sábado, 27 de octubre de 2012

BÚSQUEDA


Hace algunas semanas un familiar me pedía un favor. Me eché a temblar –uno no sabe lo que le pueden pedir en los tiempos que corren-, pero cuando lo escuche respiré primero aliviado y  luego sorprendido. Quería localizar un viejo libro que había leído en su adolescencia. “Una novelita de gánster, Ramón. No es que sea una obra maestra, pero me trae  recuerdos de lo bien que lo pasé leyéndola, y me gustaría localizar algún ejemplar”. Pensé, aunque no se lo dije, que nada vuelve a ser lo mismo, que el tiempo contamina nuestras emociones y quizás ahora aquella novela no le causaría la misma impresión que la que leyó hace años. Lo cierto es que  aquel ramalazo de nostalgia que atacaba a mi cuñado me asaltó también a mí, y esa epidemia emocional me puso la tarea de  recordar aquellos libros con los que tanto disfruté, cuando daba mis primeros pasos como lector,  y que pasaron al olvido por alguna razón para no volver a toparme con ellos. Y esa máquina increíble que es el cerebro rápidamente puso ante mis ojos el recuerdo de dos libros. A uno de ellos le faltaba la cubierta y lo había encontrado dentro de una caja llena de trastos viejos  de los que un vecino, que se trasladaba de edificio, trataba de desprenderse. Tampoco, como mi cuñado, recordaba el autor, pero sí el título, "El grumete". Del otro libro, uno de los primeros que no me regalaron sino que compré siendo adolescente,  sí me asaltaron más imágenes. Era una antología de relatos cortos editada  en aquella colección mítica de Bruguera “El libro Amigo”, allá por los setenta del pasado siglo. La nostalgia lo mete a uno, de  manera imprevista, en emocionantes aventuras. Hasta ahora he logrado dar –a través del portal en Internet de una librería argentina- con el último libro de los que he mencionado, pero no desfallezco en la búsqueda de los demás. Ramón Clavijo Provencio

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