sábado, 26 de enero de 2013

LECTURAS IMPOSIBLES


‘¿En qué piensa cada hombre aparte del sexo?’  fue un increíble éxito editorial hace unos meses y digo bien, increíble porque del libro de Sheridan Simove lo único que se podía leer era el título y nombre del  autor en la portada, ya que las restantes doscientas páginas de su interior estaban en blanco. Y sin embargo, no me pregunten cómo, el invento funcionó, y se vendieron de él miles de ejemplares. Noticias como ésta, me refiero a informaciones que nos dan cuenta de lecturas sorprendentes, curiosas, inquietantes salpican diariamente el universo de  los libros o en general de la lectura. Hace unos días me desayunaba con la noticia recogida en un suplemento cultural  de que el ‘Necronomicón’ sigue siendo uno de los libros sobre el que más consultas y preguntas realizan lectores de todo el mundo. Esto no tendría nada de particular si no fuera, como es sabido, porque este libro fue una invención de Lovecraf. Y es que  hay lectores que han traspasado la frontera de la  curiosidad y se han introducido sin saberlo en  un juego más peligroso,  de búsquedas de  manuscritos perdidos atribuidos a grandes escritores tras los que se lanzan obsesionados, como los caballeros medievales en pos del santo grial,  después de saber de su existencia leyendo algún escrito inquietante, aunque tras tan débil prueba se adivina el  juego de otro escritor. Borges o Bioy Casares fueron maestros en el arte de crear bibliotecas ficticias, libros casi reales que condujeron a algunos a la obsesión o la locura, como aquel Luis de Murphy al que conocí hace algunos años y que me confesó buscaba un “Viaje a España” de un tal Perrain, autor francés de finales del XVIII, del que nunca he tenido noticias. Recientemente la prensa  nos daba cuenta de la recuperación más de sesenta años después, de las cartas que se habían estado intercambiando una pareja californiana durante el tiempo que él estuvo en el frente europeo durante la segunda guerra mundial. Lo curioso es que tan misteriosamente como desaparecieron estas cartas de amor, en un robo en su casa a comienzos de la década de los sesenta del pasado siglo, ahora vuelven a aparecer igual de misteriosamente, lo que no deja de abrir muchas interrogantes.  ¿Quién y  por qué es capaz de robar unas cartas a Lloyd y Marion Michael, así se llaman los ya ancianos, hace décadas para ahora devolverlas? En todo caso la  pareja ahora solo espera tener suficiente tiempo para volver a leer aquellas misivas, eso sí,  quizás tras esas líneas manuscritas ya solo se esconda una novela de  Stephen King.  Ramón Clavijo Provencio

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