jueves, 27 de junio de 2024

VIDAS PARALELAS

El 11 de febrero de 1903 en Kiev venía al mundo la escritora Irina Leodinovna Nemirovskaïa, más conocida por Irène Némirovsky. Su padre, Leon Némirovsky, era un acaudalado judío, banquero, que disfrutaba de una enorme fortuna, y su madre, Anna Margoulis, una mujer con una excelente formación y que nunca mantuvo una buena relación con su hija, a la que siempre trató con cierta distancia. A pesar de su origen ruso, la educación que recibió Irène en su infancia se debió a una institutriz francesa, de ahí que ella reconociera que antes del ruso, aprendió a hablar y a escribir en francés, el idioma que escogería para sus novelas. Después de la Revolución Rusa, la familia pasa por diferentes ciudades europeas hasta afincarse en París, donde se casa en 1926 con Michel Epstein, también judío. Y no será hasta dos años más tarde que le llega a Némirovsky su éxito literario. Novelas como su inicial ‘El malentendido’, ‘El baile’, ‘Los perros y los lobos’ y, sobre todo, su exitosa ‘Suite francesa’ (pasada al cine) nos revelan una escritora en plena madurez, con un estilo elegante del que se sirve para describir las costumbres y los vicios de la alta sociedad burguesa pero también los horrores de la miseria y de la guerra. Irène Nemirovsky fue apresada en la Francia ocupada por el ejército nazi el 13 de julio de 1942. Trasladada al campo de concentración de Auschwitz, murió de tifus apenas un mes más tarde, el 17 de agosto.

El 3 de junio de 1929 nacía Ángel Vázquez Molina en Tánger, la ciudad cosmopolita, internacional, nido de refugiados y espías de toda raza y nación, la “deliciosa mentira”, como la definió Emilio Sanz de Soto, amigo íntimo de Vázquez y de quien tomo estos apuntes sobre la vida de este (en la edición de ‘El cuarto de los niños y otros cuentos’, Pre-textos). Hijo único de Mariquita la sombrerera, cuando el negocio que regentaba su madre, una sombrerería, cayó en desgracia, tuvo que abandonar sus estudios y dedicarse a desempeñar diversos trabajos precarios como secretario, vendedor de libros y colaborador de la prensa de la ciudad. Su vocación literaria se fue fraguando primero como lector voraz, usuario de las bibliotecas públicas de Tánger (la española, la francesa y la inglesa) y el contacto con los escritores que se afincaron en la ciudad, como el matrimonio Bowles. Ángel Vázquez sólo escribió un conjunto de cuentos reunidos en el volumen publicado por Pre-textos y tres novelas: ‘Fiesta para una mujer sola’, ‘Se enciende y se apaga una luz’, por la que obtuvo el Premio Planeta de 1962 y cuya cuantía económica sólo le alcanzó para pagar deudas, y su extraordinaria ‘La vida perra de Juanita Narboni’, sin duda una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Alcohólico como su padre y su madre, homosexual en la España franquista, escritor maldito, murió en la más absoluta miseria en Madrid el 26 de febrero de 1980. Leer a Irène Nemirovski y a Ángel Vázquez es un ejercicio de reconocimiento y un homenaje a dos escritores que honran la Literatura. José López Romero. 

IMPRESTABLES

“Para formar una buena biblioteca se necesita contar con muchos amigos y que estos tengan muy mala memoria”, rezaba un pequeño cartel enmarcado, en la entrada   de la excelente biblioteca especializada en Arte que logró reunir el añorado profesor José Ramón Fernández Lira. Pero aquel texto no era una confesión sobre el origen de los miles de libros que había reunido José Ramón, sino más bien una advertencia a aquellos privilegiados visitantes que solía invitar a su biblioteca privada, a los que mostraba incansable, como buen cicerone, sus piezas más valiosas, curiosas o raras antes de obsequiarlos con un espléndido jerez de despedida. Solía suceder que en aquel recorrido entre las librerías siempre había algún visitante que se sentía tentado por hojear y leer en privado alguno de aquellos ejemplares. Entonces saltaba la pregunta que parecía no coger nunca desprevenido al propietario de la colección. “Oye, José Ramón, ¿me prestas este libro?” Era el momento en el que sin duda más disfrutaba el profesor, y sin perder la sonrisa siempre contestaba con otra pregunta “¿Te has fijado en ese cartel que tengo colocado en la entrada?” Luego José Ramón, sin esperar respuesta volvía a recordar al visitante de turno la frase enmarcada, recitándola con gran solemnidad, tras lo cual soltaba aquel demoledor “Pues quiero advertirte, amigo, de que yo la memoria la tengo buena, pero que muy buena”, a lo que solía seguir una sonora carcajada. Sí, José Ramón también claudicaba a veces y solía prestar algún que otro ejemplar de su colección, al fin y al cabo, como decíamos más arriba tenía buena memoria, pero pese a ello muchos de sus libros, a los que tenía más apego y no necesariamente los más valiosos, tenían aquella leyenda garabateada de su puño y letra en la contraportada: “Este libro ha pasado a la categoría de imprestable”, seguida de su rúbrica. Hoy donde las bibliotecas privadas en los domicilios son lamentablemente una singularidad, me asaltan  estos recuerdos al echar en falta en los anaqueles de mi biblioteca libros que presiento no volverán. ¿Los habré prestado? Está claro que, a diferencia de José Ramón, no tengo tan buena memoria. Ramón Clavijo Provencio

