¿CRISIS?
Dichosos tiempos que están cambiando hasta nuestros más sagrados hábitos. Sin ir más lejos ¿quien no teme hoy husmear en las portadas de los periódicos, acompañándose del primer café del día? Y es que algo tan sencillo, pero placentero, y que hemos estado haciendo casi toda la vida, se está convirtiendo en una amenaza cierta, no vaya a ser que los titulares nos devuelvan a la cama con una depresión galopante, ante el cariz que esta tomando esta dichosa crisis que amenaza con engullirlo todo. Me empezaba a preocupar esta prevención a leer la prensa mañanera, desde siempre uno de mis placeres del día, cuando me tope hace algunas fechas, con una de esas encuestas que se hacen por el más nimio motivo, y que rellenan muchos minutos de televisión Encuesta donde se preguntaba lo evidente a un pequeño número de ciudadanos ¿Le está a usted afectando la crisis? A lo que todos contestaban que, en mayor o menor grado, esta les empezaba a afectar o, cuando menos, preocupar. Bueno, todos menos uno: un señor de una más que respetable edad y porte elegante, aunque por su traje parecían haber pasado muchas estaciones, al igual que sobre aquel ajado sombrero con el que se tocaba. Este señor, con todo desparpajo y sinceridad contestó que a él no le afectaba nada. Es más que el desayuno lo acompañaba con la prensa, como había venido haciendo desde que tenía uso de razón (vayan ustedes a saber cuanto tiempo haría de eso). Finalmente y a modo de despedida volvió a recalcar con voz tranquila, “Pues no, señorita, la crisis no me afecta lo más mínimo. Lo siento”. Desde ese momento volví a mis hábitos mañaneros, eso sí, la prensa diaria la leo con un día de retraso, como aconsejaba para tiempos de crisis, aquel anónimo caballero, que habría vivido muchas.
Dichosos tiempos que están cambiando hasta nuestros más sagrados hábitos. Sin ir más lejos ¿quien no teme hoy husmear en las portadas de los periódicos, acompañándose del primer café del día? Y es que algo tan sencillo, pero placentero, y que hemos estado haciendo casi toda la vida, se está convirtiendo en una amenaza cierta, no vaya a ser que los titulares nos devuelvan a la cama con una depresión galopante, ante el cariz que esta tomando esta dichosa crisis que amenaza con engullirlo todo. Me empezaba a preocupar esta prevención a leer la prensa mañanera, desde siempre uno de mis placeres del día, cuando me tope hace algunas fechas, con una de esas encuestas que se hacen por el más nimio motivo, y que rellenan muchos minutos de televisión Encuesta donde se preguntaba lo evidente a un pequeño número de ciudadanos ¿Le está a usted afectando la crisis? A lo que todos contestaban que, en mayor o menor grado, esta les empezaba a afectar o, cuando menos, preocupar. Bueno, todos menos uno: un señor de una más que respetable edad y porte elegante, aunque por su traje parecían haber pasado muchas estaciones, al igual que sobre aquel ajado sombrero con el que se tocaba. Este señor, con todo desparpajo y sinceridad contestó que a él no le afectaba nada. Es más que el desayuno lo acompañaba con la prensa, como había venido haciendo desde que tenía uso de razón (vayan ustedes a saber cuanto tiempo haría de eso). Finalmente y a modo de despedida volvió a recalcar con voz tranquila, “Pues no, señorita, la crisis no me afecta lo más mínimo. Lo siento”. Desde ese momento volví a mis hábitos mañaneros, eso sí, la prensa diaria la leo con un día de retraso, como aconsejaba para tiempos de crisis, aquel anónimo caballero, que habría vivido muchas.
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