sábado, 18 de diciembre de 2010

DESASTRES

Se conoce como Biblioclastia la especialidad, dentro de la Historia del libro, que se ocupa del estudio de los desastres y destrucciones que sobre ellos se han  producido,  y donde los fenómenos climatológicos, los insectos o la mano del hombre han compartido protagonismo y responsabilidades a partes iguales. Como ya escribiera Juan Díaz Maroto “si los libros pudieran hablar conoceríamos muchas y sorprendentes historias”, y qué duda cabe de que de algunas de ellas hemos tenido noticia circunscribiéndolas al ámbito local, como ya hemos dado cuenta en estas páginas en alguna que otra ocasión (sólo hace unas semanas nos referíamos  a la desaparición de la biblioteca del marqués de Villapanés). Hoy nos ocuparemos de otro suceso que pudo derivar en otra tragedia cultural para la ciudad, cosa que afortunadamente no llegó a suceder…  No fue 1963 un buen año para la ciudad sobre todo por unas desastrosas inundaciones que dejaron, durante el mes de marzo, aisladas poblaciones de su término municipal como El Portal o La Ina. En el casco urbano también se dejaron sentir y, aunque de manera menos dramática,  hubo un peligro cierto sobre las instalaciones de la biblioteca, Archivo y Museo. Lo cierto es que a Manuel Esteve, su director desde 1932, no se le olvidaría aquellos días donde unas inoportunas obras habían dejado sin cubierta parte de las dependencias de aquella institución cultural, con tan mala fortuna que a comienzos de marzo descargaron truenos, rayos y casi el diluvio universal sobre la zona donde se albergaba la documentación del archivo histórico. Afortunadamente Manuel Esteve fue más previsor que los que decidieron realizar aquella obras en plena estación invernal, y había retirado semanas antes la mayor parte del fondo documental, salvo algunas cajas con alguna documentación menor, que protegida con plásticos, logró resistir la inundación de la sala y ser puesta a salvo. No quedan imágenes de aquel traslado,  y la noticia de aquel carismático director ayudado por unos pocos funcionarios, trasladando bajo la lluvia parte de la historia de Jerez, quedó solapada por  otras más dramáticas de aquellas inundaciones. Finalmente aquellos días que pudieron ser trágicos para la historia cultural de la ciudad pasaron al olvido, incluso Esteve pudo recibir apenas un mes después de aquellos sucesos,  a los participantes del Primer Congreso Nacional de Archivos –que se celebraba en Sevilla- a cuyo frente venía el director General de Archivos y Bibliotecas, Miguel Bordonan.  Pero lo cierto es que Manuel Esteve no llegaría a olvidar  nunca aquellos aciagos días, como volvería a recordarnos años después, en 1974, cuando atendiendo la visita de su gran amigo y bibliófilo sevillano Fernando Bruner Prieto, le comentó: “espero que no llueva Fernandito. Sería una triste despedida”. Se refería a que se pudiera empañar su próxima jubilación con algún incidente inesperado, puesto que  por entonces la sede de la biblioteca, Archivo y Museo, nuevamente estaba en obras de ampliación, y como en 1963 en una época inapropiada. RAMON CLAVIJO PROVENCIO

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