sábado, 10 de marzo de 2012

MARCAS

“¡Qué lástima que los libros no sean de marca, porque así el regalo tendría otro caché!”, le oí sorprendido a una señora que rodeada de bolsas de todas las marcas se tomaba una copa de vino blanco en la mesa de al lado. Su interlocutora no le iba a la zaga en esto de las bolsas y las tonterías. “¡Huy, hija, con lo que algunos libros cuestan ya podrían ser de Armani o de Loewe!” Ni imaginarme puedo que los libros fueran editados por los sellos de esas empresas del diseño y de la moda, y en lugar de Anagrama o de Seix Barral, de Alianza o de Cátedra, habláramos del último Loewe, o de las novedades de Chanel o de la última novela de Versace o de Gucci. Y todo por hacer del libro un objeto de regalo más glamouroso (palabra cursi donde las haya). La obsesión por las marcas en esta sociedad de hoy no tiene límites y la ansiedad por hacerse con uno, aunque sólo sea uno, de los ya prohibitivos objetos que estas marcas comercializan, seguro que ha llevado a más de una señora o señor al límite de alguna enfermedad tan absurda como incurable. Pero los libros, a pesar del lamento de aquella señora, sí tienen marca que no es la de la editorial que lo publica y comercializa, sino del autor que lo ha escrito. Y así, si en lo tocante a libros no hablamos de un Armani, sí hablamos de un Vargas Llosa, o de un Pérez Reverte, o de un Delibes o un Javier Marías. Son las marcas y en ellas, como en las otras, ponemos toda nuestra confianza  de que el producto que compramos no nos va a defraudar, muy al contrario, se convertirá en un signo de distinción, de elegancia. Y en esa obsesión por las marcas, la lectura para algunos termina por convertirse en un acto comparable al estreno de una camisa de Tommy Hilfiger o de Saint Laurent. Para estos frívolos lo importante no es leer, sino exhibir, hacer ostentación de la lectura; y para eso, uno no puede escoger cualquier escritor, como no puede elegir cualquier corbata. No se dan cuenta de que para leer, como también para vestir, hay que tener clase, la que uno tiene, no la que te da la marca. José López Romero.

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