LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

sábado, 22 de marzo de 2025

VIDAS DERROTADAS

Diego de Torres Villarroel nace en Salamanca un día de junio de 1694. Hijo de un modesto librero, ya desde su infancia mostró esa personalidad inquieta y turbulenta que le caracterizó a lo largo de toda su vida. Después de distintos vaivenes en busca de mejor suerte, publica en 1718 su primer ‘Almanaque’, un género popular que se había impuesto en buena parte de Europa; un cajón de sastre donde cabía toda clase de información, desde lo científico hasta lo divulgativo y engañoso, con el fin de halagar el gusto de la plebe (efemérides, noticias históricas y toda clase de pronósticos), que le fueron reportando a Torres Villarroel la fama y los medios de fortuna de los que hasta esa fecha había carecido. Los ‘Almanaques’ le abrirán las puertas de la Corte (1720-1726) y, con estas, la consolidación de un prestigio intelectual con la publicación de sus obras mayores “que sirviera de contrapeso docto al progresivo éxito popular del Gran Piscator de Salamanca, nombre con el que firma sus pronósticos” (cervantesvirtual.com/ diego_de_torres_villarroel). De vuelta a Salamanca en 1726, Torres gana por oposición la cátedra de Matemáticas. La celebración multitudinaria (cohetes, campanas, vivas) por tal acontecimiento la narra el propio Torres en el “Trozo cuarto” de su autobiografía (‘Vida’). Pero al mismo tiempo comienza su larga lucha contra el claustro universitario, que no aceptaba de buen grado que uno de los suyos fuera un advenedizo, componedor de pronósticos sin sustento científico. Perseguido, derrotado por los conflictos de intereses, Diego de Torres Villarroel se refugió en sus últimos años en el palacio de Monterrey, como administrador del Duque de Alba, para morir finalmente el 19 de junio de 1770.

 José Marchena, o más conocido como el abate Marchena (aunque nunca perteneció a orden religiosa alguna), nace en Utrera en 1768. Estudió Leyes en Madrid y Salamanca, y pronto orientó su vocación por las lenguas clásicas, por el hebreo, pero también por el inglés, el italiano y el francés, hasta convertirse en un excelente y prestigioso traductor. Perseguido por la Inquisición, se traslada a París y pronto abraza la causa revolucionaria y se une al partido de los girondinos, por lo que sufre pena de cárcel cuando entran en el poder los jacobinos. Su talante revolucionario y liberal fue el motivo de que Menéndez Pelayo lo incluyera en su ‘Biblioteca de los heterodoxos españoles’, en cuyas páginas le dedica toda clase de descalificaciones, entre las que “afrancesado” no es precisamente la más grave. Lo cierto es que el abate Marchena, al contrario de lo que afirmaba M. Pelayo, fue un hombre con fe, en la revolución; con patria, la libertad; y no sin lengua, sino con todas las que pudo aprender en su inquieta y azarosa vida, durante la cual le dio tiempo para traducir al castellano a buena parte de los escritores franceses prohibidos por la Inquisición. A finales de 1820 el abate Marchena vuelve a España, minado por tantas decepciones, para morir el 31 de enero de 1821. Vidas derrotadas, pero no menos ejemplares de la lucha por la libertad y la justicia. José López Romero. 

 

  

REIVINDICACIÓN DE MARÍA MOLINER

Se ha hecho esperar pero finalmente los lectores tienen la oportunidad de acercarse al perfil de María Moliner, una de las más brillantes intelectuales españolas. Y ello se lo debemos a Andrés Neuman que, en el año que se conmemora el 125 aniversario de su nacimiento, publica ‘Hasta que empieza a brillar’, novela oportuna, que no oportunista, y que sigue a una mujer que pese a sus brillantes aportaciones al mundo de la cultura, sobrevenidas circunstancias políticas la fueron marginando hasta su muerte silenciosa y olvidada en Madrid. En la ‘Historia de las bibliotecas’, un clásico para la preparación de los  profesionales bibliotecarios, escrito en 1985 por  Hipólito Escolar Sobrino (autor del no menos conocido ‘Manual de bibliotecas’),  apenas se menciona a María Moliner pese a su relevante papel en la historia bibliotecaria española, y solo lo hace y muy escuetamente en relación a su ‘Diccionario del uso del español’; afortunadamente Luis García Ejarque enmendaría la parquedad de su compañero en el relevante estudio ‘Historia de la lectura pública en España’ (Ediciones Trea, 2000), y donde  escribe sobre el plan de Bibliotecas Públicas de María Moliner, aplicado en la zona Republicana durante la Guerra Civil: “...que no exista en el territorio nacional lugar ni aún casa aislada en el campo, que no pueda disponer de libros en cantidad proporcionada a su importancia”. El libro de Neuman se adentra en aspectos poco conocidos de esta gran mujer,  desde sus  años universitarios  a aspectos más íntimos como la profunda relación con su marido, Fernando Ramón Ferrando, pero también en sus innovaciones desde su puesto en las Misiones Pedagógicas en la comunidad valenciana en tiempos de la II República, hasta su caída en desgracia tras la Guerra Civil, cuando destituida y represaliada, al igual que su marido, se dedica en solitario a confeccionar ese ‘Diccionario del uso del español’, etapa en la que sufrió el ostracismo y desdén de la Real Academia de la Lengua. Aunque lo que más trasciende de este bello y emocionante libro de Neuman, sea el acercamiento a los sentimientos de una mujer que pese a las circunstancias logró el reconocimiento y la admiración de muchos. Ramón Clavijo Provencio 

