Llevaba un rato en mi
librería de guardia, y durante ese tiempo me sorprendió que un número
apreciable de clientes entrara preguntando
por una biografía de Carlos I. Más extrañado me quedé cuando comprobé
que estos clientes eran adolescentes, algunos acompañados por adultos –ante la
cara de extrañeza de alguno de estos jóvenes recorriendo las calles del local,
supuse que los acompañantes irían en calidad de guía para orientarlos por un
territorio que no habrían pisado nunca.
Luego mi buen amigo el librero me aclaraba el asunto. Aquellos chavales no iban
buscando los excelentes textos de Geoffrey Parker o Fernand Braudel sobre el
personaje antes mencionado, sino un modesto librito (Carlos I, rey emperador de Laura Sarmiento), sobre la serie que una cadena televisiva
emite sobre el primero de los Austria en
nuestro país. Al parecer había sucedido meses antes lo mismo con el personaje
de Isabel de Castilla. Esto es, el éxito de la serie derivó en un inesperado éxito de ventas del
libro preparado al efecto. Pese a todo, y lamentando que ningún libro sobre
nuestra historia escrito por un historiador de prestigio no tuviera por sí solo
el tirón entre nuestros jóvenes de estos modestos impresos –estaría a mucha
distancia en cuanto a ventas el que recientemente ha publicado Arturo Pérez
Reverte (La Guerra Civil contada a los
jóvenes)-, sí es para alegrarse de que series históricas como esta que
traemos al caso sobre Carlos I estén, a la vista de las estadísticas de
audiencia, batiendo records y además, y esto es lo que más nos interesa,
llevando a un número considerable de jóvenes a interesarse por personajes históricos claves para entender la
historia de nuestro país. Se puede perdonar que esos libros –con un aceptable
rigor histórico- no estén escritos por Parker
o Braudel, ¿no creen? Y tras esta
distracción en mi librería de guardia, en una fría mañana otoñal, proseguí con mi búsqueda
de algunos textos de Oliver Sacks, el neurólogo, pero también humanista, que tanto nos enseñó sobre los
misterios del cerebro y, sobre todo, la
maravillosa complejidad del ser humano. RAMÓN
CLAVIJO PROVENCIO
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