Hace unos días me topé
con un documento que pese a ser testimonio de un acontecimiento de relevancia
en la historia cultural de la ciudad, permanecía olvidado en un viejo
archivador del año 1975. El documento en cuestión describía el estado en que se
encontraba la Biblioteca Municipal y el Museo Arqueológico un 26 de julio del
mencionado año en el que Manuel Esteve Guerrero, hasta ese momento su director,
ponía fin a su carrera profesional por jubilación tras 42 años al frente de
ambas instituciones. Al pie del papel las firmas del secretario general del
Ayuntamiento, del que sería su sustituto D. Manuel Antonio García Paz, y de él
mismo. La sensación que me produjo la lectura de aquel documento oficial y de
apenas un folio de extensión, fue de sorpresa no exenta de amargura. ¿En aquel
folio de un papel que ya amarilleaba por el paso del tiempo se podía condensar
una vida profesional tan rica como la de Esteve? Lo cierto es que tras aquellas
líneas mecanografiadas, tan detallistas como frías, donde se daba cuenta del
número de obras que conservaba la biblioteca y su organización, o de las piezas
más representativas del Museo y su procedencia, era muy difícil encontrar al
Esteve que entre las lomas de Asta se convertiría con el paso del tiempo en
recordatorio de lo que aún queda por hacer en pro del conocimiento de nuestra
historia, o del bibliotecario que durante décadas luchó contra los
imponderables, poniendo los cimientos de un servicio bibliotecario útil para
los ciudadanos y garante de su patrimonio bibliográfico. A propósito de todo
esto me viene a la mente una de las tantas anécdotas que nos han llegado en
torno a Esteve. Transcurría 1952 y se editaba por el Instituto General Franco
de estudios e investigación Hispano Árabe (Editora Marroquí. Tetuán) el libro
de Juan José Jáuregui ‘Posible localización del mítico Tartessos’ donde se
defendía la ubicación del legendario reino en la desembocadura del Guadiana, en
Castromarín. Dos años antes Manuel Esteve había concluido su tercera campaña de
excavaciones en Asta (en la imagen) con muy escasa financiación y buscaba
editar los resultados de las mismas. La publicación de aquel libro de Jáuregui
por el Instituto General Franco a la sazón dirigido por Tomás García Figueras,
mientras el arqueólogo municipal mendigaba ayuda institucional para publicar el
resultado de su última campaña en Asta y encontrar financiación para la
siguiente, que sería finalmente la última, provocó un poco conocido
desencuentro entre estos referentes de la cultura de nuestra ciudad. Sin duda aquel documento transmitía en su brevedad y concreción más de
lo que a simple vista se leía. Lo devolví al archivador y medité sobre si
alguna vez alguien volvería a posar su mirada sobre él. Ramón Clavijo Provencio.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
sábado, 26 de octubre de 2019
AQUÍ NO LEE NADIE
“Al final va a tener
razón el protagonista de ‘Intento de escapada’, una excelente novela de Miguel
Ángel Hernández, cuando asegura que nadie lee nada”, se me lamentaba el otro
día un compañero de profesión y amigo. Y añadía en un monólogo que más tenía de
resignación que de rebeldía: “¡pues no se me ocurre preguntar en los primeros
días de clase a los alumnos qué han leído en verano y apenas me levantan la
mano unos cinco! Pero lo más grave, con serlo, no es esto, lo peor vino
después… Me voy a tomar un café y me encuentro con algunos compañeros, entre
ellos una profesora de Lengua y por empezar una conversación se me ocurre la
dichosa preguntita, y cáete al suelo: ¡no había leído nada!”. Hay personas como
este mi compañero que siguen manteniendo una cierta capacidad, cada vez más
menguada, de sorpresa y, lo que es peor, una, cada vez también más disminuida,
confianza en el ser humano y, en particular, en los compañeros de profesión.
Eso de que la lectura se le presupone al profesor de Lengua es una afirmación
de otro tiempo, del mismo en que también el valor se le presuponía al soldado.
Hoy las cosas han cambiado mucho en todos los órdenes y disciplinas. Hoy basta
con saber lo que pone el libro de texto o manual para dar una clase, porque nadie
te exige que sepas más que eso. Hoy, basta con tener unos índices de aprobado
acordes con lo esperado por el sistema para que se enmascare el fracaso
escolar, unas estadísticas que de ninguna manera representan lo que sabe un
alumno o alumna, sino un aprobado bajo el que se esconde a veces la mediocridad
del profesor. “Esa profesora –concluía mi amigo- terminará por saber a lo largo
de toda su carrera profesional como mucho el manual de la asignatura, ayudada
claro está por el solucionario de las actividades, y con eso se pasará años y
años”. No pude por menos que darle la razón, aunque le aclaré acudiendo al
refranero que esa golondrina no hace verano. No sé si le sirvió como consuelo a
su desolación profesional. José López Romero.
