sábado, 5 de marzo de 2011

De coleccionistas y viajes

Sé de algunos espíritus inquietos que coleccionan referencias de personajes ilustres que en su día pasaron por la ciudad, de la misma manera que otros coleccionan libros o sellos. Pensando en ellos –hoy me siento generoso- redacto las líneas que siguen, en las que doy cuenta de la breve pero intensa estancia del norteamericano Washington Irving en algunas ciudades de nuestra provincia. Para ello es preciso viajar hasta el verano de 1828 y toparnos con el escritor en el preciso momento en que vuelve de Sevilla, tras visitar los lugares colombinos. Luego, después de una breve estancia en la ciudad, éste decide buscar algo de frescor y tranquilidad en la costa. Así en los últimos días de agosto se le ve embarcando en el vapor “Canario” rumbo a Cádiz. Sabemos que lo que quería Irving era seguir trabajando en su inacabado manuscrito de “La conquista de Granada”, pero el alojamiento que habían encontrado en el nº 4 de la calle Palacios de la capital - la casa de un fabricante de sillas- al parecer no reunía las mejores condiciones para que el escritor pudiera evadirse y concentrarse en su trabajo. La solución la encontró en una fugaz escapada a la vecina Jerez, donde visitando las bodegas de Domecq conoció a R.S. Hackley, uno de los invitados por el bodeguero con el que compartió mesa. Hackley, antiguo cónsul norteamericano en Sanlúcar, y más tarde en Cádiz, tenía una finca en el Puerto llamada El Cerrillo, y que a escasa distancia de esta población, sobre una pequeña elevación del terreno desde donde se divisaba el mar, podría ser el lugar ideal, pensó el norteamericano, para culminar los asuntos literarios que se traía por entonces entre manos: “El edifício se encontraba situado en un lugar privilegiado desde donde podía extenderse la vista sobre una infinita extensión de tierra y mar, con la antigua ciudad fenicia de Cádiz asomando a ocho millas de distancia y las montañas de Ronda cerrando el horizonte a lo lejos.” Llegados a este punto, la verdad es que ignoramos si la costa, o sus periódicas visitas a las bodegas jerezanas, inspiraría alguna de las creaciones del escritor pero de seguro sí que hizo avanzar los asuntos literarios en los que se hallaba enfrascado. Las vistas desde El Cerrillo cautivaron a Irving que ya pensaba alargar su estancia en el Puerto cuando le llegó la terrible noticia de la epidemia de cólera en Cádiz. Para escapar de ella Hackley, el dueño del Cerrillo, reclamó su propiedad para alojarse con su familia por lo que Washington Irving no tuvo más remedio que poner punto final a aquellos felices días. Nuestro viaje toca a su fin también, pues a principios de octubre de 1928 dejamos al norteamericano embarcando en el vapor “Betis” rumbo a Sevilla. ¿Incrementará esta anécdota la colección de algunos de esos coleccionistas a los que me refería al principio? Ramón Clavijo Provencio

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