Este año se cumplen
los 150 de la publicación de un libro que ha marcado un antes y un después
entre los estudios hasta ese momento editados sobre la vid, ocupando desde
entonces un puesto destacado en la historiografía jerezana. Se trata de las “Noticias
sobre la historia y el estado actual del cultivo de la vid”, cuyo autor fue
el médico jerezano Diego Ignacio Parada y Barreto. Libro fundamental sin el que
no se comprenderían estudios posteriores como el que años después publicaría
Manuel María González Gordon, el afortunado
“Xerez, Xerez Sherry”. Volviendo a las “Noticias...” diremos
que el libro se divide en ocho capítulos centrándose el primero en aspectos
históricos del cultivo y comercio vinatero, para desarrollarse en los
siguientes las clases de vinos de Jerez, sistemas de plantación y cultivo,
consumo, explotación... Se cierra el libro con unas breves pero sustanciosas
referencias a “Noticias de los diferente centros vinateros andaluces, que se
hallan en relación y afluencia con Jerez.” El marco cronológico es tan
sumamente amplio -comienza en el siglo XIII, para detenerse en 1866- que se
comprenderá fácilmente las dudas del autor de no salir indemne de tal reto.
Pese a ello Parada y Barreto nos legó en las 152 páginas del libro su mejor
aportación a la historiografía local. Las “Noticias….” aparecieron en un
principio como entregas en el periódico El Guadalete, pero solamente en lo que
se refiere a la parte histórica, y fue precisamente el éxito que tuvo entre los
lectores del mencionado Diario el que le hizo plantearse en ampliar y
profundizar dichos estudios, hasta finalmente presentar el libro que aquí
reseñamos. Sobre esto último el mismo llega a comentar que “continuaremos,
pero ahora bajo forma de libro, nuestro trabajo, ampliándolo con una
descripción del viñedo jerezano, enumerando los pagos y dando una idea del
cultivo y plantación de nuestras viñas con la descripción de cada uno de los
viñedos más comunes”. Y proseguirá “asimismo daremos noticias de
nuestras diferentes clases de vinos y su método y sistema de formación y
conservación y estado e influencia de su comercio en la localidad, con lo que
creemos quedará consignado en este trabajo todo lo más importante que pueda
conducir a conocer el centro vinícola que constituye nuestra localidad”. El
libro, como ya hemos indicado, tuvo un éxito indiscutible y ha sido hasta bien
entrado el siglo XX texto de obligada consulta para los estudiosos, quedando
hoy como como uno de los trabajos de investigación que en su momento más
contribuyeron a popularizar entre el gran público, la importancia que
históricamente y en todos sus aspectos la vid siempre tuvo para la ciudad de
Jerez. Ramón Clavijo Provencio
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
viernes, 15 de junio de 2018
MARÍA Y MARIELA
“Existe la manía de que
lo que vende es de dudosa calidad”, decía María Dueñas en este Diario hace unas
semanas al presentar su novela “Las hijas del capitán”. Y es cierto que esa
literatura llamada de best-sellers tiene sus detractores, entre los que me
podría incluir aunque con matices, con muchos matices. No creo que a los
grandes escritores, los ya consagrados por la historia, y que convierten en
grandes ventas todo lo que escriben, se les haya puesto en duda su calidad;
pero mezclados, aunque no revueltos, con estos también aparecen en las listas
de los más vendidos algunos autores u obras que dejan mucho que desear en todos
los sentidos. Y la pregunta es obligada ¿cómo han llegado hasta ahí? ¿quién o
qué ha hecho que esos libros “de dudosa calidad” alcancen ventas que ni el
propio autor hubiese imaginado en sus mejores sueños? Está claro que las
campañas publicitarias, los suplementos de libros, etc. encumbran a autores y
obras que de otra manera hubieran pasado sin pena ni gloria. Y entonces, viene
la siguiente pregunta ¿y los buenos libros que se quedan en el camino o
terminan siendo lectura de pocos? De entre los cientos de miles que podemos
escoger como ejemplo de ello, pongamos uno muy reciente y muy cercano. Hace
unas semanas se presentó en el instituto Coloma la novela “Los hombres de los
ojos violetas” de Mariela Arévalo Barquero (entrevista en este Diario el 24 de
mayo y reseñado en esta página), quien fuera profesora de este centro
educativo. La novela poco o nada tiene que envidiar a otras que han conseguido
fama y éxito de ventas, muchas de las cuales son sin duda de “muy dudosa
calidad” en comparación con la de Mariela. Y sin embargo, sería muy triste y
hasta desalentador para lectores y escritores noveles que “Los hombres de los
ojos violetaS” no tuviera al menos cierto eco entre la crítica literaria o no
apareciera en algún suplemento de libros. Pero, claro, quizá a Mariela le
falten esos padrinos tan necesarios para el éxito, quizá los mismos que desde
su primera novela no le han faltado a María Dueñas. José López Romero.
