sábado, 18 de octubre de 2014

LA GRAN LITERATURA

La ya larga experiencia como lector si  algo me ha enseñado a lo largo de los años, es que la búsqueda premeditada de un buen libro nunca da los resultados esperados, y  que como las esquivas fuentes del Nilo para los exploradores europeos del XIX,  toparnos con un buen libro hoy en día es más producto de la casualidad o la suerte que de otra cosa. Es este el primer libro que leo de Pierre Lemaitre del que ignoraba hasta ahora todo,  y del que tras la lectura de su novela, me ha entrado un deseo irrefrenable de conocer  su desconocido recorrido literario, así como esperar con paciencia su nueva novela.  Y es que tras la lectura de esas casi quinientas páginas de este “Nos vemos allá arriba”, no puedo  sino confesar que he vuelto a tropezarme por casualidad con una gran historia. Una historia en la que la realidad y la ficción se mezclan con sabiduría presentándonos un relato coral, donde serán precisamente los personajes que la habitan los que finalmente hagan de esta novela del hasta ahora para mi desconocido escritor francés, un libro fascinante. Un hecho históricamente contrastado como fue el escándalo que estalló tras la Primera Guerra Mundial en Francia,  al descubrirse un oscuro negocio tras las exhumaciones de los militares caídos en la contienda en territorio galo, es el núcleo en torno al cual el autor va descubriéndonos las andanzas de tres  supervivientes de la misma en el París de la postguerra. El soldado Albert Maillard, pusilánime pero afortunado, al que otro soldado,  Edouard Péricot, salva la vida al precio de perder parte de su rostro, lo que a partir de ese momento, como se podrá suponer le cambia la vida, ocultando sus mutilaciones tras variadas máscaras que crea con la ayuda de una pequeña. Por fin  el teniente Aulnay-Pradelle, despiadado, corrupto y ansioso de recuperar el perdido esplendor del linaje familiar cueste lo que cueste, y cuyas acciones marcan el destino de Albert y Edouard.  Protagonistas estos últimos, rodeados de personajes secundarios no menos fascinantes, Joseph Merlin –todo un descubrimiento para el lector-, o Marcel Péricourt, padre de Edouard, difíciles de olvidar.  Un libro este, que como ya sucediera con otros no muy lejanos en el tiempo, como “El Mapa y el Territorio” de Houllebecq o  “Intemperie” de Jesús Carrasco,  desdicen a aquellos que opinan que hoy la gran literatura ya no existe. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

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