sábado, 26 de marzo de 2011

REPRESIÓN

Bien es sabido que durante los periodos de represión política, uno de los elementos a los que se le presta más atención por parte del poder  es al control  de la opinión y la difusión libre de las ideas. Los recientes incidentes acaecidos en China tras la concesión del  Nobel de la Paz  y lo sucedido con la empresa Google, o las revueltas que se vienen produciendo en Oriente Medio, con las consiguientes reacciones del poder  por hacerse con el control de los medios de comunicación y difusión (con  desconexiones locales de Internet incluidas), nos demuestran esta obsesión que avala el dicho del que domina la información tiene el poder. En otras épocas donde la tecnología no había irrumpido en nuestras vidas con el protagonismo actual, las ideas o las corrientes de opinión fluían a través de la incipiente prensa o de los libros. En nuestra ciudad tenemos algunos casos curiosos y  poco conocidos,  y que corroboran el hecho de que cuando el poder establecido ve peligrar su posición ante el flujo libre de ideas, siempre reacciona con virulencia. Ahora que nos acercamos a la conmemoración del bicentenario, debemos recordar que a finales del XVIII  la monarquía española miraba con aprensión y temor la divulgación de las ideas revolucionarias francesas por nuestro país. Ante ello reaccionaba con  controles  férreos en la fronteras para impedir el tráfico clandestino de libros y legislando duros castigos a los poseedores de libros o folletos prohibidos. En el Jerez de 1800 tenemos incluso un ejemplo para ilustrar lo que decimos, protagonizado por el autor del manuscrito denominado de Riquelme, un ilustrado que cuenta como un 30 de agosto la Inquisición entró en su domicilio en busca de libros prohibidos. En las páginas manuscritas leemos como el registro fue meticuloso y que pese a ello no encontraron nada, aunque sin duda su excelente biblioteca  –esto lo intuimos nosotros- sufriría las consecuencias del manoseo de aquellos intrusos, a los que no les había llevado allí precisamente las ansias de leer. Un siglo más tarde, en plena Guerra Civil y en los años más duros de la postguerra,  tenemos otros ejemplos, algunos muy curiosos, que ilustrarían este asunto, pero es esta ya otra historia de la que quizás  demos cuenta en otra ocasión. Ramón Clavijo Provencio

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