sábado, 18 de mayo de 2013

LA PESCA


Aunque no somos partidarios de utilizar anglicismos, haremos una excepción con el término bookcrossing -que  literalmente significa libro corredor o libro viajero- para hablarles de una práctica   que se supone  de fomento de la lectura, y que consiste básicamente en  depositar  centenares de libros en la vía pública  – aunque ha habido alguna ocasión  sonada en que se han “liberado“ miles-  con la esperanza de que los viandantes “piquen”. A algún lector esto último  que decimos puede que les traiga más  reminiscencias de la pesca con “mosca”,  ensalzada en  aquella magnífica trilogía de Norman Mclean - luego llevada al cine por Robert Reford bajo el título de “El rio de la vida”- que de la lectura. Pero no se confundan, sí, hablamos de  lectores y libros aunque con el bookcrossing el paralelismo esté justificado ante esa curiosa visión del libro como carnaza. En estos libros que se abandonan en la vía publica premeditadamente se imprime una nota de advertencia en la que, los que idearon originalmente esta propuesta lectora, depositan toda su esperanza, y  es el ruego al lector que  una vez leído el libro lo vuelvan a depositar en la calle para que este pueda proseguir su periplo viajero  hasta que “el cuerpo”, del libro se entiende, aguante.  Todo esto, pese a los años que lleva realizándose me sigue sonando a muy utópico. Hace unos días en una gran ciudad española  se liberaron miles de libros por distintas zonas del perímetro urbano, y una vez más nos preguntábamos teniendo en cuenta experiencias anteriores, si todo esto  servirá para algo, si algunos de esos libros atrapará a algún lector -la principal razón de ser del proyecto-, o como sospecho cientos de ellos desaparecerán destruidos por  gamberros, o simplemente desaparecerán del circuito cuando algún lector avispado decida dejarlo en alguna estantería de casa de la que jamás saldrán.  Si esta sospecha mía se acercara a la realidad  sería para preguntarse acto seguido, si no hubiera sido mejor distribuir estos miles de libros entre las bibliotecas públicas  donde se garantiza el préstamo público, y que los libros una vez leídos serán devueltos para seguir sirviendo a los lectores. Los tiempos que corren, no haría falta recordarlo,  son  poco favorables para experiencias, que pese a los años, no  terminan de mostrar sus potenciales beneficios. Hace algunos años, cuando surgió esta práctica, fue algo llamativo y original, pero habida cuenta del desastre de cada nueva “liberación“  de libros de la que nos enteramos, sería bueno que no insistiéramos en tanta “pesca con mosca”. Ramón Clavijo Provencio

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