“¿Sabes de alguien que
encuaderne?” El que
lo preguntaba era un amigo del que no tenía noticias desde hacía años,
y que como salido del túnel del
tiempo, tras un fugaz saludo telefónico, me soltaba aquella pregunta con una voz que yo era incapaz de asociar con aquel joven compañero de estudios
universitarios de hacía déadas. “La
verdad es que tengo algunos libros -prosiguió- que me gustaría conservar. Son valiosos, además de tener un valor
sentimental, pero necesitarían de un repaso de sus encuadernaciones. Seguro que tú, por tu profesión, tienes
alguno que me puedas recomendar.”
Finalmente, y repuesto de la sorpresa inicial, facilité unos días
después la información que me pedía a aquel ya no tan joven compañero de estudios,
y de camino nos pusimos al día el uno al otro de nuestras respectivas vidas, y
nos alegramos de que el paso de los años no hubiera mermado la confianza y
amistad que alguna vez nos unió. Aquella
petición que aquel viejo amigo me había hecho, y que en principio podía parecer
fácil de solucionar, no lo resultó tanto y lo cierto es que me vi arrastrado
para mi sorpresa en una búsqueda de profesionales que parecían haber
desaparecido de la faz de la tierra. Hace
no demasiados años los negocios de
encuadernadores eran tan
corrientes como hoy día pudiera serlo una zapatería, y en la mayoría podíamos
encontrar buenos profesionales que
acometían desde encuadernaciones
tan sencillas como las de las interminables colecciones de fascículos, como
ofrecernos realizar con toda garantía encuadernaciones modernistas, románticas,
neoclásicas, rococó… para aquellos libros
de cierto valor económico o sentimental, como los de mi amigo, que quisiéramos
preservar y dar un lugar de honor en nuestro domicilio. Buscar hoy en el
paisaje urbano a estos profesionales y sus otrora numerosos negocios, es poco
menos que labor inútil. Por supuesto que existen aún profesionales que conservan las técnicas y el virtuosismo
de los grandes encuadernadores del pasado -Sancha, Meyer, Brugalla-, pero son
excepciones y además en su mayoría, y
por lógicas razones de supervivencia,
se han ido dedicando hacia la
especialización en la encuadernación y restauración de libros patrimoniales o a
trabajar para la gran industria editorial. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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