulación urbanística, de ese “paraíso” como se empezó a conocer una zona costera que se podría situar entre Roche y Algeciras. Hoy me pregunto, mientras recorro estos parajes costeros, si  tendremos a ese escritor o escritora que finalmente nos regale un libro como ‘La España vacía’, un libro que dé con el tono literario y surja en el momento adecuado, para despertar conciencias sobre la silenciosa pero implacable destrucción de los últimos parajes vírgenes de la costa gaditana. Ramón Clavijo Provencio