sábado, 4 de mayo de 2013

FAHRENHEIT


Se tira a la basura sin pudor de todo, incluso libros. Esa norma no  escrita  que afeaba a todo aquel que se desprendía de libros tirándolos a la basura, en vez de regalarlos, ahora parece algo trasnochado e incluso a la sombra de los e-reader y e-books, muchos han aprovechado para despejar las librerías familiares que tantos años costó llenar. La destrucción de libros siempre se consideró algo difícil de soportar e incluso la historia  señala algunos  de estos sucesos como algo infame. Alejandría, Granada, Nuremberg, Sarajevo, entre otros lugares han sido escenario de esta particular historia de la infamia sobre el libro. Sin embargo, mientras que aquellos sucesos no pueden ser comprendidos sin las circunstancias que los rodearon –guerras, persecuciones religiosas, racismo-  ahora detectamos una peligrosa actitud que se va propagando imperceptiblemente, en torno al libro en soporte papel, y que se quiere extrapolar a la misma lectura. En este caso no es algo que emane de algún poder superior que trata de borrar todo atisbo de  libre pensamiento –como tan certeramente se plasmaba en el ‘Fahrenheit  451’ de Bradbury – sino algo más sutil que trata arrinconar un soporte, en este caso el papel, a favor de las  bondades de las nuevas tecnologías sin reparar en todo lo que este tsunami cultural se está llevando, y aún  se puede llevar por delante. Y para colmo ya hay voceros de cierto nombre que jalean esta deriva. Me sorprendió escuchar en un programa radiofónico de una cadena nacional, cómo algunos participantes -figuras de cierto prestigio en la cultura de este país- daban por descontado que la lectura había perdido la batalla frente a la imagen, y de ahí se deducía  que no solo la desaparición del libro en papel era cuestión de tiempo, sino que incluso  la lectura se vería tras esa desaparición seriamente dañada. Hablar de la desaparición del papel es una cosa, pero afirmar que la lectura tal como la conocemos hoy se verá transformada ¿no es hacer planear sobre nuestras cabezas los temores de Bradbury?  Ramón Clavijo Provencio

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