 

 

 

sábado, 15 de junio de 2024

VIAJERAS PESE A TODO

En las labores de selección del variado material que se recogerá en la Exposición “Viajando hacia el sur”, en la que colaboro, y que se tiene prevista inaugurar dentro de unos meses, me he topado con un viejo artículo  que publiqué en las páginas de Diario de Cádiz hace ahora 25 años: “Las mujeres viajeras”. En dicho texto me introducía en un tema por entonces poco hurgado por la investigación sobre el fenómeno viajero, como era el de esas mujeres que recorrieron el mundo en siglos pasados, afrontando los desafíos que ello entrañaba y donde las rígidas convenciones sociales no eran el menor de los problemas al que se tuvieron que enfrentar. Veinticinco años después, más estudios han ido avanzado en desvelar la importancia de esas viajeras dentro del fenómeno literario al que nos referimos. El espléndido libro ‘Grandes aventureras’ de Alexandra Lapierre y Christel Mouchard (2005), es el texto que podemos considerar como uno de los primeros estudios que alcanzan cierta difusión entre el público lector y donde se hace una profunda inmersión en el papel desempeñado por la mujeres en el universo viajero a nivel global. Siguiendo con los estudios más generales sobre este asunto tenemos que destacar a una española, la periodista García Morato a la que se debe en gran medida el desvelar pasajes desconocidos de muchos de los viajes protagonizados por mujeres en libros como ‘Las reinas de África’ (2006) o ‘Viajeras intrépidas y aventureras’ (2007) que fue todo un acontecimiento editorial y abrió a muchos lectores y lectoras esa otra parte de la literatura viajera que estaba aún por desvelar; tampoco podemos olvidar los muchos trabajos de Pilar Tejera, entre los más recientes ‘Viajeras por los mares del sur’ (2020). Sobre estudios que se centran en las mujeres viajeras por nuestro país hay un interesante texto que fue pionero en tocar esa faceta, el de Lola Escudero titulado ‘Las ladies viajeras en España’, publicado a principios de este siglo en el Boletín de la Sociedad Geográfica española. En cuanto a Andalucía podemos nombrar dos textos ya imprescindibles: ‘Viajeras en Andalucía’ de Alberto Egea Fernández Montesinos (2008) y más recientemente ‘Andalucía vista con ojos de mujer’ de  Elena Suárez Sánchez, Antonio Fernández Navarro y Olivier Piveteau (2015). Pues sí, damas viajeras como Lady Holland, Nellie Bly (en la imagen), Louisa Tenison, Ellem Whishaw o Grace Illingworth entre otras nos dejaron testimonios escritos, muchos de ellos sobre España y donde no faltan las referencias a Jerez (ver  ‘Jerez y sus vinos vistos por las extranjeras viajeras’, José Luis Jiménez), que ahora comienzan a valorarse. Mujeres pioneras que pertenecen a esa estirpe que abrieron un fascinante camino, nunca mejor dicho, y donde sus testimonios golpearon las mentes más encorsetadas de una sociedad por entonces demasiado mezquina y estrecha de miras. Ramón Clavijo Provencio.

CHATGPT Y LA CRÍTICA LITERARIA

Desde hace ya un tiempo mantengo con un amigo, al que puedo elevar a la categoría de “íntimo”, una amable y divertida disputa sobre un poeta (aficionado), amigo suyo (yo no tengo el gusto de conocerlo), cuyo nombre no viene al caso. Mi amigo me ha ido enviando religiosamente los libros que ha ido publicando el poeta para que le diese mi opinión. Con todos mis respetos, aunque más respeto me merece la literatura, puedo asegurarles a ustedes que la poesía de este “amigo de mi amigo” es mala de solemnidad. Pero mi amigo, más generoso que yo y con un punto de desconfianza, no acaba de convencerse. Además, algunos cantos de sirena, bajo la apariencia de voces “autorizadas” pero siempre engañosos, porque así es la naturaleza de las sirenas, ponen poco menos que por las nubes del Parnaso al vate (no se confundan con la palabra). Y ya lo último que me quedaba por ver y oír es el experimento que ha realizado el propio autor de los más que dichosos, desdichados versos de la disputa: ha cargado su último libro en la famosa herramienta ChatGPT, para que este nuevo artilugio del diablo le dé su opinión. Y pásmense, en el apartado titulado “Comparación con grandes poetas” la máquina lo relaciona con ¡¡Neruda, Antonio Machado, Benedetti, Bécquer y hasta con la filosofía de Schopenhauer!!. Por poner un ejemplo copio literalmente lo que dice sobre la relación con Neruda: “Al igual que Neruda, X tiene una habilidad excepcional para capturar la esencia del amor y la naturaleza con una lírica apasionada y evocadora. Sus poemas poseen una riqueza de imágenes y una profundidad emocional que resuenan con la intensidad de los sentimientos humanos”. Cuando mi amigo me envió el informe del ChatGPT la pregunta era obligada: ¿tu amigo ha leído a estos escritores?, ¿está familiarizado con la filosofía de Schopenhauer? La respuesta fue categórica: “mi amigo no ha leído a nadie”. Después de esta experiencia, la crítica literaria seria y rigurosa puede considerarse a salvo de la IA, a pesar de todas sus amenazas. Pero eso sí, que tiemblen los autores de las contraportadas. ¿Mi amigo? Sufre con resignación su duda existencial. Tan Schopenhaueriano él. José López Romero.