En 1995 publiqué una biografía de Manuel Esteve,
bibliotecario y arqueólogo municipal. Se cumplía por entonces los veinte años
de su fallecimiento. El libro sobre Esteve me trajo alegrías y sinsabores, pues
si por una parte descubría la vida de un personaje que había sido clave para
entender la vida cultural de la ciudad; por otro lado, la modesta edición y el
no poder profundizar - por las propias características de la colección meramente divulgativa- en un periodo clave en
la biografía de Esteve como fueron los años cuarenta, dejaron lo que pudo ser
un ambicioso proyecto en poco más
que un estudio interesante. Desde
entonces me quedé con ese regusto de
volver sobre el biografiado y ahondar sobre las peripecias de este personaje,
en unos años tan convulsos para el país. Pero sobre todo me interesaba entender
porqué si cuando se inicia la postguerra
nos encontramos a un Manuel Esteve, que pese a sus éxitos arqueológicos, es
sobre todo conocido como el bibliotecario municipal, una vez terminada esa década de hierro, se
transforma en el arqueólogo y sus
iniciativas en torno al libro brillan por su ausencia en contraste con otras de
las que fue abanderado y, todo hay que decirlo, menos comprometidas políticamente.
Del periodo que abarcaría de 1931 a 1936, la arqueología apenas es para nuestro
personaje una labor secundaria, aunque presta atención y tiempo a reorganizar
la colección desordenada de objetos, parte de ellos depositados bajo las
arcadas del edificio bibliotecario, y tramita con particulares la cesión o
donación de piezas, aunque la idea de Museo Arqueológico en ese momento sea más
una utopía. Pero mientras Esteve da sus primeros pasos profesionales en la
Biblioteca, la conflictividad social va en aumento hasta llegar 1936. Entonces,
en la Hoyanca de San Telmo, se levantó una gran pira con los libros
procedentes de las asociaciones disueltas por las autoridades golpistas. Salvo
los libros que se consideraron educativos,
el resto del material bibliográfico requisado los meses anteriores fueron pasto
de las llamas. Era otro capítulo de la guerra cultural que solapadamente se
había venido produciendo desde incluso
antes del estallido de la guerra civil. La casi inmediata creación de un
batallón miliciano para el control de bibliotecas privadas, a la vez que las
purgas de amigos y conocidos en el Ayuntamiento o los centros educativos y
culturales como el maestro Teófilo Azabal, su compañero en el Instituto
provincial Roma Rubí o el pintor Miciano, sin duda tuvieron en la práctica una
visible influencia en la manera de conducirse el bibliotecario municipal a
partir de ese momento, abriendo un periodo de sombras y dejando hasta hoy una
biografía inconclusa. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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