sábado, 5 de octubre de 2019
MÁS SORPRESAS
El año pasado casi por
estas mismas fechas publicaba, a modo de inicio del curso y cierre del periodo
veraniego y vacacional, un artículo en el que confesaba una de las sorpresas
que me habían deparado las lecturas de aquel ya lejano verano: el retraso con
que a veces llega uno a ciertos libros. Y ponía como ejemplo ‘El azar y
viceversa’ de Felipe Benítez Reyes y, sobre todo, ‘Galíndez’ de Manuel Vázquez
Montalbán (lecturas que sigo considerando muy recomendables). Al menos me
consolaba con el socorrido refrán “más vale tarde que nunca”. Pues bien, esa
misma sensación he experimentado con otro libro este verano: ‘Las armas y las
letras’ de Andrés Trapiello. Quizá sea por una tan subjetiva como absurda
prevención contra este escritor (a veces demasiado oportunista en sus
publicaciones), o porque lo primero que leí de él fue uno de sus infinitos en
número volúmenes de sus diarios (todos bajo el título genérico de ‘El salón de
los pasos perdidos’), lo cierto es que no le tenía yo mucha afición ni ganas de
seguir leyéndolo; sin embargo, ‘Las armas y las letras’ ha sido sin duda mi
gran descubrimiento, tardío ya lo sé, de este verano y que no me he resistido a
reseñar en esta misma página. Pero estos últimos meses han dado para mucho más,
hasta el punto de que he descubierto otra sensación con las lecturas (¡a mi
edad!, como decía el año pasado): la inutilidad de ciertos libros. Tan
interiorizada tenía la máxima de Plinio el Joven de que no hay libro tan malo
que no tenga algo bueno, que nunca me he parado a pensar en que pudiera haber
libros prescindibles, inútiles, que si no se hubieran escrito no habría pasado
nada, incluso el mundo sería algo mejor (exagero, porque esto no hay quien lo
arregle). Esa sensación, aunque no logré entenderla del todo, ya la tuve hace unos
años con ‘Zonas húmedas’ de Charlotte Roche, una novela ordinaria y de mal
gusto, propia de esa literatura que se publicita bajo el calificativo de
“transgresora” ¿Y con qué libro he tenido este verano esa sensación? Pues lo
voy a decir aunque ello me cueste alguna reprimenda: la novela ‘Lejos de
Veracruz’ de Enrique Vila-Matas. De este escritor me gustaron y mucho dos
obras: ‘Bartleby y compañía’ e ‘Historia abreviada de la literatura portátil’;
pero no me gustó nada ‘Aire de Dylan’ y esta última incursión en su novelística
me ha resultado decepcionante. Quizá el comienzo de la novela atrape al lector,
pero después resulta insulsa, con poca gracia y apenas interés. Ya sé que
Vila-Matas es para muchos un escritor de los llamados “de culto” (otra denominación
que hay que poner en cuarentena o bajo sospecha) y quizá yo me tenga que
aplicar la variante de Óscar Wilde a la frase de Plinio: “La verdad es que no
hay libros malos, lo que hay son malos lectores” y yo sea un mal lector de
Vila-Matas. Pero ‘Lejos de Veracruz’, se pongan como se pongan Plinio y Wilde,
es un pestiño. José López Romero.
CÓMICS
Durante
la guerra de Cuba el potentado americano William Randolph Hearts, dueño de un
imperio empresarial que incluía 28 periódicos, y que sirvió de modelo para el genial Ciudadano Kane de Orson Welles, fue un elemento decisivo para mover
la opinión pública de su país a favor de una guerra contra España. Una opinión
pública en principio bastante tibia y despreocupada por lo que acontecía en la
mayor de las Antillas. En esa campaña propagandística contra los españoles, en
la que también tuvo mucho que ver otro magnate americano Joseph Pulitzer, alcanzó
mucho éxito el personaje de “The Yellow Kid” (El Chico amarillo), unas tiras
protagonizadas por Mickey Dugan y donde se manipulaba la realidad, lo que fue
el origen de lo que andando el tiempo se denominó despectivamente “prensa amarilla”,
por el color del personaje de aquellas tiras. Desde entonces el atractivo pero
también el poder de los cómics o historietas no paró de crecer, primero como un
elemento más de la prensa para criticar o caricaturizar, en lo que conocemos
como prensa satírica, la realidad política o social de un país, luego
independizándose con publicaciones propias y de temática muy variada, muchas de
ellas orientadas al público infantil pero sin desdeñar al adulto para el que
fueron andando los años ofertándose cada vez más publicaciones. Durante el
largo tiempo trascurrido desde la aparición de aquel “Chico amarillo” estadounidense,
o las tiras que aparecían en la británica “Punch”, pasando por la española “La
Flaca” o el jerezano Don Fastidio, hasta
hoy han ido calando en la memoria colectiva nombres ya míticos de cabeceras de
revistas de cómics como “Pilote”, “Cimoc”, “Madriz”, y una interminable lista
de superhéroes o aventureros surcando los más diversos escenarios y épocas
hasta llegar a la eclosión de la novela gráfica. La novela gráfica en la actualidad con la edición de títulos como ‘Persepolis’, ‘Maüs’
o, entre los españoles, ‘Los surcos del azar’, ha llevado al género a sus cotas
más altas. A partir del 24 de octubre, la Biblioteca Municipal de Jerez recorrerá
en una pequeña pero muy interesante exposición, los principales hitos de esta
historia. Ramón Clavijo Provencio
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