viernes, 5 de abril de 2019

PAPER PASSION


Desde hace unos meses he cogido la costumbre, no sé si consecuencia de la edad que no perdona, de mirar la contraportada de los libros que me interesa adquirir,  para buscar información –que cada vez es más corriente- sobre  si  está fabricado con papel reciclado o ecológico. La última manía de lector que recuerdo antes de esta, fue cuando miraba el canto de estos para comprobar si estaban cosidos o pegados. El abaratamiento de las encuadernaciones ha hecho casi desaparecer la prestancia de los libros cosidos, y hoy  es común  la insufrible visión de los libros desencuadernándose a poco que por sus páginas pase más de un lector. Pero ahora, como les decía, me asalta esta otra manía, de tal manera que a veces estoy más pendiente de encontrar el dichoso sellito  “libre de cloro” que de  hojear y ojear como debe ser el libro que puedo adquirir. Todo esto me lleva a recordar la curiosidad que despertó hace unos años, la presentación de un perfume -Paper Passion- que  conseguía evocar el aroma que desprenden los libros, en este caso nuevos, y no el típico olor a viejo avainillado y dulzón que provoca con el tiempo la descomposición de la celulosa y la liberación de la lignina. En este caso se buscaba el olor que desprenden los compuestos utilizados para fabricarlo –papel, pegamento, diversos productos químicos y tinta- antes de su degradación, cuando se mezclan y volatilizan. El poner en un perfume el olor a libro nuevo, el Paper Passion, fue una idea del estilista, pero también gran bibliófilo, Karl Lagerfeld. Aquello tuvo un éxito efímero pero tenía su lógica: si el libro en papel desaparecía por la irrupción del libro electrónico, al menos para los nostálgicos  se preservarían sus olores. Ya les digo que el éxito fue fugaz, quizás porque lo que se vaticinaba como una guerra de exterminio - donde el exterminado sería el libro convencional- acabó dando  lugar a otro paisaje más llevadero, que no significa menos fácil, donde lo electrónico y el libro convencional tratan de coexistir. Ramón Clavijo Provencio

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