viernes, 7 de marzo de 2025

SOBRE LA HISTORIA DE UNAS RUINAS

Desde finales de 1968, una vez finalizado en Jerez el V Symposium de Prehistoria peninsular bajo el lema de “Tartessos y sus problemas”, y ya lejanas las distintas campañas de excavaciones de Esteve en   Mesas de Asta (Ilustración. Fuente: Museo arqueológico de Jerez), aquel paraje pasó aparentemente a un segundo plano para la comunidad científica. Apenas algunos trabajos de interés sólo al alcance de círculos especializados o artículos publicados en la prensa generalista y revistas divulgativas dirigidos al gran público, es lo que podemos encontrar durante ese periodo. A finales de los años noventa del pasado siglo publiqué una biografía sobre Manuel Esteve, y aunque aquel libro no se centraba en los trabajos arqueológicos del personaje, sin duda los capítulos dedicados a los esfuerzos de este por desentrañar lo que esconde las Mesas de Asta dieron al libro una proyección popular inesperada. Lo cierto es que el interés por Mesas volvió a germinar y se reivindicaron otra vez actuaciones sobre aquellos parajes, al tiempo que se organizaban congresos (“Tartessos 25 años después”) y nuevas publicaciones tanto científicas como divulgativas veían la luz. Pero a día de hoy, si bien se ha avanzado mucho en cuanto a sensibilidad general sobre la importancia histórica de Mesas de Asta, sigue echándose en falta actuaciones materiales de calado que avancen más allá del punto en que se detuvo Esteve a finales de 1958. Así y todo las intervenciones llevadas a cabo por la Universidad de Cádiz, la labor callada pero constante del museo arqueológico municipal, la iniciativa popular dando forma a una Plataforma y las nuevas publicaciones que nos van ilustrando a todos sobre la importancia que llegaron a tener las poblaciones allí asentadas desde el cuarto milenio antes de Cristo (que en su periodo de mayor esplendor, la Asta Regia romana, ocupó una superficie de 40 hectáreas lo que da cuenta de la magnitud de lo que hablamos), nos crea la sensación de que algo se mueve después de mucho tiempo a favor del yacimiento de Asta. Sin embargo, sigue sorprendiendo que pese a que Asta  esté en boca de muchos, son pocos los que se han aventurado por la ya extensa  bibliografía que hoy tenemos a nuestro alcance sobre el tema. Animamos pues a aquellos que quieran tener un conocimiento real de la historia de este lugar, a hurgar en la amplia bibliografía que mencionábamos  y donde, entre otros muchos títulos, podremos leer  las ‘Memorias’ de Manuel Esteve sobre las cinco campañas en Asta Regia, continuar, por ejemplo, con ‘Asta Regia, desarrollo y caída de un reino turdetano’ de J. Montero Vítores (2011), hacer una parada en ‘Un nuevo capitel procedente de Hasta Regia y otros restos arquitectónicos romanos del Museo de Jerez’ de R. González  y F. Barrionuevo (2019), o revisar la ‘Recopilación bibliográfica sobre el yacimiento arqueológico de Asta Regia-Mesas de Asta’ (2021) de Antonio Santiago Pérez.  Ramón Clavijo Provencio

 

 

LA DUDA

Le venía de familia. Él tampoco tenía ninguna duda. Él también estaba en el lado correcto de la historia, como sus padres, sus abuelos... Y formaba parte de esa masa cuyos individuos se reconocían unos a otros por tener sintonizada en su aparato de radio la misma emisora, la de siempre, y por leer el mismo periódico, el de siempre, dos medios de comunicación que habían impuesto a base de prebendas y subvenciones un pensamiento, que llamaban “único” porque ninguno podía ser mejor. ¿Y el otro lado?, ¿el de enfrente? ¿el equivocado de la historia? A él le gustaba utilizar el mismo calificativo que tantas veces oía a sus referentes y que recordaba tiempos no muy lejanos, y considerar, como ellos también hacían, que todo lo que afirmaban los otros, los del lado incorrecto, era una burda mentira, patrañas y bulos. Y de aquella cadena y de aquel diario tomaba las recomendaciones literarias, porque nada más adecuado que leer a los escritores y escritoras que reseñaban o, mejor dicho, promocionaba el sistema. Una red de intercomunicaciones, como si fuera uno de esos gráficos con que se representa la IA, a través de la que satisfacía todas sus necesidades ideológicas, literarias y hasta espirituales. Y sobre todo porque nada de lo que oía o de lo que leía le daba motivos para dudar de su veracidad y de su calidad literaria. Y así, tenía a una bien nutrida lista de personalidades culturales a los que seguía como si perteneciera a una cofradía y aquellos fueran sus titulares. Escuchaba con devoción las tertulias literarias de su cadena, la de siempre; apuntaba los libros que recomendaba el suplemento literario del periódico, el de siempre; libros de aquellos escritores y escritoras de cabecera que no tardaba en adquirir. Pero un día se encontró por casualidad con una antigua compañera de universidad. Se tomaron unas cervezas para recordar viejos tiempos y, al hilo de la conversación, ella le fue recomendando algunos autores que no pertenecían al selecto grupo de sus “divinos”, sino a ese lado equivocado y oscuro de la historia. Por curiosidad compró algunos y cuando terminó de leer el primero, sintió cómo la duda le iba subiendo por el estómago hasta llegar al cerebro y le pareció que se asomaba a un abismo en el que no estaba dispuesto a caer… Le venía de familia.  José López Romero.