viernes, 28 de febrero de 2020

ALEJANDRÍA


Nos llegan ecos de la fastuosa y nueva Biblioteca de Alejandría, donde un exultante Hussein Bassir, director del Museo de antigüedades del complejo, nos habla de las maravillas de estas nuevas instalaciones que albergan ocho millones de libros, y que se está convirtiendo en un foco de atracción turística hacia el país del Nilo. Pero Alejandría no es ya  la ciudad fundada por el Magno, ni siquiera la cosmopolita urbe que en algún momento recorrieron Durrell o Kavafis. Leyendo el magnífico libro de la filóloga Irene Vallejo ‘El Infinito en un Junco’, en el que la autora nos guía por el mundo del libro en la antigüedad, esta nos da detalles de la decadencia de una ciudad, donde dudamos mucho que las nuevas instalaciones de la Biblioteca la hagan recuperar el brillo perdido. “Viajeros que regresan de la ciudad me cuentan que la ciudad cosmopolita y sensual ha emigrado a la memoria de los libros” (‘El infinito en un Junco’, Irene Vallejo. Siruela, 2019). Porqué cuando se habla de este nuevo mega proyecto da la sensación que lo que se pretende es crear un elemento que atraiga a las masas, más que una institución que verdaderamente sea un foco cultural sin par. Y es que en esta sociedad de la información, y donde los hábitos de lectura han cambiado irreversiblemente ante la irrupción de las nuevas tecnologías, una biblioteca como la de Alejandría solo tiene sentido en la mente de personajes excesivos como Hussein Bassir. En la actualidad se siguen necesitando, y diríamos que más que nunca, bibliotecas y bibliotecarios, pero la necesidad real está más en la creación de pequeñas y medianas bibliotecas con personal muy cualificado, para que actúen como referente cultural e informativo de los lugares donde estén ubicadas, que mega proyectos como el de Alejandría. En Jerez como en tantísimos lugares, urge ya el replanteamiento por parte de la administración del nuevo papel de las bibliotecas en esta sociedad de la información. Ramón Clavijo Provencio


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