sábado, 11 de junio de 2011

ORWELL

La edición que manejo de la insuperable novela “Rebelión en la granja” de George Orwell (y lo de “insuperable” no es ninguna exageración, aunque estemos hablando del autor de “1984”), incluye en sus preliminares una especie de prólogo del propio escritor titulado “La libertad de prensa” y, si me permiten decirlo, tan bueno es este pequeño ensayo como la narración que le sigue, es decir, “insuperable”. Quien lea o haya leído ambos textos estará seguramente de acuerdo con lo que digo. En este prólogo, que permaneció ignorado hasta su descubrimiento en 1971, y que fue incorporado con posterioridad a las ediciones de la novela, Orwell denuncia la censura que se ejerce no sólo desde las alturas del poder político, sino desde las mismas fuentes de creación o información, de ahí que no solo afecte esta forma de autocensura al periodismo, sino al cine, al teatro, a la radio, etc., es decir, a toda manifestación que puede generar opinión. Es, en definitiva, lo que hoy llamamos “lo políticamente correcto”. La ortodoxia de aquellos años de la posguerra mundial prohibía, según Orwell, cualquier crítica, del tipo que fuera, al régimen soviético, aunque se supiera y se tuviese plena constancia  de los horrores de los gulags, de las limpiezas étnicas, de la indefensión de los ciudadanos ante la terrible tiranía de Stalin. Y así, el stalinismo campó por sus respetos con el silencio cómplice de todas las potencias que años antes se habían unido para destruir a otro depravado, Adolf Hitler. “Desde luego que era posible publicar libros antirrusos – explica Orwell- pero hacerlo equivalía a condenarse a ser ignorado por la mayoría de los periódicos importantes. Tanto pública como privadamente se vivía consciente de que aquello “no debía” hacerse y, aunque se arguyera que lo que se decía era cierto, la respuesta era tildarlo de “inoportuno” y “al servicio de” intereses reaccionarios”. Como digo, el prólogo no tiene desperdicio y, aunque escrito en unos años que nos parecen ya muy lejos de esta sociedad de la sacrosanta libertad de expresión, no ha perdido vigencia ni rabiosa actualidad. Y para no desmentirme ahí están los últimos acontecimientos producidos en los países árabes y las distintas reacciones de Occidente. Y sin salir de nuestro país, a nadie con dos dedos de frente se le escapa el modelo que los intelectuales progres han intentado inculcar a la ciudadanía a través de medios de comunicación asquerosamente serviles, y en esto me acojo a la definición que hace Orwell ya al final de su prólogo de la libertad: “Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír”. No otra cosa han hecho a lo largo de los siglos los grandes escritores: ponernos por delante lo que nos negamos a ver, enfrentarnos con una realidad que nos negamos a asumir. Orwell y su “Rebelión en la granja” nos ponen ante la verdad; otros, en cambio, quieren que nos creamos sus mentiras. José López Romero.

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