viernes, 6 de mayo de 2011

EL MAL

En “La muerte viene de lejos”, una excelente novela de José Mª Guelbenzu, la protagonista, la juez Mariana de Marco, le pregunta a modo de reflexión al capitán López si “la raza humana está evolucionando hacia el Mal”. “Eso es imposible”, le responde el capitán. Pero la juez añade: “No me refiero a sangre y crimen, aunque este siglo [se refiere al siglo XX] se ha empapado bien de sangre; también la estupidez es… ¿no le parece un auténtico mal?”. Más que la estupidez, diría yo, que también, quizá sea la ignorancia voluntaria,  consciente y alevosamente aceptada y asumida una de las representaciones o señales más evidentes de cómo la humanidad, en palabras de Mariana de Marco, va derecha al Mal, así, con mayúscula. Y ante esa carrera frenética que hemos emprendido todos hacia el abismo, ¿qué o quiénes nos pueden ayudar? Pues ahora no encuentro otra solución que poner la vista en un pasado que fue mejor, pero no por el simple hecho de ser pasado. En cualquier tiempo difícil (¿qué tiempo no lo ha sido o no lo es?), siempre hubo voces autorizadas que llamaban al rearme moral, a la puesta en práctica de unos principios y valores morales, a partir de los cuales sustentar una sociedad desorientada y cada vez más necesitada de referentes o guías. Allá por el siglo IV, época de oscuridades y grandes dificultades provocadas por las continuas invasiones de los pueblos germánicos sobre el Imperio, ya en fase de descomposición, Basilio de Cesarea, Basilio el Grande, uno de los cuatro Padres de la Iglesia Griega, escribe sus tratados morales, entre los que hoy destacamos “A los jóvenes” y “Exhortación a un hijo espiritual”. En el primero de ellos, Basilio intenta enseñarle a la juventud cómo en la literatura clásica se pueden encontrar todo tipo de consejos y modelos de virtud que deben ser referentes de vida para esos jóvenes quizá confundidos por unos tiempos que no hacían fácil la propia existencia. Pericles, Euclides y, sobre todo, Sócrates van pasando por las páginas de este opúsculo que no quiere ser otra cosa que un breve, pero denso, manual de instrucción moral; como no otra pretensión tiene el segundo librito, “Exhortación a un hijo espiritual”, aunque su atribución a Basilio ha sido siempre muy discutida. Normas de comportamiento: amor al prójimo; deseo de paz; paciencia; rechazar la avaricia; evitar la soberbia; controlar la lengua, etc. son los temas que aborda este Padre de la Iglesia. Quizá más que nunca esta sociedad de hoy, nuestros jóvenes necesiten de manuales de instrucción como los escritos por Basilio; pero más aún necesitan de profesores como Francisco Antonio García Romero, impecable editor y estudioso de la obra de Basilio de Cesarea, quien nos ofrece una cuidada edición de estos dos textos del capadocio (editorial Ciudad Nueva). Hombres buenos, personas inteligentes que ponen al servicio del bien común sus conocimientos. Así, seguro que la humanidad no corre presurosa hacia el Mal, con mayúscula. José López Romero.

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