viernes, 3 de febrero de 2017

AQUELLOS ENCUADERNADORES

“¿Sabes de alguien que encuaderne?” El que lo preguntaba era un amigo del que no tenía noticias desde  hacía años,  y que  como salido del túnel del tiempo, tras un fugaz saludo telefónico, me soltaba aquella pregunta  con una voz que yo  era incapaz de asociar  con aquel joven compañero de estudios universitarios de hacía déadas. “La verdad es que tengo algunos libros -prosiguió- que me gustaría conservar. Son valiosos, además de tener un valor sentimental, pero necesitarían de un repaso de sus encuadernaciones. Seguro que tú, por tu profesión, tienes alguno que me puedas recomendar.”  Finalmente, y repuesto de la sorpresa inicial, facilité unos días después la información que me pedía a aquel ya no tan joven compañero de estudios, y de camino nos pusimos al día el uno al otro de nuestras respectivas vidas, y nos alegramos de que el paso de los años no hubiera mermado la confianza y amistad que alguna vez nos unió.  Aquella petición que aquel viejo amigo me había hecho, y que en principio podía parecer fácil de solucionar, no lo resultó tanto y lo cierto es que me vi arrastrado para mi sorpresa en una búsqueda de profesionales que parecían haber desaparecido de la faz de la tierra. Hace no demasiados años los negocios de  encuadernadores  eran tan corrientes como hoy día pudiera serlo una zapatería, y en la mayoría podíamos encontrar buenos profesionales que  acometían  desde encuadernaciones tan sencillas como las de las interminables colecciones de fascículos, como ofrecernos realizar con toda garantía encuadernaciones modernistas, románticas, neoclásicas, rococó… para aquellos libros  de cierto valor económico o sentimental, como los de mi amigo, que quisiéramos preservar y dar un lugar de honor en nuestro domicilio. Buscar hoy en el paisaje urbano a estos profesionales y sus otrora numerosos negocios, es poco menos que labor inútil. Por supuesto que existen aún profesionales  que conservan las técnicas y el virtuosismo de los grandes encuadernadores del pasado -Sancha, Meyer, Brugalla-, pero son excepciones y además en su mayoría, y  por lógicas razones de supervivencia,  se han ido dedicando  hacia la especialización en la encuadernación y restauración de libros patrimoniales o a trabajar para la gran industria editorial. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO   


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