viernes, 1 de junio de 2018
ANTONIO OLMEDO ESTEVE, BIBLIÓFILO
Al historiador de carrera no le gusta el
intrusismo. Cuando cualquier aficionado firma un artículo de periódico o de
revista como “historiador”, está usurpando de un plumazo cinco años, como poco,
de interminables sesiones ante la mesa de estudio. Don Joaquín Portillo, aunque
autodidacta, no era ningún aficionado, y reconoce abiertamente, al final de sus
“Noches jerezanas” (1839): “estoy muy lejos de haber adquirido el título de
historiador, no soy literato ni tengo los conocimientos necesarios … un deseo puro
por las glorias de mi pueblo … son las causas que me han movido a llevar
adelante mi plan”. Todo un señor, este bibliófilo con librería abierta en la
calle Francos. La bibliofilia se atisba ya en la Grecia Clásica, pero eclosiona
en la Francia de la Ilustración con personajes como Louis de La Valliere. En
Jerez también proliferaron los coleccionistas de libros: el marqués de
Villapanés o Juan Díaz de la Guerra en el siglo XVIII ; Manuel Bertemati, José
Piñero o el propio Portillo en el XIX ; Paco Bejarano, José Mateos, José Manuel
Sanz Zamorano o Fernández Lira ya en época reciente, etc. Hoy abordamos una
figura poco conocida fuera de los círculos culturales, el maestro don Antonio
Olmedo Esteve, que recaló en Jerez siendo un adolescente cuando a su padre,
también maestro nacional en un pueblo de León, lo destinaron aquí. En la
imagen, un retrato de 1949, tiene veintisiete años, ejerciendo ya la docencia
en una escuela de la calle Juan de Abarca, muy cerca de la Catedral. En las
aulas estaría unos veinte años, pues ganó una nueva oposición y pasó el resto
de su vida profesional como secretario de la inspección educativa de educación
primaria. No abandonaba la lectura ni paseando por la calle. Y tenía donde
escoger en una gran biblioteca que fue formando a lo largo de toda su vida. Una
edición de la ‘Argonautica’ de Valerio Flaco de 1548, impresa en Lyon por
Sebastian Greiff, que introdujo en Francia los tipos itálicos de Aldo Manuzio,
es la obra más antigua de la colección. Solo la hemos encontrado catalogada en
la Library of Congress de Washington, estando ausente de bibliotecas
importantes como la British Library o la Nacional francesa. Una obra sobre
mitología, “De Incredibilibus”, de un griego del siglo IV a.C. llamado
Palaephatus, es una auténtica rareza que solo hemos localizado en la Princeton
University y en la Osterreichische Nationalbibliothek. Está impreso en 1649 por
Luis Elzeviro, de la prestigiosa familia de tipógrafos holandeses del siglo
XVII, que tuvieron casa abierta en Amsterdam hasta 1680 y en Leiden hasta 1712.
Las “Cartas familiares” de Cicerón de 1600, la “Imitatio Christi” de Kempis de
1724, las “Recitationes” de Heinecio de
1826, grandes obras como la “Monarchia hebrea” de 1760, colecciones de novelas,
clásicos españoles y extranjeros, misales y libros de horas…, son otros tantos
ejemplos de una biblioteca que sobrepasa con creces los diez mil volúmenes y
convierten a don Antonio, que nos dejó en 2002, en un claro referente de
la bibliofilia jerezana. NATALIO
BENÍTEZ RAGEL.
PRESENCIAS
Cuando terminé de leer
hace ya unos años ‘La fiesta del chivo’, una de las novelas más impresionantes
en todos los sentidos de la ya por sí misma impresionante producción literaria
de Vargas Llosa, me picó la curiosidad de cuánto había de ficción y cuánto de
historia en aquel por momentos estremecedor relato; pero mi interés no fue más
allá que algunas comprobaciones a vuela-ratón por Internet. No me pasó lo mismo
con algunos personajes de aquella monumental ‘Bomarzo’, a los que les seguí la
pista para verificar hasta dónde Mujica Lainez había sido fiel a ese pasado, a
esa Italia del Renacimiento que recrea de forma magistral. Todo esto viene a
cuento porque leyendo uno de los excelentes artículos que Juan Bonilla incluye
en su ‘Biblioteca en llamas’ que dedica a la extraña identidad de Matilde
Urbach, debo confesar que yo también caí en la seducción de aquella inquietante
mujer, de quien alguien reconocía que a pesar de haber sido tantos hombres, no
fue nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía la citada. Una seducción que no me
indujo a rastrear la identidad de la Urbach, como lo hiciera Bonilla en un
juego literario, tan de su gusto (como él mismo reconoce), y que ahora al
parecer se ha convertido en fe de vida incuestionable hasta para los más sesudos
borgianos. A veces leer libros en los que se mezclan personajes reales con
ficticios, o al leer un poemario en el que aparece un nombre determinado, nos
deja siempre esa inquietud por saber algo más de ellos, su referencia histórica
o su vinculación con el poeta, y no digamos si el personaje tiene su punto de
perversión o si las relaciones con el escritor no son precisamente amigables,
lo que añade esa dosis de morbosidad que incita con más intensidad a la
investigación. Volviendo a Matilde Urbach, reconozco que en otro tiempo
utilizaba el dístico de Borges en mis clases, y siempre había algún alumno o
alumna que hacía la pregunta inevitable: ¿quién es Matilde Urbach? Ahora,
después de leer a Bonilla, ya estoy en disposición de explicárselo ¿o no?. José
López Romero.
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