El duro golpe que está suponiendo la irrupción de
la pandemia del COVID- 19 en todas las esferas de nuestra vida, afecta ya a nuestros hábitos más cotidianos,
entre ellos la lectura. No solo muchos han vuelto su mirada hacia los libros
como compañeros de viaje en este tiempo oscuro, sino también sobre historias
que parecían sepultadas bajo el peso del tiempo. Hace días comentaba un
conocido su sorpresa ante la inesperada aparición como super ventas del libro
de Camus ‘La Peste’. De
una manera más discreta pero también notoria vuelve ‘La Amenaza de Andrómeda’ de Michael Crichton, libro anterior a
aquel ‘Parque Jurásico’ que
lo catapultaría al Olimpo de los escritores más conocidos. En relación a la
versión cinematográfica de ‘La Amenaza de Andrómeda’ - el libro lo leí por
primera vez el mismo año de su publicación en nuestro país, 1972, a través de
una cuidada edición del ya también desaparecido Círculo de Lectores-, sucedió
un curioso fenómeno: un inicial interés del público por visionar la cinta, al rebufo
del éxito que había tenido la novela, y un fracaso de esta tras los primeros
días desde su estreno cuando el público comprobó -se supone que la mayor parte
de él no había leído la novela y se acercaba a las salas por el eco de su éxito
literario- que aquello no iba de batallas contra alienígenas invasores, sino de
un virus procedente del espacio exterior. Pero lo cierto es que en aquel año de
1969 en el que se editaba el libro en Norteamérica (a las pantallas de cine
llegaría algo después), las preocupaciones de aquella ya lejana sociedad eran
otras a las que vaticinaba aquella novela: la guerra fría daba sus últimos
coletazos mientras el hombre llegaba a la Luna y la amenaza nuclear era algo
muy presente en el imaginario colectivo. Nuestro país, en cambio, seguía
atravesando su particular travesía del desierto, y mientras Franco designaba
sucesor al que mucho más tarde sería Juan Carlos I, la tímida apertura al exterior junto a la
economía explican que no terminaran de saltar las costuras del régimen
franquista. Hoy, más que ‘La Peste’
de Camus, donde si bien es cierto que esa historia centrada en la epidemia que
azota la ciudad argelina de Orán, y las consecuencias de tal hecho sobre la
población, nos dibuja un escenario en algunos aspectos asimilables a la situación actual, es en el
libro de Crichton donde encuentro una sorprendente y premonitoria visión del
futuro, un futuro que se ha hecho presente ante nuestros sorprendidos ojos. Hoy,
en la soledad de mi habitación releo nuevamente sus páginas, y siento el
escalofrío que en aquel lejano 1972 no sentí, ese escalofrío que nos provoca
todo lo desconocido cuando juega con el concepto de nuestra propia existencia. Ramón Clavijo Provencio
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
martes, 7 de abril de 2020
ABASTECIIENTO
Aunque a estas alturas quién más quién
menos estará del coronavirus hasta la punta de lo que a cada lector se le
ocurra, no me resisto a comentar una circunstancia que me llena de nuevo de ese
pesimismo cuando del ser humano se trata y, en concreto, de nuestros
conciudadanos. Cuando se dio la voz de alerta o alarma, de inmediato todos a la
carrera frenética, al asalto a los supermercados; el abastecimiento de
alimentos de primera necesidad era la obsesión, y mi pregunta, iluso de mí, fue
¿y las librerías? Por muchas imágenes que salían en la tele, no aparecía
ninguna en ellas, solo los rollos de papel higiénico que surcaban los aires con
destino al carrito de la compra. En ‘El infinito en un junco’ (un libro que es
un pozo sin fondo de posibles artículos y que no me cansaré de recomendar),
Irene Vallejo hace un repaso por esas historias en las que el ser humano, ante
situaciones límites, ha encontrado el consuelo y la salvación en los libros.
Por ejemplo, el testimonio de Nico Rost, prisionero en Dachau, que se atrevió a
desafiar las duras condiciones de aquel terrible campo de concentración y que
escribió: “Quien habla del hambre acaba teniendo hambre. Y los que hablan de la
muerte, son los primeros que mueren. Vitamina L (literatura) y F (futuro) me
parecen las mejores provisiones” (pág. 239). O el ejemplo de Elena Korybut,
condenada a diez años en las minas de Vorkutá (más allá del círculo polar),
para quien un libro de Pushkin, que pasó por miles de manos, fue su salvación
(pág. 241). O el de Michel del Castillo en Auschwitz, salvado por
‘Resurrección’ de Tolstói (pág. 242). No estamos afortunadamente ni en un campo
de concentración nazi ni en las minas de Vorkutá, pero el efecto liberador,
terapéutico de un libro nunca se ha perdido. En estos malos tiempos que a todos
nos ponen a prueba, la lectura sigue siendo un alimento de primera necesidad.
José López Romero.
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