sábado, 13 de febrero de 2021

CAMBEMBA

Los días finales del nefasto 2020 y los del comienzo del (des-)esperanzador 21 me cogieron en la revisión, por mis quehaceres académicos, de ‘Un enemigo del pueblo’, el drama de Ibsen. Y por las mismas fechas se produjeron dos sucesos que me confirmaron la vigencia, la rabiosa actualidad de la obra del gran dramaturgo noruego; me refiero al asalto de la masa al Capitolio de los EE.UU. y a la moda de un nutrido grupo de jóvenes que se citan por internet con el único fin de romperse unos a otros la cara (ambas noticias fueron recogidas en los medios de comunicación con todo lujo de imágenes). El doctor Stockmann, el protagonista del drama, al que declaran los habitantes de su propia ciudad como su enemigo, no puede por menos que denunciar ante quienes le condenan cómo ellos, el pueblo, esa masa amorfa y cambemba es precisamente el “enemigo más temible de la verdad y la libertad”. La juventud que se cita en un descampado para liarse a puñetazo limpio como única diversión es la misma que se pasa por el forro de su ignorancia y chulería todas las medidas higiénicas contra la pandemia, de la misma manera que el tío de los cuernos y sus secuaces que asaltaron el Capitolio no son más que los mismos perros  y con el mismo collar de la violencia y el desprecio hacia las normas; una masa que se deja manejar, manipular por cualquier charlatán de feria, llámese este Trump o pongan ustedes el nombre que quieran, pues en nuestro país tampoco andamos escasos de esos charlatanes del tres al cuarto. Leer en estos tiempos ‘Un enemigo del pueblo’ es un terrible ejercicio de hasta qué punto nada ha cambiado en la sociedad desde su estreno en Oslo en 1883. El doctor Stockmann (o Ibsen) ya nos avisó: el voto de esos jóvenes que se pegan por diversión vale lo mismo, o incluso más que el suyo, lector. José López Romero.   

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