Los libros van pasando ante nuestros ojos de manera vertiginosa, y como en
un juego de magia aparecen y desaparecen sin cesar. Nos quedamos sin aliento,
incapaces de seguir el ritmo y sospechando
que en el carrusel diabólico al que nos somete la industria editorial se
nos van escapando historias
excepcionales aunque -nos consolamos-
también muchas que no merecen un minuto de atención por parte de un
lector avezado. Pero el destino de la
mayoría de los libros es trágico, y es que entre el nacimiento oficial y el
olvido el tránsito es fugaz pues todos están finalmente condenados. Ya
nos lo recordaba Felipe Benítez Reyes en aquellos versos: Todos los libros llevan un estigma de olvido. Hay una voz en ellos /Que
enmudece y declina. En otro libro,
el recientemente fallecido Henning Mankell escribe: “Nadie quiere que le olviden. Pero a casi
todos nos olvidan. ¿A cuántos escritores recordamos y seguimos leyendo hoy día?
Y no estoy pensando únicamente en los que escribieron hace cientos de años,
sino también en aquellos que leíamos y sacábamos de las bibliotecas y que
murieron hace veinte o treinta años” (Arenas movedizas. Tusquets). Hay sin embargo otros libros cuya
salida de escena es de lo más truculenta. Conocemos de su existencia pero no de
sus bondades y miserias. Entre ellos estarían multitud de libros desaparecidos
por la acción destructora del propio hombre, o por hechos fortuitos y
desgraciados. Los historiadores han rescatado muchos títulos de autores
conocidos y desconocidos, de los que solo conocemos eso, sus títulos, pero no
su contenido lo que ha excitado la imaginación de muchos escritores que han
elucubrado con ello. ¿Qué habrá sido de aquel manuscrito extraviado por un
joven Poe en uno de sus viajes a Baltimore, y del que se nos da cuenta en el
muy documentado libro de Georges Walter (Poe. Anaya)? Algunos de estos libros
que se creían definitivamente perdidos, como en otro número de magia, aparecen
cuando menos lo esperamos. Sucedió con historias perdidas de Mark Twain, Julio Verne, o Aldous Huxley,
entre otros muchos. Casi siempre estas apariciones son funestas, pues más que obras desaparecidas o perdidas
eran historias con las que su autor
nunca se sintió satisfecho y prefirió esconderlas y olvidarlas.
Por todo ello hay expectación en los círculos literarios de nuestro país
por la inminente aparición de “Los Caprichos
de la Suerte”, la novela de Pío Baroja que completaría la trilogía de “Las
Saturnales” dedicada a la Guerra Civil. Veremos si la espera de más de medio
siglo en que el manuscrito permaneció oculto en la casa familiar de Vera de
Bidasoa (Navarra) y el entusiasmo del admirado José Carlos Mainer sobre el
libro, se ve corroborado por los lectores. Aguardamos expectantes. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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