sábado, 15 de junio de 2013

NECIOS

“Father. Lee esto pero trátalo con cariño, generosidad y benevolencia”. Tantos paños calientes antes de que ni por asomo se viese el grano me puso de inmediato a la defensiva… Y más viniendo de quien venía. Me puso mi hija por delante unos folios garabateados, en los que advertí a vista apresurada variadas y numerosas faltas de ortografía, algunas cometidas por influencia de ese lenguaje SMS (del que ya se han hecho tesis y hasta diccionarios), virus cuyos efectos deletéreos se extienden no solo entre la juventud, sino en muchos que en su día hicieron una carrera supuestamente universitaria. De las tildes, ni hablamos. “¡Te has fijado –le dije a mi hija- en la cantidad de faltas y que el autor o autora de “esto” debe ser fanático de una secta que le prohíbe acentuar!”. “Tú siempre tan negativo, father. Con esta actitud, ¿cómo se pueden descubrir nuevos talentos?”. Y de pronto se me vinieron a la memoria las sonadas y más célebres meteduras de pata de las que ninguna editorial puede considerarse indemne: el rechazo de manuscritos que después han resultado obras ya consideradas clásicas en la historia de la literatura y, por el contrario, la publicación de libros que resultaron un rotundo fracaso, a pesar del dinero invertido en su promoción (aunque en este caso más habría que echarle la culpa a la torpeza de la agencia publicitaria que al bodrio del texto, porque la gente se traga lo que le echen en forma de anuncio). Un caso que me trae recuerdos especiales (otro encuentro casual y causal con un libro) es el de ‘La conjura de los necios’ de John Kennedy Toole, quien murió sin ver su libro publicado, rechazado por las grandes editoriales, y que fue premio Pulitzer el mismo año en que su madre consiguió que lo publicara una pequeña editorial de Louisiana. ¿Los folios de mi hija? Ni ella quiso decirme su autor ni yo puse mucho interés en saberlo. En todo caso, que la vida me sorprenda, aunque tengo pocas esperanzas de ello, casi ninguna. José López Romero.  

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