viernes, 2 de febrero de 2018

PASIÓN POR EL LIBRO

Puede parecer que en esta sociedad que nos ha tocado vivir, donde los medios tecnológicos cada vez copan más parcelas de nuestro quehacer diario, ciertas aficiones o, mejor dicho, pasiones, van quedando desplazadas y pueden ser hoy una rareza o curiosidad en vías de extinción. ¿Es este el caso de la Bibliofilia? Sorprendentemente, y según mi experiencia, la pasión por los libros, el interés y casi necesidad por poseer ediciones en papel que destacan por su belleza, rareza o antigüedad, siguen estando muy presentes y dan sentido a la vida de más personas de las que podríamos pensar por lo dicho inicialmente. Personas que hoy podrían equipararse a bibliófilos de antaño como el marqués de Chalambre que murió de un ataque de desesperación al no poder adquirir un ejemplar de cierta obra que jamás había existido: una Biblia que en un momento de humor había inventado Charles Nodier. También tragico fue el destino de otro bibliófilo, Alejandro Timore. “Timore -en palabras de Javier Lasso- vivía en París con una renta exigua. Su dominio de las lenguas le permitía dar clases particulares que solo le daban lo suficiente para subsistir. En cierta ocasión le visitó en su domicilio de la calle Vieux-Augustins su amigo M. Blanchard, y le encontró trabajando en su biblioteca temblando de frío y envuelto prácticamente en unos harapos que en otro tiempo bien pudiera haber sido una manta”. El círculo de esta precaria vida se cerró definitivamente, cuando la pensión que recibía en cierta ocasión se demoró más de la cuenta, y encontraron al bibliófilo días después muerto por inanición entre sus libros. ¿Por qué Timore no fue capaz de desprenderse de algunas de las piezas valiosísimas que conservaba en su biblioteca, para salir de aquella situación de penuria que finalmente le llevó a la muerte?. Alguien escribió que “el fuego de la bibliofilia no muere sino con el mismo bibliófilo. La edad por tanto no tiene hielo para enfriar esta pasión”. Realmente son muchas las personas enamoradas del libro como pieza  de arte - la mayoría por supuesto sin llegar al sentido trágico de los ejemplos arriba apuntados,-  y que aun hoy sacrifican muchas cosas en pro de esa pasión. Ramón Clavijo Provencio 

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