viernes, 18 de enero de 2019

ALUCINACIONES


A veces me asaltan preguntas absurdas o inquietantes, muchas relacionadas con mi pasión  por la lectura, como esta que cíclicamente vuelve una y otra vez  “¿qué libro será el que esté leyendo antes de irme para siempre?” Y lo peor es que cuando surge una de estas interrogantes, me provoca ella sola una cascada de nuevas interrogantes relacionadas con la primera cuestión. “¿Lo habré terminado, o lo abandonaré con el marcapáginas como mudo testigo de hasta dónde llegaron mis ojos?” “¿Será uno de esos libros que no terminan de captar mi atención y en los que busco un motivo para abandonar su lectura? ¿O será, en cambio,  todo lo contrario, de esos en los que  ralentizo la lectura para intentar alcanzar lo imposible: no llegar al punto final?” En un principio no le di excesiva importancia al asunto. “Con la edad, me decía un conocido afectado por otra manía (padece ataque breves de “déjà vu”. Piensa que lo que le pasa en un momento determinado ya lo ha vivido anteriormente), uno va explorando territorio desconocido, tanto en lo físico como en lo emocional, es cuestión de dominarla. Mira a Iñaki Gabilondo que le ha dado por preguntarse cómo será el mundo que vivimos “Cuando ya no esté”. Lo cierto es que he llegado a la conclusión de que con el pasar del tiempo y el aumento de los ataques, tengo alguna patología emocional, seguramente catalogada en algún manual, y que va camino, si no lo ha hecho ya, de cronificar. A veces los ataques traicioneros duran unos minutos; otras veces, como una terrible jaqueca, varias horas.  Es curioso, pero desde que arrastro estas  -no sé cómo definirlas- ¿molestias? he ampliado mi campo de lecturas, y he descubierto a Oliver Sacks lo que considero un verdadero regalo. Al principio con la seguridad de  que tan eminente neurólogo como excelente escritor me diera alguna pista a través de sus “Alucinaciones” (Anagrama. De sus varias ediciones leí la de 2013) o “Veo una voz” (Anagrama. 2015). Me convencí tras estas lecturas de que no tenía nada excepcional, por supuesto nada que ver  con síndromes como el que  hace tener la capacidad de imaginar olores (“Unos pocos nanogramos de vino”), o el aún más raro que te hace desdoblarte hasta verte como si tuvieras delante un espejo (“Doppelgängers”). También me tranquilicé al conocer que ilustres de la cultura y de la literatura también afrontaron en algún momento de sus vidas, alguna  -llamémosle “rareza emocional”- que fue determinante en su obra, y la lista de estos personajes –Dostoievski, Evelyn Vaugh, Henry James….- es tan larga según Sacks que necesitaríamos varios libros para recogerla. No, mi modesto síndrome de seguro no me hará escribir una obra maestra, aunque sí al parecer orientarme hacía buenas lecturas… y descubrir a Sacks. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

No hay comentarios: