lunes, 27 de agosto de 2007

Visitas


Cuando mi mujer me anunció la inminente llegada de su señora madre, mi suegra, no reaccioné. Bueno, ¿y dónde está la novedad? "No, no Ramón- se apresuró a aclararme-. Que no viene de visita sino por una temporada". Fue entonces cuando el suelo pareció moverse bajo mis pies. No me malinterpreten. Tengo una buena relación con ella, incluso hasta me cae simpática, pero cuando en un pequeño apartamento, donde las zonas de influencia están bien delimitadas, así como las rarezas, excentricidades y hábitos del contrario se tienen asumidos tras un largo periodo de adaptación, está claro que cualquier variante sobre este frágil habitat puede hacerlo saltar en pedazos. Por ejemplo, como ustedes saben, soy un lector empedernido que ha logrado reunir una decente biblioteca que ocupa más metros cuadrados de los que mi mujer desearía, pues bien ¿tendré que ceder terreno, es decir espacio en favor de la paz familiar? Pero, por otro lado, si cedo puede ser interpretado como signo de debilidad, y ya se sabe "das la mano y te toman hasta el codo". Y el codo, en este caso, puede ser ese magnifico butacón que ocupa un lugar privilegiado en el salón de nuestro apartamento, donde tengo la costumbre de pasar mis buenas horas de lectura, a ser posible antes de acostarme. ¿Tendré que ceder el butacón? ¿Me veré (¡horror!) relegado a leer en mi dormitorio a todo lo largo de la cama? Ahora recuerdo que el otro día mi mujer, antes de anunciarme la llegada de su madre, me preguntó si no me gustaría crear una especie de loft para mí en nuestro dormitorio. Colocaría una mesita, el ordenador y un pequeño sillón a juego, en ese pequeño rincón al lado de la ventana. Ya entonces, a lo que parece se estaba diseñando una dulce estrategia sobre límites territoriales en el apartamento. Y yo sin enterarme. En fin que ahora, cuando iba a comenzar la lectura de lo último de Manuel Rivas, Los libros arden mal, me lo estoy pensando mejor y como soy algo superticioso, creo que voy a buscarme algo de título menos apocalíptico, no vaya a ser que éste le dé ideas a alguna visita anunciada.