En un
artículo publicado en la ‘Revista de Historia de Jerez’ del año 2000, Ramón
Clavijo y quien suscribe hacíamos un somero repaso a la historiografía local
hasta finales del siglo XX. Tenía un carácter divulgativo, en un intento de “acercar
el trabajo del investigador al gran público”. Comentábamos que fue don Tomás
García Figueras, en los años sesenta, quien abrió la veda a esta clase de
estudios, apartándose del clásico manual de historia para adentrarse en los
entresijos de la personalidad de los historiadores valorando sus aportaciones
al conocimiento de la trayectoria de nuestra ciudad a través de la Historia. Es
cierto que a finales del XIX el ‘Discurso sobre las historias y los
historiadores de Jerez’, de Manuel Bertemati Troncoso, podría considerarse un
trabajo historiográfico, si bien está a medio camino entre el ensayo y el
estudio científico. Tras ese artículo que mencionamos al principio, los mismos
autores ofrecimos dos conferencias sobre el mismo asunto, en 2001 y en 2011,
haciendo un recorrido por los personajes más señalados que se habían ocupado de
Jerez, desde Herodoto o Theopompos (S. V-IV a. C.) hasta los historiadores más
recientes como Caro Cancela o Cabral Chamorro. En la actualidad, cuando ya
gastamos casi dos décadas del siglo XXI, la historiografía de nuestra localidad
ha crecido vertiginosamente, no solo en monografías sino en innumerables
artículos en revistas especializadas. Y el abanico de temas ha trascendido lo
puramente histórico: arte, patrimonio, demografía, educación, biografías,
urbanismo, e incluso fotografía. Consignar todo lo escrito hasta hoy rebasa los
límites de estas líneas. A modo de ejemplo: ‘Historia general del libro y de la
cultura en Jerez’ (2003), de varios autores; ‘De la ciudad de Dios a la ciudad
de Baco’ (2007), de Aroca Vicenti; ‘175 años de fotografía: una mirada desde los
fotógrafos de Jerez’ (2014) del desaparecido Adrián Fatou ; ‘La parroquia de
San Mateo de Jerez de la Frontera ...’ (2018), coordinado por Javier Jiménez
López de Eguileta; ‘Inscripciones latinas de Jerez de la Frontera’ (2016), de
Ruiz Castellanos, García Romero y Vega Geán, etc. Tiempo habrá de ir
desgranando la mayoría de las publicaciones locales y abundando en algunas. Nos
detenemos en dos de ellas. En primer lugar, el volumen que recoge las ponencias
de las I Jornadas de Historia Contemporánea, celebradas en nuestra ciudad en
octubre de 2015 y publicadas bajo la coordinación de Diego Caro Cancela y José
A. Mingorance Ruiz, que versaron sobre ‘El movimiento obrero en la historia de
Jerez y su entorno (siglos XIX y XX)’ y en el que participaron historiadores
como Enrique Montañés Primicia, Fernando Romero Romero o Lola Lozano Salado. Y
en segundo lugar, un libro de arte divulgativo, ‘Iglesias y conventos de Jerez’
(2018) de Romero Bejarano (cuya cubierta ilustra este artículo), una monografía
absolutamente recomendable para conocer nuestro patrimonio y saber qué estamos
viendo cuando paseamos por el rico casco antiguo de la ciudad de Jerez. NATALIO BENÍTEZ RAGEL.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
viernes, 21 de junio de 2019
PIGCASSO
Hace unas semanas era
noticia en los medios de comunicación una cerda que pinta cuadros, a la que han
bautizado con el nombre de “Pigcasso”. No sé cómo anda la cosa por las
compatibilidades y semejanzas en el ADN de cerdos y humanos, lo mismo solo nos
diferenciamos en un gen, el que convierte a algunos humanos en cerdos y a
algunos cerdos en humanos. En cualquier caso, este Pigcasso es una vuelta de
tuerca más en ese famoso dicho, que yo suscribo totalmente, de que del cerdo se
aprovecha hasta sus andares. Lo cierto es que la artista tiene ya página web y
de que sus cuadros se cotizan a más de mil euros, dinero que se ingresa al
parecer en una institución o asociación dedicada al cuidado de animales. En
unas declaraciones de su dueña, esta comentaba que en los cuadros se podían
apreciar los distintos estados de ánimo de la cerda, a la que se le veía en la
televisión enfrascada con pincel en la boca ante un lienzo que iba cubriendo de
líneas y colores. Al margen de la trascendencia o interés que les podamos
conceder a la noticia y a su protagonista, estas no dejan de ser un perfecto
ejemplo de hasta dónde hemos llegado en el comercio del arte. Que un cuadro de
Pigcasso pueda alcanzar los cuatro mil euros es sin duda un insulto a la
pintura y al arte en general, y a la capacidad intelectual del ser humano,
representado en el comprador, cuando tantos artistas andan por el mundo sin que
se les reconozca su arte y cuando la historia de la cultura está llena de
agravios, genios incomprendidos en sus respectivas épocas. Por mi parte, el día
en que un cerdo escriba un poema o una novela y haya un editor decidido a
publicarlos, no me quedará más remedio que replantearme mi relación con la
literatura y, de inmediato y muy a mi pesar, hacerme vegetariano, a ver si por
unas malas en una loncha de jamón o de lomo me esté comiendo al Cervantes de la
piara porcina. José López Romero.
