Tenía en un lugar destacado de su
librería esa célebre plaquita que excomulgaba a todo aquel se atreviera a
enajenar alguno de sus libros, pero con él no iba la sentencia, porque desde
hacía ya algunos años consignaba en una libretita las compras y las
sustracciones que iba cometiendo especialmente en ciertas librerías, en las que
sabía que el control era más relajado por exceso de confianza de los
encargados. Al revisar hacía unos meses la libreta, se sorprendió de que en los
últimos años la columna de los robos duplicaba a la de compras, pero encontró
de inmediato el motivo: el ritmo de lectura era muy superior a su capacidad
económica; su dedicación lectora no iba en consonancia con la cantidad de euros
que podía permitirse para comprar libros; que una novela costase 25 euros le
parecía una barbaridad. El libro en la espalda, debajo del jersey, sujetado por
la cinturilla del pantalón, era su lugar preferido en invierno, época del año
que por la cantidad de prendas de abrigo aprovechaba para aprovisionarse, ya
que en verano era más difícil la sustracción. Pero a veces corría demasiados
riesgos, de los que después se arrepentía: el libro debajo de la carpeta o
dentro de esta… Hasta que un día, en unos grandes almacenes, sitio de su
preferencia, un dependiente tuvo la ocurrencia de contarle los libros que
llevaba en la mano al entrar y contárselos de nuevo al salir, y vio que el
número había aumentado en dos unidades sin pasar por caja; se le acercó y le
conminó a que lo acompañara a los despachos. El juicio fue rápido: lo
condenaron a un año de cárcel que debía cumplir en un centro penitenciario de
la provincia; mientras lo metían en el furgón, por la otra puerta del juzgado
salían y se metían en sus lujosos coches algunos consejeros de las cajas de
ahorro que tanto dinero nos han costado a todos los españoles. En la cárcel,
pronto entró a trabajar en la biblioteca, donde colgada estaba la plaquita que
excomulgaba a todo el que se atreviera a enajenar algún libro. Mientras, él
seguía apuntando en su libretita, en la que una columna cada vez se hacía más
larga. José López Romero.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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