sábado, 3 de noviembre de 2012

SUPER-MEN


“Hola, superfather”, me recibe mi hija a porta gayola después de un día de duro trabajo. Pero no contento con esto, se cruza mi hijo y de refilón me espeta “¿qué pasa, super-pá?” (voz coloquial-filial). Solo faltaba mi mujer para que la guasita fuera ya completa, pero afortunadamente no se encontraba en casa. Y todo porque los dirigentes de una venerable y muy respetable (no sus mandamases) institución cultural jerezana habían decidido pasarme a la categoría de supermiembro (sin connotación alguna), junto con varios compañeros y amigos (por cierto, colaboradores de este Diario), los mismos que ahora hemos decidido llamarnos super-men, de ahí el título de este artículo, y hasta tenemos la intención de hacernos tarjetas de visita con esta nueva distinción. No sé si los amables lectores recuerdan la moda en el uso del prefijo super-, que aún se deja oír por ahí en las bocas de algún que otro u otra cursi de turno: “esto es super”, se oía con frecuencia no hace mucho  sin necesidad de añadirle adjetivo al prefijo porque ya éste mismo era suficientemente super-lativo para calificar la dimensión de la realidad que se quería destacar. Pero el super por excelencia, con permiso de los supermercados, es el gran héroe americano Superman, que incluso ha sido recientemente noticia, porque en la próxima entrega Clark Kent abandona su periódico de siempre, el Daily Planet. Un cómic, quizá el más famoso y célebre de cuantos se han dedicado a la elaboración de la figura de un héroe, y que tiene entre sus rendidos estudiosos al gran Umberto Eco, con un trabajo que incluyó en su libro “Apocalípticos e integrados”, libro imprescindible para todo aquel que quiera profundizar en la cultura de masas. “Hola, superLópez”, me saluda mi mujer. En la próxima asamblea de la ilustre institución, “irás con capa” (mi hijo), “y con los calzoncillos por fuera” (mi hija)… “y marcando” (mi mujer). ¡Ay, Dios, todo héroe tiene su kriptonita!”. José López Romero.

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