viernes, 7 de junio de 2019
LA BOMBA
Todos guardamos en la
memoria y, si no, ya las cadenas televisión se encargan de refrescárnosla con
cierta periodicidad la gran, enorme seta que produjo la explosión de las bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, con la que se daba el aldabonazo
definitivo a la Segunda Guerra Mundial. Esto sucedía el 6 y el 9 de agosto de
1945. Y permítanme mi ignorancia o desinformación, quizá consecuencia del
rechazo que provoca o debería provocar en todo ser humano un acontecimiento tan
terrible como el lanzamiento de aquellas bombas. Las imágenes de las dos
ciudades japonesas convertidas en un amasijo de ruinas y cuerpos destrozados,
carbonizados, y las posteriores consecuencias en la población que pudo
sobrevivir a duras penas y con enormes y terribles malformaciones, siempre y a
pesar del tiempo transcurrido nos estremecen y son un excelente motivo de
reflexión sobre el horror que es capaz de generar el ser humano contra sí
mismo, así como un ejemplo permanente de a lo que nunca debemos llegar. Pero
todo esto viene a cuento no por lo obvio de lo que hasta aquí he escrito sino,
y retomando lo antes dicho, por la sorpresa que me produjo (de ahí mi
ignorancia o desinformación) cuando al leer ‘El arte de la distorsión’ del
colombiano Juan Gabriel Vásquez (libro muy recomendable), y al hilo de unas
traducciones sobre precisamente la bomba atómica, me entero de que los
norteamericanos pudieron perfectamente prescindir del lanzamiento de estas,
pues ya todos sabían que la rendición de Japón era inminente. He buscado en
Internet (dónde si no) más información al respecto, para comprobar si J. G.
Vásquez me había metido en uno de esos laberintos de ficción que tan
magistralmente compone en sus novelas, una especie de distopía del horror, pues
no daba crédito a lo que estaba leyendo. ¡La destrucción total de dos ciudades
por el solo motivo de la disuasión! Ya había leído en la también estremecedora
‘Historia natural de la destrucción’ de W. G. Sebald cómo los bombardeos de los
aliados habían tomado como objetivo 131 ciudades alemanas para lanzar
indiscriminadamente su arsenal de muerte; resultado: unos seiscientos mil
civiles alemanes muertos, ciudades arrasadas y millones de personas sin hogar.
Y todo esto me hace recordar que en el hermoso libro ‘Los girasoles ciegos’, en
su primer relato, el capitán Carlos Alegría se pasa el último día de la Guerra
Civil española del bando franquista al republicano porque el vencedor no quería
realmente ganar la guerra, sino aniquilar al enemigo. Ya sabemos lo que
significa una guerra, lo hemos visto por desgracia demasiadas veces en la
televisión, y el siglo pasado nos da ejemplos memorables de ello, desde sus
inicios hasta el mismo fin de la centuria. Las bombas atómicas, como los
bombardeos sobre población civil no hacen más que confirmar lo que sentía el
heroico, el derrotado, el vencido capitán Alegría. Se pudieron haber evitado,
se sabían perfectamente las terribles consecuencias y a pesar de ello se
lanzaron. No hay honor, no hay gloria en
los vencedores, solo desolación y vergüenza. José López Romero.
PASIÓN POR LOS VIEJOS CÓMICS
Pasé una mañana entretenida. Hacía tiempo que no
me marchaba de un mercadillo con la satisfacción de haber encontrado y
adquirido algo interesante. En este caso algunos singulares materiales
bibliográficos: dos ejemplares de Roy Rogers, un libro de la colección “Héroes”
de Bruguera y por fin, quizás el que más satisfecho me había dejado, uno de los
primero números de ‘Pumby’, aquella
publicación semanal que hizo las delicias de los más pequeños a mediados del
pasado siglo, generación que creció en
los inicios de la televisión y todavía
alejados de la revolución que significaría la era digital. En este caso el
mercadillo que había visitado era el que todos los domingos se levanta
alrededor del edificio de Correos, anexo a la plaza de Las Flores de Cádiz. Ya
lo conocía de alguna visita anterior, pero nunca tuve la suerte de encontrar
aquel puesto abarrotado de viejos cómics, un material no precisamente fácil de
encontrar, sobre todo si lo que buscamos como es mi caso, son ejemplares
anteriores a los años 80 del pasado siglo.
Con este material bibliográfico ha pasado algo parecido a lo sucedido
con la prensa hasta bien entrado el siglo XX. Es decir, al ser un material
efímero y de rápido consumo no se tuvo
durante muchos años en cuenta la importancia de su conservación, algo que
vendría mucho después. Así, de la misma manera que de históricas cabeceras de
prensa es muy difícil encontrar colecciones completas, y en algunas incluso
ejemplares, de estos cómics antiguos de los que les hablo y que siempre
ejercieron sobre mí una especial fascinación, sucede otro tanto. Hoy día es
complicado encontrar ejemplares de según qué colecciones, lo que ha favorecido la edición de facsímiles.
La búsqueda hay que realizarla más que en librerías de viejo, en colecciones de
particulares que acepten el trueque, o en mercadillos. Qué duda cabe que el
éxito de la actual novela gráfica ha devuelto el interés por el cómic en
general, y en cierta manera por sus orígenes, y no son pocas las instituciones
culturales y bibliotecas públicas las
que, a la vez que coleccionistas particulares, tratan de completar
sus escasas colecciones para ponerlas a disposición de
sus usuarios, lo que vaticinamos representará una grata sorpresa para las
nuevas generaciones de lectores. Ramón Clavijo Provencio.
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